Espacios reducidos y luces multicolores que se mezclan con las canciones que todos conocen. Parejas bailando al ritmo del reggaetón o largas filas en el baño para poder continuar con la diversión, aquí no existe la sana distancia ni hay cubrebocas a la vista. Tampoco se trata de alguna celebración previa a los tiempos de la pandemia. Es una fiesta clandestina en medio del alarmante repunte de casos de COVID-19 en México.
Desde la primera detección de Sars-CoV-2 en México, ocurrida en febrero de 2020, el gobierno federal y las autoridades estatales comenzaron a implementar nuevas medidas sanitarias a la cotidianidad de la población para evitar la propagación del virus. Así, desde el 23 de marzo comenzó a nivel nacional la “Jornada Nacional de Sana Distancia”, que incluía desde el lavado frecuente de manos, el distanciamiento social, hasta el cierre de actividades no esenciales y reprogramación de eventos de concentración masiva.
Por lo que en un cerrar de ojos, la vida social como la conocían los jóvenes del país cambió por completo. No obstante, a casi un año del inicio de la pandemia y aún con restricciones de movilidad a lo largo de la república, las fiestas en antros o bares no han parado en su totalidad, sino que se han refugiado en la clandestinidad.
En Tulum, Quintana Roo, la vida nocturna continúa su flujo, con propietarios de centros nocturnos que se han “adaptado” para operar fuera de la ley.
“Se iban a hacer las fiestas en enero como siempre, por lo del COVID no se no se hizo, pero se empezó a rumorar que se iban a hacer como eventos chiquillos con Djs y al final iban a ser como fiestas”, expresó para Infobae una turista que asistió a este tipo de reuniones.
De acuerdo con este testimonio, la forma para enterarse de los eventos se da a través de grupos en Facebook, los cuales, al finalizar la fiesta borran toda la información para no ser descubiertos.
En cuanto al procedimiento para asistir, la joven mencionó que generalmente se realiza una publicación con el artista que estará presente, pero no se revela la locación hasta que se compra el boleto. Cabe destacar que los precios rondan de los 100 a los 150 dólares y el consumo se cobra aparte.
“El lugar al que yo fui, de la nada mi novio y yo preguntamos: ‘¿hay fiesta?’ Y como que no nos querían decir, pero preguntamos de nuevo y nos dijeron: ‘sí, sí hay fiesta, nada más lo único que no puedes hacer es grabar porque sino te sacamos’”, expresó la testigo.
A pesar de que, hasta la fecha, el semáforo epidemiológico en Quintana Roo está en amarillo y cuenta con un acumulado de 17 mil 426 casos positivos y 2 mil 178 defunciones, para ingresar a estas reuniones clandestinas no existe ningún filtro sanitario, no hay aforo reducido, ni se solicita la portación obligatoria de cubrebocas.
“Para serte sincera no nos daban gel, sólo si queríamos, pero no era a fuerzas […] Estaba abierto todo Tulum, muchos lugares, todos los lugares estaban abiertos. También por lo que sé en playa del Carmen, de hecho, fueron dos semanas de pura fiesta”, concluyó la visitante.
Por otra parte, en la Ciudad de México no está exenta de este tipo de fiestas clandestinas. Como agravante a la situación, la capital del país actualmente se encuentra en semáforo rojo por la ocupación hospitalaria que está al 89% y alarmante aumento de casos de COVID-19.
Ante esto, Infobae entrevistó a un trabajador de un antro que continúa operando a pesar de las restricciones impuestas por la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum.
“En el antro en que trabajo es mediante una reservación y solo hay un horario de llegada, entonces las personas que vayan a entrar tienen que ir a esa hora para que el encargado salga por ellos y no hay reingreso. Una vez que se quieran ir, si traen carro se pueden ir en el carro y sino tienen que esperarse adentro hasta que llegue su taxi”, destacó el empleado.
De igual forma, remarcó que, en algunos bares o antros, se pone una estampa en la cámara de las personas que se disponen a acceder, para que así no puedan grabar o documentar lo que está sucediendo adentro del recinto. El joven ahondó en que los trabajadores son quienes portan el cubrebocas, la careta y constantemente limpian las mesas con cloro. Además de que cada 15 días, se sanitiza el lugar.
“Normalmente si es antro, antes de entrar te ponen un sticker en la cámara y te toman la temperatura y hacen que pongas los pies en un tapete sanitizante. En algunos te rocían todo el cuerpo y en otros no”, puntualizó.
A diferencia de Quintana Roo, los precios para poder asistir a una de estas fiestas clandestinas no son tan elevados, pues las entradas a ciertos recintos pueden adquirirse en un rango de 100 a 150 pesos dependiendo de los organizadores.
“De eventos a los que he ido ha sido como a uno, no hay medidas sanitarias y son lugares grandes pero de todas formas sí va mucha gente, entonces no hay medidas”, finalizó el capitalino.
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