El 5 de enero de 1978, Alicia de los Ríos Merino, originaria de Chihuahua y miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue detenida por agentes de la División de Investigación para la Prevención de la Delincuencia en la colonia Nueva Vallejo de la Ciudad de México.
Luego de 43 años, su hija, Alicia de los Ríos Merino sigue sin saber qué fue de ella. El último registro público de su madre la ubica detenida en una prisión militar en Guerrero ese mismo año. Después, nada.
En 2002, cuando el Gobierno Federal creó la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del pasado, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, (Centro Prodh) presentó una denuncia ante la entidad. Luego, ésta desapareció y el caso pasó a manos de la Procuraduría General de la República, que no dio resultados ni antes ni después de cambiar de nombre a “Fiscalía”.
Luego, en abril de 2011, el Centro Prodh, la Fundación Diego Lucero, el Comité de Madres de Desaparecidos Políticos de Chihuahua y Ciudad Juárez y la familia de De los Ríos presentaron el caso ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos. La CIDH dictaminó, hasta octubre de 2020, que determinarían si el Estado mexicano es responsable por la desaparición forzada.
El Centro Prodh señala que, a pesar de que han pasado 40 años desde los crímenes cometidos durante “la mal llamada Guerra Sucia”, en la que el gobierno desapareció, torturó y ejecutó a los “grupos insurgentes, opositores políticos, integrantes de movimientos sociales e incluso personas ajenas a actividades políticas”, ninguna autoridad ni administración en turno ha revelado información sobre el caso.
Por eso, el 5 de enero de 2021, un día antes de otro aniversario de la desaparición de su madre, la activista Alicia de los Ríos publicó una carta en la que pide información.
Esta vez, dice, no va dirigida a ninguna autoridad, sino a los agentes de los organismos de seguridad que participaron en los crímenes de Estado y a las familias y amigos de éstos, que pueden tener alguna pieza de información para encontrar a su madre y a otros desaparecidos.
“Para realizar esa práctica y posiblemente eliminar a las personas bajo su poder debieron estar involucrados más participantes y, sobre todo, debió haber testigos que observaron, callaron y no se opusieron. Los desaparecedores también debieron tener una familia que los recibía y observaba sangre ajena en sus ropas, zapatos o cabellos”, escribe De los Ríos, hija, en “Sueño que me regaló un seis de enero. Carta a quienes saben dónde está Mamá”.
De los Ríos Merino es doctora en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y profesora de Historia en la Universidad de Chihuahua. Su historia está registrada en el documental “No sucumbió la eternidad”, dirigido por Daniela Rea, disponible en Filmin Latino, la plataforma del Instituto Mexicano de Cinematografía.
Ha escrito diversos artículos con sus hallazgos sobre el periodo de la Guerra Sucia y, en 2014, para el departamento de Psicología de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, publicó una artículo sobre las cicatrices que la violencia de las instituciones públicas dejó sobre la memoria de los supervivientes.
De ahí que, recurrir a la memoria de las familias y amigos de los perpetradores pueda ser un camino poco explorado, pero efectivo.
Cualquier información que alguien pueda tener o recordar, explica, puede ser importante para hallar el paradero final de su madre y de otros cientos de hombres y mujeres desaparecidos en la década de los 70. El correo para enviar información es alicia.contacto@centroprodh.org.mx y la carta completa está en el siguiente enlace.
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