En días recientes se dió a conocer el caso de Karla Cecilia Pérez Osorio, la médico internista de 37 años que fue internada en Coahuila por una aparente reacción adversa grave a la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el virus SARS-CoV-2 que le fue aplicada el pasado 30 de diciembre. 12 horas después de la inyección, la doctora comenzó a tener convulsiones y parálisis de algunas extremidades.
Karla Cecilia perdió movimiento en brazos y piernas. La primera versión era que se trataba de un padecimiento llamado mielitis transversa. Sin embargo, la Secretaría de Salud (SS) informó que el diagnóstico inicial es de encefalomielitis. Se trata de una inflamación de la médula espinal que está relacionada, en algunos casos, con infecciones virales fuertes. Aunque este síntoma puede ser causado por una larga lista de enfermedades pre-existentes, entre las que se encuentran enfermedades autoinmunes.
La última vez que se conocieron casos de mielitis transversa aparentemente relacionada con alguna vacuna contra la COVID-19 fue durante los ensayos clínicos de la Fase III de la vacuna desarrollada por AstraZeneca en Oxford, Reino Unido. En aquella ocasión, fue noticia que las pruebas se detuvieron luego de que uno de los voluntarios desarrollara este padecimiento.
Con el tiempo se supo que en realidad ocurrieron dos casos de mielitis transversa durante la Fase III de ensayos para la vacuna de AstraZeneca. Sin embargo, el laboratorio descartó que esta reacción estuviera relacionada con el fármaco y fue atribuida a una esclerosis múltiple pre-existente en los voluntarios que presentaron esta reacción.
El único antecedente médico que se conoce hasta el momento de la doctora Karla Cecilia, según informa la SS, es alergia al Trimethprim, un antibiótico usado comúnmente para infecciones en las vías urinarias.
La SS todavía no atribuye a la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el virus SARS-CoV-2 como la causa directa de esta reacción. De estar relacionada, esta sería la primera vez que se sabe de un caso de encefalomielitis relacionada a la vacuna de dichas farmacéuticas.
Actualmente, la médico internista ya está bajo tratamiento en la Unidad Médica de Alta Especialidad no. 25 de Monterrey, según informan familiares suyos.
De hecho, durante los ensayos de la Fase III de la vacuna de Pfizer/BioNTech, han habido muy pocas reacciones adversas consideradas como graves. En esta etapa de los ensayos clínicos, se hicieron pruebas en 44,000 voluntarios. En sólo 2.1% de los casos hubo alguna reacción adversa considerada como severa. La reacción que más resaltó en ese sentido, fue el dolor muscular (nuevo o que haya aumentado) con un 2.2% de los casos severos después de la segunda dosis de la vacuna.
Un caso severo, según los parámetros de la Fase III del estudio de Pfizer/BioNTech, es aquel que provoca una interrupción en las actividades diarias, no necesariamente hospitalización o intervención médica.
Las únicas ocasiones en las que fue necesaria alguna intervención médica durante dichos ensayos, fueron algunos casos severos de vómito y diarreas. Sin embargo, sólo hubo una ocurrencia del 0.2% de estos eventos.
En realidad, los efectos adversos más comunes por la vacuna de Pfizer/BioNTech contra la COVID-19 fueron dolor en el lugar de la inyección (84.1%), fatiga (62.9%), dolor de cabeza (55.1%), dolor muscular (38.3%), resfriados (31.9%), dolor en articulaciones (23.6%) y fiebre (14.2%). La mayoría de las reacciones adversas fueron moderadas y desaparecieron con el tiempo.
Ninguna de las reacciones adversas fue compatible con encefalomielitis ni mielitis transversa. Por otro lado, sí se presentaron algunos casos no severos de linfadenopatías, que comúnmente se presentan como inflamación de los ganglios linfáticos ubicados en el cuello. Aunque el estudio resalta que no hay suficiente evidencia para afirmar que estas reacciones están relacionadas a la vacuna que desarrolló contra la COVID-19.
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