En vista de las dificultades que representó la pandemia por coronavirus, el crimen organizado modificó su modus operandi para traficar.
La tan utilizada máxima en las escuelas de negocios —sobre que todo cambio supone una oportunidad— fue adaptada por los cárteles mexicanos, quienes reorientaron su forma de contrabandear droga a los Estados Unidos.
Como en muchos otros aspectos, el COVID-19 trajo un cambio de estrategia, y el negocio sucio de las drogas no fue la excepción. Según reportaron varias autoridades y recientemente el diario estadounidense The New York Times, en medio de la severa reducción de viajes aéreos y marítimos, así como los obstáculos para los cruces fronterizos terrestres, que se impusieron como medida para evitar los contagios, los narcos mexicanos han estado confiando más en las rutas subterráneas como los túneles.
De acuerdo con el diario, un miembro del Cártel de Sinaloa —una de las organizaciones criminales trasnacionales más poderosas de México— estimó que el uso de estas aberturas aumentaron aproximadamente un 40% durante la pandemia.
“Los traficantes, en algunos lugares, también han aumentado el uso de drones para transportar drogas a través de la frontera”, indicó el diario.
El COVID-19 —que hasta el momento en México ha dejado un millón 434 mil 935 contagios y 123 mil 845 víctimas mortales— rompió el flujo dede China a las organizaciones criminales, de los químicos necesarios para elaborar metanfetaminas y fentanilo.
Ante esta situación, en Sinaloa (México), una de las zonas donde yace la fabricación, hace dos años, el cártel encabezado por Ismael Zambada García, el “Mayo” y los Chapitos, comenzó a contratar profesores de química de universidades de todo México. Los profesionistas trabajan en los laboratorios de fentanilo supervisando la producción diaria.
También están tratando de cambiar el análogo molecular del fentanilo para crear una nueva versión sintética, aunque mucho menos pura que la de los chinos. El objetivo es utilizar precursores químicos que ya no dependen de la importación en Asia. La nueva fórmula permitirá a los narcos utilizar productos químicos más fáciles de conseguir y disponibles en todo momento.
El ex agente de la DEA, Terry Cole, determina que alrededor de 10 y 20 laboratorios de fentanilo operan actualmente en la nación mexicana. En estos lugares se utilizan prensas de pastilla grandes capaces de producir millones de píldoras en un solo día. El precio para elaborar las tabletas es de centavos por dólar.
En los laboratorios, los químicos contratados por las mafias trabajan activamente. Terry Cole, entrevistado por el sitio Breitbart News, puntualiza que incluso muchos de estos profesoras continúan enseñado en las universidades.
Por lo general, los laboratorios de fentanilo son más pequeños que los de metanfetamina debido a su volatilidad (la tendencia de una sustancia de pasar a la fase de vapor). En los lugares de fabricación de este tipo de opioides, el químico a menudo trabaja completamente cubierto en un aparato de respiración autónomo de nivel A, especialmente diseñado para los equipos de rescate y bomberos.
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