En los últimos 40 años, el monopolio de la droga en México se ha fragmentado a tal punto que de una agrupación como el Cártel de Guadalajara en la década de 1980, actualmente operan 19 agrupaciones con alcance regional, incluidas dos facciones transnacionales y alrededor de 230 células que lo mismo disputan territorios estratégicos o son el brazo armado para consolidar un imperio a costa de sangre y balas.
El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), con presencia al menos en 24 de 32 entidades, es el grupo delincuencial que se ha consolidado en la última década. Bajo el liderazgo de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, la organización pasó de ocupar cuatro estados, a sextuplicar su dominio de 2012 a 2020.
Fue en 2015 cuando el CJNG comenzó a mostrar su capacidad de fuego y desafío al Estado mexicano, desde entonces no se ha detenido con diversas masacres a policías, atentados contra altos perfiles políticos y su expansión a los cinco continentes para operaciones delictivas. Hace cinco años, sus vínculos abarcaban entre ocho y 11 entidades, según reportes mexicanos y de la Administración del Control de Drogas de EEUU (DEA).
Mientras que el Cártel de Sinaloa, cuyos antecedentes datan de 1990, ha administrado su poderío y hecho frente a las ambiciones del CJNG por ganarle territorio. Pese a la caída definitiva de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, en 2016, la organización mantiene su hegemonía de la mano de Ismael Zambada García, El Mayo, histórico dirigente que nunca ha pisado la cárcel desde que comenzó y construyó su imperio criminal a mediados de 1980.
Según datos de la DEA, el CJNG y el Cártel de Sinaloa (también llamado del Pacífico) son las principales organizaciones del crimen transnacional que trafican narcóticos a Estados Unidos. En los últimos tres años ha sido notorio el aumento de cargamentos de fentanilo y metanfetamina, además de otras drogas tradicionales como la cocaína, la heroína y marihuana.
Para lograr sus operaciones, han desarrollado vínculos en países andinos como Colombia, Bolivia y Perú, al igual que han exportado precursores químicos desde Asia, en naciones como China y la India. Su estructura criminal se extiende hasta el norte de África, en particular, en la zona del Sahel, desde donde entran a distribuir narcóticos hacia Europa.
Aunado a su adquisición de armas y una red financiera para combatir a las fuerzas del orden y blanquear capitales, ello los convierte en los cárteles con más poder e influencia hasta 2020.
A diferencia de los dirigidos por El Mayo, el CJNG no registra células regionales, sino ha procurado alianzas con grupos arraigados y eventualmente extiende su poder, de acuerdo con un análisis de Insight Crime. Hasta diciembre de este año, por el contrario, el Cártel de Sinaloa contaba con 18 grupos armados al interior, los cuales están distribuidos por el norte, centro y costa pacífico del país.
La DEA reportó que organizaciones de los Beltrán Leyva, Cártel de Juárez, Cártel del Golfo y Los Zetas, mantienen el trasiego de drogas hacia EEUU, sin embargo, el alcance de estas facciones ha disminuido en los últimos 10 años.
En consecuencia, han proliferado sus escisiones que, a su vez llevaron a una atomización de la violencia, pues la disputa territorial es más aguerrida frente a grupos que antes eran aliados; es decir, hay una la lucha constante por el resguardo de las plazas en el mismo entorno geográfico.
Por las regiones en que se ubican, estas facciones pueden vender y distribuir droga, o diversificar sus ilícitos para la obtención de ganancias que ayuden a financiar la empresa local (pagar a sus integrantes y armarlos). Por ejemplo, hay grupos dedicados a la extorsión, el secuestro, el robo de hidrocarburos, la trata de mujeres o el control del paso a migrantes rumbo a EEUU.
De acuerdo con un reporte de Lantia Consultores, en el país hay 231 grupos delictivos. El dato fue obtenido mediante un análisis de fuentes abiertas y con corte al 16 de noviembre del año pasado. Esto incluye cárteles, bandaspandillas, células, escisiones, mafias locales o regionales.
La organización determinó que el CJNG operaba en 31 estados del país y el Cártel de Sinaloa en 29 entidades, excepto en Jalisco, Hidalgo y San Luis Potosí. Aunque versiones de prensa han señalado que los liderados por El Mayo Zambada mantienen una disputa en Puerto Vallarta contra los del Mencho.
Por su parte, la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) ha identificado al menos a 19 cárteles en México. Santiago Nieto, titular de la dependencia, presentó un mapeo el 5 de agosto pasado con base en reportes de la Secretaría de la Defensa Nacional y el Centro Nacional de Inteligencia.
De las 19 facciones, al menos ocho han aumentado significativamente su operación a nivel local: Los Viagras, en Michoacán; Guerreros Unidos y Los Rojos, en Guerrero; Cártel de Santa Rosa de Lima, en Guanajuato; la Unión Tepito y el Cártel de Tláhuac en la capital mexicana, y naturalmente, el Cártel Jalisco Nueva Generación y Sinaloa.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, precisó el titular de la UIF, se permitió el fortalecimiento de Los Marquina y/o el Cártel de la Sierra en Guerrero; La Nueva Familia Michoacana en Michoacán; La Nueva Plaza en Colima y Jalisco, así como Los Colombianos en Morelos.
La cartografía del crimen organizado ha sido imprecisa desde 2015, año en que la Fiscalía General de la República (FGR) elaboró su último listado, según ha ofrecido el mismo documento en diversas solicitudes de transparencia, pese a que se requieren otros años.
Por ejemplo, la petición con folio 001700282717, fechada en noviembre de 2017 y donde se solicitan datos de 2011, la respuesta de la FGR es la misma lista ofrecida para 2020 en el folio 0001700997720.
De acuerdo con ese documento, se tenía en el registro a los Arellano Félix, Carrillo Fuentes, Los Caballeros Templarios, Cártel del Golfo, Los Zetas, Beltrán Leyva, la Familia Michoacana, además del CJNG y el Cártel del Pacífico. Todos estos grupos sumaban 37 subestructuras en 19 estados del país.
Sin embargo, algunos de esos grupos ya no operan o formaron nuevas asociaciones. Por ejemplo, los Carrillo Fuentes han derivado en el llamado Nuevo Cártel de Juárez con sus respectivos brazos armados en Chihuahua.
Mientras que parte de Los Caballeros Templarios desembocaron en ex grupos de autodefensas como Los Viagras o aquellos dirigidos por Juan José Álvarez Farías, alias El Abuelo.
De ese modo, la FGR no da cuenta del Cártel del Noreste y la Tropa del Infierno en Tamaulipas, Zacatecas y San Luis Potosí, así como la UIF no hace referencias al llamado Grupo Sombra en Veracruz. Mucho menos se alude al Cártel de San Luis Potosí Nueva Generación, asentado en la Huasteca Sur, de Ciudad Valles, Tamuín, San Vicente Tancuayalab y Tanquián. Y tampoco hay menciones del Cártel Caborca, facción presuntamente dirigida por Rafael Caro Quintero en el desierto de Sonora.
Si bien, se trata de escisiones y está implícita la complejidad del rastreo, son muestra de cuánto se han acumulado los grupos de la delincuencia más allá del mapeo con que cuenta la UIF.
En cambio, de lo que hay certeza es que estas facciones están lejos de ser erradicadas y aún con la detención de sus líderes, siguen operando como se ha demostrado en la última década. El baño en sangre, personas desaparecidas, los cadáveres en fosas clandestinas, servicios forenses desbordados, así como el sufrimiento de millones seguirán siendo las consecuencias.
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