“Para mi, los desaparecidos son personas vivas”: Diego Enrique Osorno habló sobre “Vaquero del mediodía” y la búsqueda de un poeta perdido

El periodista estrenó su documental en la plataforma de Netflix en donde inició una búsqueda de su amigo, que se volvió un mito

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Diego Enrique Osorno inició la
Diego Enrique Osorno inició la búsqueda de su amigo, Samuel Noyola, el poeta desaparecido (Captura de Pantalla: Instagram @detectivemx)

El escritor, periodista y documentalista Diego Enrique Osorno se confrontó con diversos demonios en la realización de su documental “Vaquero del Mediodía”, en donde inició una búsqueda de Samuel Noyola, el poeta nicaragüense que se desterró en México y que se perdió dentro de un laberinto.

Diego Osorno platicó con INFOBAE MÉXICO sobre los interminables sufrimientos de la burocracia mexicana a la hora de buscar a desaparecidos y de ejercer el papel detectivesco de una figura que se escondía en retratos, en historias, en mitos y cómo logró marcar a quienes lo conocieron:

Yo empecé la búsqueda por mi cuenta, por mis medios (...) me di cuenta que tenía que escuchar a muchos de sus amigos que lo daban por muerto, que creían que estaba en una fosa común. Primero tuve que buscar a su familia para poder conseguir una prueba de ADN, pero a mi me importaba mucho buscarlo con vida, para mí los desaparecidos son personas vivas pero en las procuradurías se les busca en las morgues. Fue así como conseguí, por buenas referencias, a Ariana, que tenía un promedio de 8 de cada 10 personas desaparecidas halladas
Samuel Noyola, el poeta desaparecido
Samuel Noyola, el poeta desaparecido y uno de los aprendices de Octavio Paz (Foto: Instagram @DiegoEnriqueOsorno)

El cronista afirmó que tiene la creencia de que hay que ser investigadores radicales, manejar con el mayor rigor posible de referencia a los grandes mitos. Samuel Noyola, para Osorno, es un representante de la rebeldía y afirmó que esa subversión tuvo su prueba de fuego cuando se dio el encuentro con Octavio Paz. Como si fueran piezas contrarias pero semejantes, la dualidad de la creatividad artística los atrajo como maestro y aprendiz: Octavio buscaba la pasión de la juventud y Samuel la sublimación de su poesía:

Hay una pregunta que muchos se hacen ‘¿cómo se da este interés de Samuel en Octavio Paz? y ¿Cómo se da el interés de Octavio en Samuel?’ creo que en el fondo de eso hay dos cosas: la poesía, el compromiso que tenían los dos hacia ella desde sus respectivas posiciones, privilegiadas o no en la vida. El compromiso que ambos tenían para la poesía era genuino

Para Diego, Samuel había iniciado una búsqueda interminable de identidad por la falta de una persona que representara el papel paternal para él. El joven rebelde halló en Octavio una persona que siempre estuvo dispuesto a cubrir ese papel, lo que entre ambos derivó en una profunda cercanía que va más allá de una amistad común. Ambos se entendían con sus poesías y caminaban mundos paralelos pero similares:

Me da la impresión de que Samuel siempre intentó encontrar una figura que llenara ese hueco, por eso cuando se dio el fallecimiento de Octavio Paz, él desaparece, como si quisiera alcanzarlo de una forma y por ello, como si viviera su misma muerte, prefirió desvanecerse
"Vaquero del mediodía", el documental
"Vaquero del mediodía", el documental que busca rastrear un mito (Captura de Pantalla: detectivemx)

Samuel Noyola, un hombre que definía su vida como si fuera un reloj circular, era un hombre que creía en una existencia como el uróboros: la serpiente que se devora a si misma y que representa el ciclo del tiempo sustituyéndose y superándose. Esa etapa llegó cuando se sumó a la revolución sandinista, peleando por Nicaragua:

Algo que traté de hacer fue un pequeño guiño a esa utopía, que se generó en ese país, menospreciado por muchos (...) En 1980, el año en el que nací, fue uno de los más luminosos para ese sueño, la contra (financiada por los Estados Unidos) todavía no hacía ataques tan cruentos. En esa revolución en donde estaba Roberto Cardenal, Graham Greene los había visitado, estaba Gabriel García Márquez, Julio Cortázar... el arte era el que movía esa revolución

Uno de los pictogramas más emblemáticos del documental, es uno en donde Samuel Noyola se queda viendo fijamente a un orbe, una esfera, en la que ve su reflejo desde diferentes ángulos. Parecía buscarse a sí mismo en ese reflejo. Él aparece en la foto por mera casualidad, como suelen registrarse algunos de los eventos más trascendentes de las historias:

Juan Robles, el amigo de Samuel, el productor de televisión que lo filma en muchos momentos, me contó que creía que Rogelio Cuéllar había tomado alguna vez fotos de Samuel. Fuimos, con Juan Villoro, a la casa del maestro, les tocamos y todo... él no tenía ni idea de idea de quién era Samuel pero afortunadamente estaba haciendo mudanza y nos dejó ver los archivos de sus fotos, nos pusimos a revisar sus negativos y de repente apareció él, con la esfera...
Samuel Noyola, el poeta que
Samuel Noyola, el poeta que decidió desaparecer por seguir la congruencia de su estilo de vida. (Captura de Pantalla: detectivemx)

Rogelio le contó a Osorno que la sesión de fotos era para Armando Alanís, quien había llevado a Noyola para que lo acompañara un rato y que cuando Cuéllar inició su sesión fotográfica, sentía que su cámara lo jalaba directamente hacia la figura del poeta, y lleno de curiosidad también comenzó a fotografiarle. Fue así como nació la foto que lo retrata como un desconocido, una de las pocas imágenes que se tiene del “Vaquero del Mediodía” y que lo guardó como un símbolo perdido en un archivo olvidado:

Pero Cuéllar, sin saber quién era Samuel, comenzó a sentirse atraído por la figura, y pasó a ser una sesión mixta, tanto de Armando como de Samuel y eso lo recogimos. Si hay una metáfora, sí traté de respetar sus ritmos, es vertiginoso, hay muchos símbolos y simbología que es una forma muy similar a como Samuel maneja en sus textos

El misticismo arrastró a su figura, Samuel aparece y desaparece como pocos autores lo han hecho, no interesado en formar parte de la fila central de las fotos como si lo era su mentor Octavio Paz, Noyola se difumina en los hechos, aparece en esquinas de las fotos, en grabaciones en donde se le ve peleando en el fondo, la historia raramente es sobre él como protagonista, excepto esta vez.

Diego se va con melancolía, las cartas no le dijeron mucho más que lo que ya sabía, pero le dejaron en claro algo: Si Samuel estaba vivo, no deseaba reaparecer, no quería ser encontrado. Había intentado desvanecerse y lo había logrado, hasta de los mismas figuras del tarot se mostraban reticentes a decir su ubicación o siquiera si estaba vivo, eso vivió cuando fue a ver a una pitonisa para buscar el paradero de su amigo:

Cuando fui con Ivonne, me dejó anonadado, al principio iba con una mentalidad escéptica ¿no? pero en cuanto empezó con la sesión me dejó muy impresionado. Porque me empezó a decir cosas que casi nadie sabía de Samuel y que ella no tenía forma de saber. Que su papá lo había abandonado, que había tenido una experiencia muy intensa cuando era adolescente. Cuando yo le pregunto ‘¿en donde está Samuel?’ yo ya tenía un una experiencia muy comprometida con el encuentro, yo ya estoy inmerso

Diego Enrique Osorno expone al personaje de Samuel ante un proceso alquímico en el que lo purifica ante el fuego, lo transforma. Lo expone ante el fuego y lo consume. Así fue como, oculto a través de mitos y de rumores sobre su vida, Samuel Noyola desapareció de su vida. El periodista se queda con una frase que resalta lo efímero de la vida del poeta desaparecido, la amistad fue el vínculo inquebrantable. Noyola dejó sólo hizo una petición, digna de sus propias aventuras y de su forma de vivir: “Les pido que me recuerden y se rían de mi”.

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