A finales de la década de los 40, luego de su estancia en Estados Unidos y tiempo después de haber recibido la nacionalidad mexicana, el cineasta español Luis Buñuel dedicó años a recorrer barrios marginales de la Ciudad de México con el fin de atestiguar la realidad de millones de personas precarizadas, evidencia viva de una modernidad que marcaba profundamente la división entre poseedores y desposeídos, entre la opulenta clase política y empresarial en el gobierno de Miguel Alemán… y los demás, separados sólo por algunos kilómetros en la gran ciudad.
Así, espacios como el barrio de Nonoalco, la plaza La Romita y una ciudad perdida en Tacubaya fueron la inspiración para contar sin moralismo un drama social, la cara más oscura de la pobreza de la juventud empujada a la violencia y al crimen por la desigualdad, historia detonada por el hallazgo de un niño encontrado muerto entre cerros de basura, hecho registrado por un reformatorio.
Haciendo equipo con el productor Óscar Danciger, el guionista Luis Alcoriza y los actores Roberto Cobo, Miguel Inclán, Stella Inda, Alma Delia Fuentes y Alfonso Mejía, la película que en un inicio se llamaría La manzana podrida fue rodada en 21 días, del 6 de febrero al 9 de marzo de 1950, en los Estudios Tepeyac y algunos exteriores como rincones en las colonias Morelos y Atlampa del entonces Distrito Federal, resultando en un proyecto más cercano al neorrealismo italiano que al surrealismo que el director presentó en cintas previas a su llamada “etapa mexicana”, inaugurada por Gran Casino (1947) y El Gran Calavera (1949). Alertado por las intenciones de denuncia social de la película, Jorge Negrete, entonces Líder del Sindicato de Actores, intentó impedir la filmación sin lograrlo.
Una vez estrenado, el filme despertó polémica al plasmar los horrores de la miseria en una época donde los otros cineastas se empeñaban en perpetuar el ensueño de la “época de oro”, momento histórico de gran producción audiovisual capaz de influenciar la concepción de una identidad nacional donde los pobres pueden ser felices, honrados y vivir contentos.
“Durante los tres años que estuve sin trabajar, pude recorrer de un extremo a otro la ciudad de México y la miseria de muchos de sus habitantes me impresionó. Decidí centrar Los olvidados sobre la vida de los niños abandonados y para documentarme consulté pacientemente los archivos de un reformatorio. Esto es, mi historia se basó en hechos reales. Traté de denunciar la triste condición de los humildes sin embellecerlos, porque odio la dulcificación del carácter de los pobres. Los olvidados es, quizá, mi film preferido”, declaró Buñuel en 1950.
Estrenada el 9 de noviembre de ese año en el cine México, función a la que no acudió ninguno de los responsables por miedo al recibimiento, Los olvidados salió de cartelera a los tres días por la indignación que suscitó y los furiosos ataques de sectores acomodados de la sociedad y la prensa. Incluso se pidió la expulsión de Buñuel en aplicación del artículo 33 de la Constitución, pero para entonces el aragonés ya no era un extranjero, sino naturalizado mexicano.
Así lo registró un artículo publicado por Álvaro Custodio en Excélsior el 11 de noviembre de aquel año:
“Luis Buñuel, acuciado por sus principios superrealistas, siente una especial inclinación para todo aquellos que es tradicionalmente feo, desagradable, cruel, antipático, innoble. Es el lado de la vida que él gusta de expresar, porque tal es su elemento creador, como el barro para un escultor. Buñuel es enemigo de lo artístico, de lo sublime, de lo moral, de lo ingenioso, de lo apasionado. Ni la imaginación, ni la gracia, ni la poesía le brotan espontáneamente. No es lo que suele llamarse un artista dotado, sino todo lo contrario. Sobre su conciencia pesa un excesivo bagaje intelectual, atiborrado de “antis” y de ahí su preferencia por los temas abruptos, escabrosos, escatológicos, que carecen de tradición literaria, pictórica, teatral o cinematográfica, donde él se puede mover sin ligaduras ni ejemplos abrumadores. O sea, donde resulta más fácil lo “singular” por no establecido”.
Pese a las reacciones locales, Buñuel recibió el premio como Mejor director en el Festival de Cannes en 1951, así la película regresó a México y se reestrenó en el cine Prado, ahora sí con exitoso recibimiento del público y la crítica. Por su parte, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas la distinguió con once premios Ariel, incluidos el de Mejor película y Mejor director.
A 70 años de distancia, Los olvidados se ha constituido como un registro del México del Siglo XX y un documento histórico sobre la vida de los niños marginados, encarnados en El Jaibo, El Ojitos, Pedro y El Pelón, personajes de ficción que encuentran reflejo en las grandes urbanizaciones contemporáneas, en un proyecto con visión cruda y realista que conforma una denuncia en el cine sin concesiones morales.
Para la realización de esta nota, Infobae México entró en contacto con la Filmoteca UNAM, depositaria de la única copia sobreviviente en 35mm en soporte de nitrato de celulosa del negativo original del aclamado filme. Una cinta llegó al acervo de la institución gracias a un fortuito hallazgo cuando la histórica casa productora y distribuidora CLASA, entonces propiedad del productor y guionista yucateco Manuel Barbachano Ponce, decidió vaciar sus bodegas de los Estudios Churubusco y trasladó su material a los acervos del organismo de la Universidad. Al inventariarlo se encontró, para sorpresa de todos los presentes, la cinta original de cuya existencia nadie tenía conocimiento.
“A partir de esta única copia del negativo original, cuyos derechos pertenecen a Fundación Televisa y que es resguardada por la Filmoteca UNAM, y gracias a los trabajos de preservación y conservación de los técnicos del Taller de Rescate y Restauración y del Acervo de esta institución, la película se ha logrado estabilizar para mantenerla en óptimo estado a pesar del paso del tiempo. La cinta original fue escaneada por la Filmoteca UNAM siguiendo los más altos estándares en rango de imagen, mientras que la Cineteca Nacional realizó el escaneo del sonido”.
José Manuel García, Jefe de la Unidad de acceso Interinstitucional de la Filmoteca UNAM, profundizó al respecto del hallazgo ocurrido en 1999, cuando se encontró un final alternativo y “dulcificado” de la importante obra fílmica:
“En el contexto del centenario de Buñuel, la historia de la restauración de este filme trajo consigo el surgimiento de un descubrimiento inesperado: un final alternativo que Buñuel había rodado, casi inadvertidamente, a instancias del productor de la película, Óscar Dancigers, quien había anticipado –no sin razón- que el contenido del filme podría resultar muy crudo para la censura y la crítica del momento.
La Filmoteca de la UNAM conservaba en sus bóvedas un internegativo de Los olvidados, que en ese momento era el mejor elemento de preservación de la película. Cuando el museo del Palacio de Bellas Artes se disponía a presentar la exposición sobre la obra de Buñuel, los curadores de la misma decidieron hacer énfasis en este título, para señalarlo respecto a la que se había presentado en Alemania y en España; para ello, nos solicitaron reproducir en papel algunos fotogramas claves del film a partir del internegativo mencionado. Durante el proceso de selección de dichos fotogramas, agrupados alrededor de una moviola, un grupo de trabajadores se percató que el rollo 9 del material que revisaban incluía un material positivo bastante rayado en el que nadie había reparado antes. Resultó que desde tiempo atrás teníamos en el acervo un final alternativo de Los olvidados y no lo sabíamos
De inmediato procedimos a anunciar el descubrimiento, al tiempo que trasladamos el material al laboratorio para hacer una restauración fotoquímica; después hicimos un internegativo y, de ella, una copia positiva a partir de la cual el mundo pudo conocer el segundo final de Los olvidados.
García detalló que el negativo original llevaba casi tres décadas extraviado, por lo que al incorporarlo a la totalidad de la película, el equipo decidió proponerla ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para ser reconocido como patrimonio inmaterial de la humanidad:
“Tiempo después de este hallazgo (...) la antigua productora y distribuidora CLASA, de Manuel Barbachano, vaciaba una bodega que alquilaba en los estudios Churubusco para trasladar su contenido a nuestras bóvedas en la Universidad. Durante la realización del inventario que hacíamos de estos materiales, encontramos el negativo original, en nitrato de celulosa, de Los olvidados, que llevaba más de 25 años extraviado. Los dueños de los derechos de la película no contaban con ello; en el archivo fílmico de la UNAM no renunciábamos a que un día apareciera así, de manera fortuita, como un día lo había hecho el segundo final. Poseedores de una especie de condicionamiento pavloviano, lo primero que hicimos al descubrir el negativo fue cerciorarnos de que el último rollo traía consigo un anexo con el negativo del segundo final. No estaba ahí, por supuesto”, expresó.
Valiéndose de la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidad (ONU) para la cultura, puesta en marcha desde 1992 con el fin de procurar la preservación y el acceso al patrimonio histórico documental de relevancia para los pueblos del mundo, el quipo de la Filmoteca sometió la película a disposición del organismo internacional:
“La aparición del negativo original de Los olvidados generó, a su vez, otro hecho relevante en la historia de la Filmoteca de la UNAM. En el año de 2002 propusimos a la UNESCO que incluyera este negativo en el programa de Memoria del Mundo, que reconoce la preservación de documentos que son considerados memoria relevante de la humanidad. Y los negativos de las grandes películas de la historia lo son.
Nuestra propuesta, apoyada por una buena cantidad de colegas, fue aceptada un año después y el negativo de Los olvidados, una película que no pocos consideramos la más importante de la cinematografía mexicana, permanece preservado en las bóvedas de nitrato de nuestra institución, en su calidad de memoria de la humanidad. A raíz de dicho reconocimiento, el film ha vuelto a exhibirse, con especial significado, en escenarios tales como la sección Classics del Festival de Cannes, en el London Film Festival o en el Festival de San Sebastián
De esta manera, la obra más conocida del “Buñuel mexicano”, se convirtió en la única película iberoamericana en ser declarada Memoria del Mundo, distinción que únicamente las cintas de los hermanos Lumière, la alemana Metrópolis (1927) de Fritz Lang y El Mago de Oz (1939) de Victor Fleming, han conseguido el importante estatus.
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