Caro Quintero es leyenda. Y como tal corren muchas versiones a su alrededor. Algunas proceden de su propio entorno y buscan facilitar su permanencia en México. Un objetivo cada vez más difícil después de que la Agencia de Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) lo convirtiera en el hombre más buscado y que un Tribunal Colegiado desechara el recurso de revisión que presentó el capo de Sinaloa.
Este viernes, la noticia de un revés al veterano líder del Cártel de Sinaloa marcó las prioridades del gobierno mexicano: entregarlo a su vecino del norte.
De acuerdo con la DEA, el “Narco de narcos”, es un hombre armado y peligroso, es buscado por el secuestro y asesinato del agente Enrique Kiki Camarena, en 1985. Sin embargo, el retrato que ofrece de sí mismo es un un narco anciano, que no puede trabajar y no tiene ni dinero para pagar un abogado en caso de ser detenido por las autoridades.
“Como he hecho notorio, aduce encontrarse sustraído de la acción de justicia, lo que le impide laborar o desempeñar alguna actividad por la que pueda adquirir recursos económicos”, detalló en una petición presentada ante el Primer Tribunal Colegiado en materia penal de la Ciudad de México, el pasado mes de junio.
Los servicios de inteligencia militar, la fiscalía mexicana y la propia Agencia Antidrogas en Estados Unidos (DEA) sostienen que desde su salida de la cárcel en 2013, Caro Quintero ha reagrupado sus fuerzas y aprovechado la caída de su antiguo amigo, Joaquín el “Chapo” Guzmán, para disputar la plaza del norte del país.
Para ello ha centrado su actividad en el Triángulo de Oro, una de las mayores zonas de producción de opio de América y se ha aliado con los Beltrán Leyva, enemigos acérrimos del Cártel de Sinaloa. Cada vez más osado, en su escalada estaría intentando hacerse del control de Ciudad Juárez (Chihuahua) la gran puerta de entrada a Estados Unidos.
Todo eso lo niega Caro Quintero. “El nombrado recurrente alega insolvencia porque dice tener más de sesenta años de edad, no estar pensionado ni jubilado”.
Su actitud es la habitual en los grandes capos. Cuando al ser detenido el 22 de febrero de 2014, la policía le preguntó al Chapo a qué se dedicaba, contestó que era un simple agricultor. En un sentido parecido expresa ahora Caro Quintero, y desde luego niego, como siempre ha hecho, su participación en el asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena, el crimen que le llevó a la cárcel en 1985 y que desde entonces le persigue noche y día.
La acusación considera probado que el 7 de febrero de dicho año, cuando Camarena salía del consulado de Estados Unidos en Guadalajara, fue secuestrado por policías y entregado al Cártel de Guadalajara. En un terreno de la organización, el policía estadounidense fue torturado una y otra vez mientras un médico le mantenía con vida. Cuando su cuerpo fue recuperado, se descubrió que había sido castrado y enterrado vivo.
La barbarie golpeó como nunca antes el corazón de la DEA. La agencia puso en marcha una gigantesca operación, dentro y fuera de la ley, para atrapar a los culpables. Ninguno se libró.
El primero en caer fue “El Narco de Narcos”. La justicia de México lo condenó a 40 años, pero en 2013, cuando aún le faltaban 12 años por cumplir, logró que un tribunal de Jalisco lo dejara en libertad por un defecto de forma. Cuando la decisión fue invalidada ya estaba en la clandestinidad.
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