Al norte de Culiacán (capital de Sinaloa) existe una guerra abierta. En aquel sitio, de pueblitos terrosos, y unas cuantas casas, donde convive la pobreza extrema al lado de la ostentación de ranchos adaptados como salones de fiesta, está invadido por las organizaciones criminales.
Enfrentamientos armados directos, unos registrados en los medios de comunicación y otros que sólo van de boca en boca entre los habitantes. Allá es claro que la “zona está caliente”.
La capital sinaloense está invadida por grupos armados desde hace mucho tiempo, no es nuevo. En los años recientes con mayor fuerza, por el poder que tomó el operador de Ismael el Mayo Zambada —líder del Cártel de Sinaloa—, un sujeto al que apodan el “Ruso". Los pobladores le atribuyen una vivienda enorme, visible en lo alto de un cerro al sur de la carretera principal.
Tras la intentona del gobierno federal en octubre de 2019 para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo”, el “Ruso” y los herederos del capo sentenciado a cadena perpetua en Estados Unidos, intensificaron una lucha intestina que habría iniciado desde marzo del año pasado.
Según los medios locales como el semanario Río Doce, el grupo del “Nini” —sicario de los Chapitos— incursionó en la comunidad de Aguacaliente, controlada por el “Ruso”, con el pretexto de que nació en ese lugar.
Desde entonces empezaron los asesinatos y la presencia de grupos armados en colonias de la zona norte de Culiacán.
Los primeros días de diciembre de 2019, un convoy de hombres armados circuló por las calles de la Loma de Rodriguera. Luego, en la colonia Rubén Jaramillo desfilaron camionetas con hombres armados a plena luz del día y asesinaron a un hombre al que presuntamente intentaron levantar. La guerra ha contabilizado muchos muertos difícil de precisar cuántos.
Todo eso para una zona apenas poblada, con pueblos pequeños desperdigados, pero con fuerte presencia criminal.
Una escuela, la declaración de guerra
Las guerras en las organizaciones criminales son una constante. Apropiarse del monopolio de algún delito en una zona geográfica o del negocio ilícito en alguna ruta, es parte de esa “normalidad”.
A veces las causas son rencillas intestinas o familiares, o el control de la autoridad por las relaciones corruptas. En suma es el poder, tan parecido al control del poder político.
La zona norte de Culiacán es desde hace años un sitio impenetrable. Lo saben los pobladores, pero no así los "Chapitos, quienes han habilitado una escuela temporal en la colonia Bicentenario.
Alfredo, Iván Archivaldo y Ovidio Guzmán, son conocidos por su imprudencia, ostentación y excesos. En Sinaloa, sin embargo, son una insólita combinación de “héroes”, objetos de respeto e incluso de reverencia.
Durante el confinamiento por la pandemia, los “Chapitos” se han hecho presentes en distintas zonas de Culiacán —bastión del Cártel de Sinaloa—, con la entrega de dinero, despensas, útiles escolares, y ahora una escuela para una zona marginada.
El centro educativo, acondicionado en un terreno con malla sombra, lámina, una estructura de madera, piso de tierra, un baño y una bodega, con laptops, impresoras y un módem para internet inalámbrico, es parte de una interesada generosidad de los lideres criminales.
De acuerdo con la radiografía del narco en aquella entidad, la zona está dominada por el “Ruso", enemigo acérrimo de los “Chapitos”, quienes estarían interesados en ampliar su base social en aquel sitio. Los expertos advierten que con esta acción, los hijos del “Chapo” Guzmán le han dado la cara al “Ruso” con una inminente declaración de guerra.
Los enfrentamientos internos en una de las organizaciones criminales más poderosas de México no son sólo asunto de sus negocios. Arrasan con ciudadanos también. La circulación de convoyes armados y los enfrentamientos han cobrado vidas de pobladores ajenos a sus negocios e intereses.
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