Desde que el patriarca de la familia, Joaquín el “Chapo” Guzmán cayó en desgracia y fue condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, sus hijos heredaron la mayor multinacional del crimen, el Cártel de Sinaloa, pero no así la discreción de su padre.
Alfredo, Iván Archivaldo y Ovidio Guzmán son los tres hijos más unidos a la organización sinaloense. Nacidos y crecidos entre reyes del narcotráfico, Los Chapitos —como los llaman en el mundo del hampa—, son conocidos por su imprudencia, ostentación y excesos. En Sinaloa, sin embargo, son una insólita combinación de “héroes”, objetos de respeto e incluso de reverencia.
En la ciudad de Culiacán, bastión de los Chapitos y donde todos los días se muestra la criminalidad, están aquellos que ven al Cártel de Sinaloa como una opción de seguridad.
En 2017, ante los ojos de sus vecinos y de sus seres queridos, los policías del municipio de Culiacán, José Antonio Saavedra Ortega y Yosimar García Cruz fueron secuestrados por un grupo de hombres armados. Más de 365 días sin saber de ellos, investigaciones oficiales inconclusas, la desesperación y el dolor llevaron a los familiares, un año después, a pedir ayuda a una de las estructuras del narcotráfico más poderosas de México.
A través de una carta, los familiares de Saavedra y de García Cruz solicitaron el apoyo del Cártel de Sinaloa para encontrar a sus seres queridos. “Apelamos a sus grandes corazones, a que nos den un poco de paz, o la paz completa al encontrar a nuestros hijos amados a nuestros hermanos, a nuestra familia”, se lee en un fragmento de la misiva.
En México, que desconoce el número exacto de desaparición forzada, no es una rareza que los familiares de las víctimas tomen medidas drásticas para localizar a sus seres queridos. “Si la autoridad no nos ayuda, pues nos queda acudir a estas personas (el Cártel de Sinaloa)”, aseguraron.
En Ampliación Bicentenario, la colonia más pobre Culiacán, una escuela debajo de un tejaban fue patrocinada y habilitada por los hijos de Guzmán Loera. Tras la pandemia por coronavirus, los habitantes habían solicitado apoyo al gobierno estatal, pues no contaban con los recursos suficientes para las clases en línea; sin embargo, fueron ignorados.
Los alumnos de la escuela temporal Extensión Bicentenario son hijos de pepenadores sin acceso a televisión e internet, por lo que no habían podido tomar clases hasta esta semana, cuando inauguraron la institución. Los Chapitos les compraron a los menores uniformes, calzado, además de material escolar como libros, lápices, impresoras.
¿Sabe la procedencia de estos recursos?
—Tal vez si es cierto, viene del crimen organizado, de dónde venga, pero la verdad yo miro la acción, dice una las maestras voluntarias de la escuela.
En Sinaloa, el poder no se explica con los mismos esquemas que en otros sitios. En el estado se usan de manera diferente las palabras gobierno y autoridad. El gobierno son las entidades públicas. La autoridad es otra cosa, es eso que, circulando por aquellas montañas no puedes ver pero que se sabe está en todos los caminos.
La presencia de la autoridad del cártel no está en ningún sitio y está en todos los sitios. Es un ojo que todo lo ve y que aveces se manifiesta en falsas obras sociales.
El lamento desesperado de Diana Laura, madre de Luis David Ayon Heredia —un menor con hidrocefalia—, se suma a la tragedia que golpea a miles de mexicanos.
La mujer fuera del Hospital Pediátrico de Culiacán, llora y pide ayuda mientras sujeta una fotografía de su hijo.
Su clamor llegó a redes sociales, donde Los Chapitos avistaron su caso. En Facebook, en la página Ángeles Nocturnos Culiacán, Diana lanzó un llamado de auxilio en el que aseguró no tiene para los medicamentos del menor, quien desde que nació no ha salido de la clínica.
Días después, los herederos del Cártel de Sinaloa le hicieron llegar 50,000 pesos con sus emisarios.
“Muchas gracias a los hijos del “Señor” (“Chapo” Guzmán) que me han mandado este dinero, gracias a ellos mi bebé va a salir adelante. En verdad me gustaría que más personas me ayudaran”, detalla con pesar Diana Laura para Milenio Noticias.
Sin embargo, no todos los sinaloenses respiran hoy aliviados con su ayuda. Por su ubicación, Culiacán —se extiende desde la costa en el Golfo de California hasta los límites con Durango en la Sierra Madre Occidental— es desde hace años territorio de disputa del narcotráfico, lo que ha provocado la muerte de miles de civiles.
En los límites de pueblos como El Ranchito y El Huizache, los sicarios del Cártel de Sinaloa abandonan desde osamentas hasta cuerpos con narcomensajes. El pasado 4 de febrero, sujetos abandonaron un cuerpo, en medio de un basurero de Culiacán. Hasta la fecha, se han encontrado 40 cadáveres. Las últimas víctimas fueron identificadas como dos adolescentes de 14 y 16 años, que fueron asesinados y quemados.
Los Chapitos son vistos por las autoridades mexicanas y estadounidenses como una pieza clave en el engranaje del Cártel de Sinaloa, tras la extradición de su padre en 2017. De acuerdo con la prensa de Sinaloa, los hijos del Chapo contaban con el respaldo de Ismal el “Mayo”, Zambada, considerado durante décadas como el líder en las sombras del cártel, hasta hace poco, que un pleito entre pistoleros los envolvió en una lucha encarnizada por el poder.
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