Los huicholes no celebran el Día de Muertos, sin embargo conservan una ceremonia dedicada a la persona que acaba de fallecer y que consiste en un ritual de "iniciación o transición al inframundo.
Sobrevivientes a la conquista espiritual y al exterminio, los huicholes representan el sedimento de la más pura raza indígena. Son depositarios de tradiciones respecto de su origen, mismas que han logrado preservar a lo largo de los siglos.
Siguen adorando a sus dioses; a su sagrado y poderoso peyote: dios sol, dios venado, dios maíz; padre y señor de todos los signos, alucinaciones y engendrador de la vida y de la muerte. Mantienen fuertes lazos de conexión con su entorno natural, el cual les sirve para ponerse en contacto con sus deidades ancestrales.
De una belleza enigmática, el arte huichol esconde simbolismos inesperados en sus diseños, técnicas y materiales, que nos trasladan a un universo en donde cada creación adquiere una dimensión cosmogónica, estableciendo un nexo entre lo sagrado y lo profano.
Cosmogonía y religión
Los huicholes tienen una concepción propia sobre su origen e historia, en donde su memoria colectiva se refiere a aquellos hechos que poseen una significación cósmica. Para ellos, la historia “cósmica o verdadera” se encuentra plasmada en los mitos, en el arte y en todas las manifestaciones simbólicas del pueblo.
Una de las características principales de su religión, es la asociación dada entre el maíz y el venado, símbolos del sustento vital, y el peyote, que es el medio más importante para trascender el mundo profano, y la manifestación material más obvia de lo sagrado. Su mitología en general hace referencia a estos elementos, por lo que los rituales, las fiestas, la organización material y temporal de la vida giran muchas veces alrededor de ellos. Los dioses son considerados como antepasados, en tanto que los parientes muertos pueden llegar a ser semidivinizados.
Muerte
De esta manera, la muerte representa un lazo más con lo sagrado, mundo que por excelencia es el concerniente a los mitos y los dioses, y todo lo que entre en contacto con ellos es de igual manera sagrado; como los mara akate (plural de maraakame), encargados de cuidar los objetos del culto en los templos durante las ceremonias o los peyoteros que participan en la peregrinación a Wirikuta.
Los dioses también son llamados "antepasados y es común que sean designados con algún término familiar: el padre Sol, nuestro abuelo Fuego, el bisabuelo Cola de venado, nuestras Madres del agua, nuestra madre Tierra, nuestra bisabuela Crecimiento.
Las familias construyen ririkis (pequeños santuarios donde se guardan los objetos rituales) a sus muertos y a sus dioses. Es así que los huicholes viven integrados en este mundo sagrado, ya que no sólo conviven con él a través de una gran variedad de experiencias místicas, sino que establecen relaciones de parentesco muy reales entre uno y otro mundo.
La concepción que tienen de la muerte los wixaritari o huicholes, es hasta cierto punto semejante a la de otros grupos mesoamericanos incluyendo a los antiguos aztecas. Cuando alguien muere, su alma realiza un viaje difícil y lleno de pruebas. No celebran el Día de Muertos; sin embargo aún conservan una ceremonia dedicada a la persona que acaba de fallecer y que consiste en un ritual de iniciación o transición al inframundo.
Tienen la creencia de que al momento de fallecer el alma se desprende del cuerpo y se posa sobre la cabeza del difunto en forma de algodón, humo o viento. La muerte representa para ellos un proceso de purificación, donde el alma tiene que pasar por cinco niveles para descender al inframundo. Se tiene la idea que el primer lugar en el que se reúne el alma con sus antepasados, es frente a un árbol de amate.
Entre los Huicholes los cuerpos de los muertos son sagrados, pero ritualmente impuros e intocables, y están fuera del contacto común tanto físico como social. El mito de la muerte en la cultura wixarika señala que todo contacto con los muertos está prohibido. Por lo tanto no se permite el retorno del alma que ha sido remitida al inframundo, después del rito de pasaje y despedida que se realiza al quito día del fallecimiento.
Después de un tiempo, el muerto y la familia lloran y se despiden, porque ha llegado el tiempo de la última partida. De cualquier forma, los vivos no pierden contacto con el muerto, ya sea porque éste vuelve después de cinco años, convertido en cristal de roca, o porque permanezca en el rancho de los muertos; los familiares siempre podrán entrar al ririki para adorarlo y dirigirse a él.
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