Octubre ya terminó, y se marchó con una idílica despedida. Al ponerse el Sol, una colosal Luna Azul se elevó en el horizonte y adornó una noche de Halloween que en este 2020 se tornó muy diferente por la pandemia del COVID-19.
Aunque tal y como habían explicado los expertos, nuestro satélite apareció en realidad con su habitual gris perla, y no con un tono azulado, la estampa que dejó en estados como Veracruz, Quintana Roo, Jalisco, Tamaulipas, Puebla o Morelos embelesó a miles de observadores. Incluso desde la Ciudad de México, la Luna ascendió hacia la bóveda celeste con preciosos tonos anaranjados, y se abrió paso entre las nubes para adornar el cielo y convertirse en la gran protagonista del firmamento.
A través de redes sociales, astrónomos y observadores del espacio se rindieron al espectáculo y compartieron sus mejores postales. Es el caso del fotógrafo mexicano Daniel Domínguez, quien inmortalizó en Morelos una tenebrosa e inmensa Luna Azul que nos traslada a los cuentos más escalofriantes de brujas y seres fantásticos.
También desde Veracruz, el fotógrafo Hugo Garrido compartió un paisaje de hermosos colores en el que reinó la Luna llena, y recordó que hasta dentro de 19 años este evento no volverá a coincidir con una noche de Halloween.
¿Qué es la Luna Azul?
Aunque los meses suelen tener una sola Luna llena, en ocasiones, pueden ocurrir dos. A esta segunda se la conoce como “Luna Azul”, tal y como explica la NASA en su sitio web.
“Usualmente los meses solo tienen una Luna llena, pero a veces una segunda se cuela. Las fases llenas están separadas por 29 días, mientras que la mayoría de los meses tiene 30 o 31 días de duración, por lo que es posible que quepan dos lunas llenas en un solo mes. Esto ocurre cada dos años y medio en promedio”, explicó la agencia espacial estadounidense.
La primera vez que nuestro satélite estuvo en fase llena fue el día 1 de octubre, durante la Luna de Cosecha, y la segunda apareció en la noche del 31 de octubre. Sin embargo, a pesar de su nombre, no lució azul, sino su color corriente.
¿Han existido las Lunas de color azul?
De acuerdo a la NASA, a lo largo de la historia nuestra Luna se ha teñido en varias ocasiones de color azul. Aunque nunca cambió el tono de su superficie, sino que se trató más bien de una ilusión óptica provocada por fenómenos naturales.
“Hubo un tiempo, no hace mucho, cuando la gente veía lunas azules casi todas las noches. Lunas llenas, medias lunas, lunas crecientes: todas eran azules, excepto algunas noches en las que eran verdes”, explica el organismo en su relato.
Un ejemplo fue en 1883. Ese año, una gran explosión sacudió a la India. El volcán Krakatoa había entrado en erupción. A 600 kilómetros de distancia, los pobladores escucharon el estruendo, que los científicos comparan con la detonación de una bomba nuclear de 100 megatones. Las columnas de ceniza que salieron del cráter se elevaron hacia la parte superior de la atmósfera, y la Luna se tiñó de azul.
El cambio de color del satélite se debió precisamente a la estructura de estas cenizas, compuestas de partículas de aproximadamente un micrón (una millonésima parte de un metro) de ancho. Este tamaño impide filtrar la luz roja, y deja pasar únicamente otros colores.
“La clave para tener un luna azul es tener en el aire muchas partículas un poco más anchas que la longitud de onda de la luz roja (0,7 micrones) y que no haya otros tamaños presentes. Esto es raro, pero los volcanes a veces escupen tales nubes”, explica la NASA.
Así, durante años, los rayos blancos del satélite que brillaban a través de las nubes de ceniza “emergían azules y a veces verdes”. El sol en ocasiones parecía lavanda, mientras que por primera vez, se divisaron en el cielo nubes noctilucentes, de un tono azul eléctrico.
Después de aquello, otros volcanes hicieron que la Luna volviera a cambiar su característico gris perla. Es el caso del Chichón, localizado en el estado de Chiapas, México, que explotó en 1983. También del Monte Santa Helena, en el estado de Washington, EEUU, que entró en erupción en 1980, o el Mount Pinatubo, en las Islas Filipinas, que lo hizo en 1991.
Además de la erupción de los volcanes hay otro fenómeno que puede hacer que el satélite se tiña de azul: los incendios forestales.
De acuerdo a Sue Ann Bowling, profesora de física de la Universidad de Alaska, el 23 de septiembre de 1950 varias hectáreas que habían estado ardiendo de forma silenciosa en Alberta, se convirtieron en incendios “importantes y muy humeantes”.
“Los vientos llevaron el humo hacia el este y el sur con una velocidad inusual, y las condiciones del fuego produjeron grandes cantidades de gotitas aceitosas del tamaño justo (aproximadamente 1 micrón de diámetro) para dispersar la luz roja y amarilla. Dondequiera que el humo se despejara lo suficiente, el sol era visible. Era lavanda o azul. Ontario y gran parte de la costa este de EEUU se vieron afectados por el día siguiente, pero el humo continuó. Dos días después, los observadores en Inglaterra informaron un sol índigo en los cielos atenuados por el humo, seguida de una luna igualmente azul esa noche”, recordó la experta, según recoge la agencia espacial.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: