Asesinatos y levantones: el Cártel de Sinaloa y CJNG llevan su violencia al extranjero

El pasado fin de semana un grupo armado que se identificó como ‘Sinaloa’, llegó hasta Puerto Leguízamo, en Putumayo, Colombia, y asesinó a dos personas

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25/10/2020 Un soldado junto a un helicóptero en Colombia
POLITICA SUDAMÉRICA COLOMBIA
EJÉRCITO DE COLOMBIA
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La influencia de los cárteles mexicanos en Colombia parece ser cada vez más notoria. Si bien todavía no se cuenta con pruebas de su autoría en diversos crímenes, lo cierto es que en el país sudamericano ya hay una preocupación latente por las últimas evidencias.

Una investigación de la Defensoría del Pueblo, citada por El Tiempo, asegura que al menos cinco departamentos en Colombia se han convertido en el nuevo bastión de la rivalidad que desde hace años mantienen el Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación (CJNG).

El pasado fin de semana, un grupo armado que se identificó como ‘Sinaloa’ llegó hasta Puerto Leguízamo, en Putumayo, y asesinó a dos personas. Aunque se sabe que hay una organización local que usa ese nombre para infundir temor, también existen indicios sólidos de que los mexicanos ya empezaron a matar gente en Colombia.

Después de la extradición de algunos jefes de las Autodefensas en 2008, los capos mexicanos acordaron distribuirse algunas zonas de cultivos y rutas para garantizar un aumento en la producción que pudiera cubrir la demanda en Estados Unidos, Europa y Asia.

El  Mencho, el Mayo y los chapitos (Fotoarte: Steve Allen)
El Mencho, el Mayo y los chapitos (Fotoarte: Steve Allen)

Según el informe, los de Sinaloa se aliaron con las llamadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), en el noroccidente del país. Empezaron por capturar narcorrentas y a liderar la distribución de coca. Sin embargo, actualmente “están respaldando el enfrentamiento armado entre las AGC y el Bloque Virgilio Peralta (conocido como ‘Caparros’ o ‘Caparrapos’)”, de acuerdo con la Defensoría.

Esta guerra interna se está registrando en Valdivia, Bello, Medellín, Caucasia, Tarazá, Cáceres, El Bagre, Zaragoza y Nechí, en Antioquia. También arriba de la costa pacífica, según medios locales, los sinaloenses ha tomado partido en la disputa por la coca entre el ELN y las ex-Farc, inclinándose por estos últimos a los que nutre de armas.

El CJNG, por su parte, tendría presencia directa en el sur del país, donde supuestamente habrían pasado de alimentar financieramente la guerra a actuar en ella. “Su accionar se ha reflejado en versiones comunitarias sobre la llegada de personas que se presume provienen de Centroamérica, así como en la distribución de panfletos y la comisión de homicidios, en zonas de alto valor estratégico para la producción, distribución y comercialización de droga”, se lee en el informe

En el departamento el Cauca, se les señala de sembrar el terror a través de panfletos. Y en Buenos Aires; Jamundí, Valle; Corinto y Caloto al parecer han sellado acuerdos con facciones disidentes de las ex-Farc.

 Courtesy of Colombian Navy/Handout via REUTERS
Courtesy of Colombian Navy/Handout via REUTERS

En la región de Catatumbo, en la frontera con Venezuela, se estima que el 80 por ciento de los narcocultivos ya está bajo el dominio de los mexicanos, que los controlan desde sus oficinas en Cartagena.

Los carteles mexicanos ya empezaron a adquirir plantaciones de coca en Colombia. Hemos capturado a agrónomos e ingenieros de ese país que están mejorando en laboratorios la productividad de la planta y cada vez es mayor el número de ciudadanos de esa nacionalidad que participan en actos delictivos: va más de un centenar”, reveló una investigación de El Tiempo que data de 2018.

México y Colombia guardan una relación bastante cercana en cuanto al fenómeno del narcotráfico. Para la mala fortuna de estos países latinoamericanos, la desigualdad económica y social en sectores menos favorecidos de la población, periodos de inestabilidad política, la cercanía geográfica con el mayor consumidor de drogas del mundo y la falta de preparación por parte de los cuerpos de seguridad, son condiciones que guardan en común y repercuten en favor de los grandes capos de las drogas.

Ambos Estados han incurrido en políticas de materia de seguridad que no han podido frenar el trasiego de drogas ni la violencia inherente en la naturaleza de esta actividad.

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