El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha declarado en varias ocasiones que el incumplimiento del Tratado de Aguas entre México y los Estados Unidos (EEUU) pone en riesgo la integridad del mismo acuerdo diplomático. Bajo esa justificación, ha calificado en numerosas ocasiones al movimiento de las y los agricultores del estado de Chihuahua, donde mantienen tomada la presa de La Boquilla, de ser estrategias electorales del gobierno de la entidad norteña.
Con el objetivo de entregar el agua que corresponde entregar a los EEUU, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) extrajo el vital líquido de otras presas. De tal forma que el jueves de esta semana, Adrés Manuel anunció que se cumplió con lo establecido por el tratado dos días antes de que se llegara a la fecha límite (el sábado 24 de octubre).
Sin embargo, pese a la insistencia del Jefe del Ejecutivo y su gabinete, expertos en el tema como el Dr. Gonzalo Hatch Kuri y el Dr. Samuel Sandoval, opinan que el principal factor que podría poner en riesgo al Tratado de Aguas entre México y EEUU no era la posibilidad de incumplir con el acuerdo, sino los efectos del cambio climático y el incremento en el uso del agua para las tierras de cultivo.
Samuel Sandoval Solis, ingeniero civil por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y con un doctorado en manejo de agua por la Universidad de Austin Texas, opina que el conflicto en Chihuahua, que empezó hace un año y tomó revuelo cuando una manifestante fue asesinada por elementos de la Guardia Nacional en septiembre de este año, no se trata de un problema internacional. En resumen, para el Dr. Sandoval, “El problema es doméstico. Y es un problema de que tenemos menos agua, hay muchos más usos y cada quien hace lo que se le pega su regalada gana”.
La cuenca del Río Conchos está perdiendo agua. Esta es una de las conclusiones a las que llegó el Dr. Eusebio Mercedes Ingol Blaco en su trabajo Modelando el impacto del cambio climático en la hidrología y recursos del agua: estudio de caso sobre la cuenca del Río Conchos. Según este estudio, para finales de este siglo la cuenca tendrá un 18% menos del agua con la que cuenta ahora.
Sin embargo, esto se tiene que sumar a otro déficit que tiene origen desde el año 1944, cuando se firmó el Tratado de Aguas. Samuel Sandoval explica que en esos años el planeta estaba atravesando una etapa húmeda. Por lo tanto, los estudios hidrológicos que se hicieron para determinar la cantidad de agua que cada país debía de entregar se hicieron pensando en una cantidad de agua exagerada.
Así, en los primeros años del tratado, ambos países se dieron cuenta del error cuando la cuenca del Río Bravo entró en una sequía que duraría hasta 1956. Él explica que este tipo de comportamientos meteorológicos responden a un ciclo natural. Es decir, el ciclo entre etapas húmedas y secas son características normales de esa región. De tal forma que el Dr. Samuel Sandoval estima que en el Tratado de 1944 se sobreestimó el agua disponible en un 17% al que se le irá sumando el agua que se está perdiendo a causa del calentamiento global.
En vista de este panorama, el doctor en Geografía por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con estudios posdoctorales en América del Norte y Gestión integrada de cuencas, Gonzalo Hatch Kuri predice: “Seguramente en este siglo, no sólo este tratado con el vecino del norte, sino todos los tratados de agua transfronterizos, tendrán que revisarse entre los Estados involucrados simplemente por el tema del cambio climático”.
El Dr. Gonzalo explica otro de los efectos que se están haciendo evidentes en la Cuenca del Río Bravo. Según él ha observado, el ciclo entre etapas de sequías y etapas húmedas que se ha mantenido de manera natural durante años, está cambiando. “Tenemos estaciones cada vez más húmedas, pero en oposición tenemos estaciones más secas. Estamos viendo una extremosidad del clima cada vez más acentuada. Producto, seguramente, del cambio climático”. El Dr. Samuel llama a este comportamiento hidrometeorológico como Whiplash o de látigo.
Por otro lado, también es preocupante la magnitud de los distritos de riego que deben de ser suministrados por las presas del norte mexicano. Según Samuel Sandoval, hay cerca de medio millón de hectáreas necesitadas de agua. Además, en estos campos se siembran cultivos como la alfalfa, nueces y nogales, que son plantas muy sedientas. Él explica que los agricultores han optado por dejar los productos locales para plantar aquellos que les son más redituables, sin embargo, a costa de eso se ocupa mucha más agua.
Agrega que en el Tratado de Aguas entre México y EEUU se omitió a un tercer participante, el medio ambiente. Con la construcción de presas tanto al norte y al sur de la frontera, el sistema hidrológico quedó partido en dos: “Al medio ambiente no se le ha dejado ni una gota”. Esto ocasiona, por ejemplo, que el agua no llegue en suficiente cantidad al mar, afectando a los pescadores de la zona, pues en donde convergen aguas dulces con saladas es donde normalmente se encuentra una mayor abundancia de peces.
Además, también ocurre que el agua dulce no llega en suficiente cantidad a la Laguna Madre en su camino hacia el Golfo de México. Este cuerpo de agua tiene la cualidad de ser hipersalina, lo que significa que tienen niveles de sal superiores a los del mar. Sin el agua de río que equilibre a la laguna, el agua infiltrada a los recargos acuíferos llega con demasiada sal, por lo que no es apta para consumo humano.
“Los efectos negativos del cambio climático lo que van a hacer es recrudecer los conflictos por el agua y va a haber cada vez mayor conflictividad y esto va a conducir a que los Estados tengan que reabrir los temas de los tratados, revisarlos, analizarlos, y si se quiere un clima de paz, adecuarlos al escenario que está imponiendo el cambio climático” concluye el Dr. Gonzalo Hatch Kuri.
MÁS DE ESTE TEMA: