El inicio del milenio coincidió con iniciativas directas desde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en las que se resalta la Agricultura Orgánica como una herramienta para el desarrollo rural sostenible y la reducción de la pobreza sobretodo en los países de América Latina y el Caribe. Gracias a esto, organizaciones no gubernamentales, organismos de cooperación internacional y el sector público en cada país dirigieron esfuerzos en aras de consolidar las oportunidades de esta actividad.
Un estudio completado en el 2003 por la Oficina de Evaluación y Estudios del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), concluyó que, bajo ciertas condiciones, la adopción de métodos de producción orgánica puede favorecer el medio ambiente y tener resultados positivos en la salud y los ingresos de asalariados rurales y pequeños agricultores. Lo anterior apoyado por un aumento en la demanda en los países desarrollados y destacando la importancia de las certificaciones de cumplimiento y calidad.
El caso mexicano puede considerarse dentro de los más exitosos. De acuerdo con la página del Gobierno de México, el país es el cuarto productor de productos agrícolas del mundo y está dentro de los primeros 20 exportadores. Según la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Chihuahua y Nuevo León son los estados líderes en superficie destinada a esta actividad. Se cultivan más de 45 alimentos orgánicos, dentro de los que se destacan el café, el maíz y el aguacate. El 85% de la producción se destina a los mercados internacionales, siendo los Estados Unidos el principal comprador de frutas y verduras. Otros importadores son Alemania, Francia, Reino Unido, Canadá, Italia, Suiza y Japón.
Como es posible observar a partir del caso mexicano, Europa es de los principales consumidores de este tipo de productos. Se calculan que alrededor de 3,24 millones de toneladas de productos ecológicos entran a los países de dicho continente cada año. Dentro de los países sudamericanos, Colombia, Perú y Ecuador aportan una pequeña porción, pero son relevantes en productos como café, banano y frutas exóticas. Es de destacar que algunas de las limitantes para obtener mayor participación ha sido el cumplimiento de determinados requisitos. Si bien, en 2016 se iniciaron discusiones para igualar la legislación europea y la de algunos latinoamericanos, el movimiento hacia un mercado más abierto de productos orgánicos en Europa se debe a la intervención de los eslabones finales de la cadena de valor (supermercados y consumidores) que exigen más garantías en materia de salud y medio ambiente tanto para el productor como para los propios consumidores.
Otro de los casos con mayor potencial en América Latina y el Caribe es el colombiano, pero aún se presentan inconvenientes en su ejecución. Por ejemplo, uno de los problemas más importantes para la agricultura orgánica en dicho país es lograr un equilibrio entre la escala para llegar a los mercados y las regulaciones / estándares nacionales e internacionales. En Colombia, desde la Resolución No. 187 de 2006, la producción orgánica ha sido regulada y, por lo tanto, los intentos de los agricultores de integrar cadenas de valor globales (CGV) parecen estar mejor respaldados. Sin embargo, la escala de producción no despega. Para 2013, el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) estimó el área de producción de cultivos orgánicos en 40.000 hectáreas. En 2019, según Fedeorgánicos (gremio de productores) había 54.000 hectáreas: entre 10.000 y 15.000 ha. de café, 7000 has. de palmito y el resto en frutas, azúcar y palma aceitera. ProColombia, que es la agencia de promoción comercial en Colombia, juega un papel importante en este acercamiento a los mercados, pero tiene recursos limitados para la promoción. Lo cual también sucede en otros países de la región.
Así, los productores tienen que hacer sus propios esfuerzos para mejorar su presencia local e internacional y contar con organismos internacionales alineados con cadenas de valor consolidadas para poder exportar. La agricultura orgánica es todavía un nicho y como tal es difícil que se acomode a las cadenas tradicionales de valor. Las empresas y los gobiernos siguen en la adaptación y búsqueda de su propia cadena. Los más avanzados como México trazan la ruta y seguidores como Colombia aprenden de dichas experiencias.
*Profesores de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y de la Universidad del Norte de Colombia, respectivamente.
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