De acuerdo con la Secretaría de Salud (SSa), actualmente existen 18 entidades federativas de la República Mexicana con casos confirmados de lepra, en suma alrededor de estos estados hay 89 pacientes con esta enfermedad; sin embargo, cabe destacar que el estado de Sinaloa concentra 32 de ellos.
El listado preliminar, presentado por la institución, señala que 50 de los agraviados con esta enfermedad son hombres y 39 son mujeres, con un listado determinado por entidades de la siguiente manera:
Sinaloa 32 casos, Michoacán 15, Jalisco 6, Nayarit 5, Chiapas y Nuevo León 4, Yucatán, Guerrero y Colima 3, Tamaulipas, Quintana Roo, Guanajuato, Coahuila y Baja California 2, y, finalmente, Aguascalientes, Oaxaca, Morelos y el Estado de México con 1.
Esta noticia alertó a distintas personas en redes sociales; sin embargo, esto puede partir de la ignorancia colectiva en torno a esta enfermedad, pues la lepra no es una enfermedad mortal y es curable con un tratamiento que dura de 6 a 24 meses.
La lepra o enfermedad de Hansen es una enfermedad infecciosa crónica producida por el bacilo Mycobacterium Leprae que afecta principalmente los nervios periféricos y la piel, pero también afecta otros sitios tales como las mucosas, ojos, huesos y testículos. De acuerdo con los investigadores Carlos Franco-Paredes y Alfonso Rodriguez-Morales sus complicaciones más graves van de la desfiguración hasta la discapacidad.
Se sabe que esta enfermedad afecta a la humanidad desde hace 4,000 años, pues en 2009, durante una excavación arqueológica en Rayastán, India, se encontraron restos óseos de un hombre adulto con muestras de haber padecido esta infección.
De acuerdo con el Ministerio de Salud de Argentina, el contagio se produce entre “un enfermo con posibilidad de transmitir la enfermedad (ya que no todos los que padecen lepra eliminan bacilos fuera de su organismo, posibilidad que se elimina al administrar medicación) y una persona sana susceptible”, lo cual puede ocurrir de manera no espontánea. Es decir, debe conjugarse un enfermo que actúe como agente infeccioso y otra persona sana con una predisposición especial, durante un período largo para que suceda el contagio.
El tratamiento para curar la enfermedad consta de la toma oral del medicamento dapsona y al mismo tiempo, rifampicina; sin embargo, siempre se recomienda acudir con el médico para evitar la automedicación, pues pueden existir efectos secundarios en la toma. En conformidad con el investigador Francisco Javier López Antuñano el tratamiento de la enfermedad debe prolongarse entre seis meses y dos años.
Parte del alarmismo por esta infección es por que la óptica mediática se ha volcado en otra pandemia en México que es la del COVID-19, siendo que ésta, hasta el martes 20 de octubre, han registrado 860,714 casos de contagios acumulados y 86,893 defunciones; sin embargo, se debe de entender que la letalidad, el modo de transmisión y el tratamiento son completamente distintos.
Respecto al tratamiento contra el nuevo coronavirus, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) emitió una alerta sobre el uso del dióxido de cloro, sustancia que ha sido comercializada como “Solución Mineral Milagrosa” con la promesa de curar la COVID-19, pues no lo hace y, al contrario, puede tener serias afectaciones contra la salud.
El dióxido de cloro es un gas de color amarillo o amarillo-rojizo utilizado como blanqueador en la fabricación de papel y en el proceso de tratamiento de agua. Al entrar en contacto con el agua reacciona para formar iones clorito, sustancias altamente reactivas.
“La Cofepris no ha autorizado ningún registro sanitario de medicamentos que contenga en su formulación la sustancia denominada dióxido de cloro, clorito de sodio o sus derivados, por lo que su uso representa un riesgo a la salud, al desconocer la calidad de los insumos, las condiciones de fabricación, almacenamiento y distribución”, advirtió en su comunicación.
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