La ubicación de Joaquín “El Chapo” Guzmán cuando se escondía a salto de mata en México fue fácil, lo verdaderamente difícil fue confiar en alguna institución que lograra capturarlo debido a la corrupción que imperaba en el gobierno federal.
La periodista Dolia Estévez, reveló en una columna publicada en SinEmbargo, parte de las investigaciones realizadas por el reportero del diario The New York Times, Alan Feuer, en su libro “El Jefe. The Stalking of Chapo Guzmán” (“El Jefe, el acecho al Chapo Guzmán”); quien relata que las agencias de Estados Unidos del FBI (Buró Federal de Investigaciones), la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y la DEA (Administración de Control de Drogas) localizaron al menos siete veces al que estaba identificado como líder del Cártel de Sinaloa.
Sin embargo, confiar en alguna institución del gobierno mexicano para pasarle la información y lograr la captura del capo, fue la empresa más complicada.
La Policía Federal fue la primera en ser descartada debido al legado de narco-corrupción que dejó Genaro García Luna. Luego el FBI y la CIA pensaron en el Ejército, pero la DEA no confiaba en la institución, debido a que también estaba corrompida por el narco. Entonces, el Servicio de Alguaciles y otras agencias propusieron a los marinos. Cuando les ofreció la delicada tarea de capturarlo, los marinos aceptaron sin titubear.
El periodista relata que Víctor Vázquez, jefe de la estación de la DEA en México, acompañó a los marinos a la base naval en la Paz de donde lanzarían el operativo que bautizaron Duck Dynasty (dinastía de patos), debido a que estaba cerca de un club de cacería de patos.
El trabajo de Vázquez consistía en estar “pegado” a los marinos y entrenarlos. Les ayudó a analizar las señales de los drones que cubrían la zona donde ubicaron al Chapo y compartió el conocimiento profundo obtenido con las máquinas de intercepción y hackeo para construir lo que llamaba “manual de inteligencia de captura”. Todo en territorio nacional.
“Pero por más impresionante que fuera la inteligencia de los estadounidenses, no pudieron con los métodos de contraespionaje y con la red de espías gubernamentales de Guzmán. Los recursos y el equipo del ‘Chapo’ rivalizaban con los de las organizaciones terroristas más sofisticadas del mundo. Unos días antes del ataque, planeado para enero de 2014, las escuchas captaron señales de que el cártel sabía de ‘Duck Dynasty’. La misión fue abortada. ‘El Chapo’ ganó la jugada. Una vez más”.
El relato inédito proviene del nuevo libro de Alan Feuer, editado por Flatiron Books, que revela el maratónico trabajo de inteligencia para capturar al “Chapo” por parte de un selecto grupo secreto de agentes del FBI, la DEA, la CIA y el Servicio de Alguaciles, conocido como la “coalición”.
Feuer detalla cómo interceptaron y hackearon las comunicaciones del círculo íntimo de Guzmán: lugartenientes, guardaespaldas, esposa y amantes. El equipo, que operó mayormente al margen de las autoridades mexicanas, estaba obsesionado en aprehenderlo. Si no lo hicieron antes fue por la corrupción mexicana.
Sin embargo, fue hasta el “Operativo Tercer Strike”, que derivó en la detención de Guzmán Loera en 2016, que finalmente el CISEN se involucró. “El Chapo” se había vuelto a fugar del Altiplano por un túnel un año antes, lo que no sólo humilló a Enrique Peña Nieto sino que puso en evidencia la colusión de su gobierno con los cárteles. Sorprendidos de que cada pista que desarrollaban ya la tenían los mexicanos, eventualmente la “coalición” se percató que el CISEN tenía un arma secreta: el poderoso programa de espionaje de tecnología israelí, Pegasus. No escatimó en usarlo para dar con “El Chapo”.
Feuer pudo corroborar la penetración del narco en la Unidad de Investigaciones Sensibles (SIU), de la Policía Federal, cuyos integrantes fueron entrenados en la academia del FBI en Quántico y aprobaron los exámenes de confianza que la DEA les aplicó.
El reportero estadounidense cuenta que, tras los intentos fallidos por capturarlo en Los Cabos y Tepic, la DEA empezó a dudar de la SIU. El FBI asignó a investigarla a un alto funcionario en 2013 y fue a finales de ese año, cuando se confirmó las sospechas. “La SIU y la Policía Federal, podrían ser descritas como el brazo uniformado de la aplicación de la ley de la organización de Guzmán”, escribió.
Alan Feuer basa su relato principalmente en tres fuentes: entrevistas con funcionarios estadounidenses que dirigieron el espionaje electrónico, la transcripción completa de las 12 semanas del juicio y miles de páginas de investigación de los casos de Guzmán y relacionados, muchos de ellos inéditos. El libro -disponible en español sólo en audio-, carece de declarantes mexicanos. Aunque buscó a protagonistas en México, pero casi todos declinaron.
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