Quizás son los narcos menos conocidos fuera de México, pero los hermanos Amezcua, de Colima, fueron los precursores del trasiego de efedrina a Estados Unidos en la década de los 80′.
Mientras otras organizaciones delictivas se dedicaban al tráfico de drogas obtenidas de vegetales como la cocaína, marihuana y heroína, los Amezcua Contreras se especializaron en la síntesis de drogas sintéticas como la metanfetamina a través de la efedrina.
José de Jesús Amezcua Contreras, el líder, cruzó la frontera americana en 1978, cuando tenía 13 años, y se instaló con su tío Arnoldo Amezcua Díaz, un emigrante mexicano que trabajaba como gerente de un teatro en Los Ángeles.
Los primeros años trabajó junto a su tío como barrendero y taquillero del teatro, pero cuando cumplió 17, según su currículum, entró a trabajar en el Centro de Protección Legal de Los Ángeles.
Quizás fue ahí donde vislumbró una oportunidad de negocio ilegal que más tarde le sería muy redituable: los llamados “polleros” o personas que se dedican a pasar indocumentados por territorio nacional hasta Estados Unidos.
En colusión con su hermano Luis Ignacio Amezcua, quien lo alcanzó más tarde en California, se dedicó durante al tráfico de ilegales hacía la Unión Americana, utilizando como ruta el desierto. En 1988 su hermano fue detenido y sentenciado a seis meses de prisión.
Los hermanos Amezcua estuvieron involucrados en ese negocio seis años, tiempo en el que lograron reunir 500 millones pesos mexicanos, capital que le sirvió como base para iniciar el tráfico de efedrina hacia Estados Unidos.
En aquella época Jesús vivía en San Diego, California, y de acuerdo con su declaración ministerial, fue en ese tiempo cuando conoció a unos estadounidenses que le pidieron efedrina ― alcaloide de la efedra y precursor de las anfetaminas― desde México, pues hasta octubre de 1994 la sustancia no era ilegal en EEUU pero tampoco se podía conseguir.
El primer pedido fue de 200 kilogramos de efedrina, financiado por USD 50,000. El cargamento fue adquirido en la Ciudad de México y enviado hacía Tijuana por la compañía Transportes Castores.
Sin embargo, al cabo de dos años el negocio dejó de ser rentable para los compradores, pues se dieron cuenta que les salía más barato comprar ellos mismos la efedrina en la capital mexicana.
En 1993, Jesús Amezcua viajó por diversos países de Oriente y encontró que una fábrica de la India ofrecía la sustancia a 48 dólares el kilogramo contra los 400 que se pagaba en México por la misma cantidad. Antonio Osorio fue el que consiguió los permisos de Salubridad en la embajada de la India en México.
Estableció en Tailandia una oficina para hacer pedidos. Los pagos lo realizaba mediante una tarjeta de crédito American Express, o bien con cheques de viajero, y al llegar al aeropuerto de la ciudad de México era liberada y vendida por un agente aduanal.
En 1994 viajó a Holanda, India y Tailandia en busca de nuevos proveedores. Las drogas sintéticas y la efedrina pasaban a Estados Unidos por La Garita de San Isidro.
Las operaciones se realizaban cada mes y medio por cantidades que iban de tonelada y media a dos toneladas, hasta diciembre de 1993, que fue cuando la DEA empezó a investigar a las empresas en la India.
A partir de 1994, la efedrina se consideró sustancia prohibida, pero los Amezcua siguieron en el negocio. La DEA asegura que entre marzo y octubre de 1994 el Cártel introdujo unas 5 toneladas. Hacia 1995, como consecuencia de las investigaciones que la DEA realizó en la India, los Amezcua cambiaron a sus proveedores indios por alemanes y checos.
En junio de 1998 José de Jesús y Luis Ignacio Amezcua fueron detenidos en Guadalajara. En el 2005 se dictó sentencia definitiva de 28 años al primero y de nueve al segundo. En julio del 2011 se concedió la extradición de José de Jesús Amezcua, el único de los hermanos reclamado por Estados Unidos.
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