La otra cara de la pandemia de coronavirus nos ha mostrado que el confinamiento ha dejado resultados positivos, como una mejor medición en registros sismológicos que con el ritmo de vida al que la población estaba acostumbrada antes del confinamiento, no pudieron haber sido detectados.
Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional del Instituto de Geofísica de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), dio a conocer que dicha disminución impactó significativamente los registros, toda vez que en la Ciudad de México el ruido sísmico se redujo en promedio 12.4 por ciento, del 4 al 10 de mayo.
Tal condición cambió cuando se comenzó con la reapertura gradual de actividades durante la Nueva Normalidad.
“El suelo nunca está quieto y una de las fuentes de vibraciones, llamadas ruido sísmico, es la actividad humana: tránsito vehicular, fábricas y hasta el caminar de las personas”, dijo la especialista en el ciclo de mesas en línea “Reflexiones desde la UNAM”, con el tema El Planeta.
Señaló que esta condición también se ha visto reflejada en otras ciudades del país y del mundo puesto que las estaciones sismológicas han reportado tales variaciones.
Pérez Campos tomó como ejemplo la estación de Zacatecas en donde se han registrado por lo menos 60 sismos desde el 13 de junio.
“Gracias a la reducción de actividad humana tenemos un mejor registro, algo más nítido que nos permite ver sismos de magnitud uno, dato sorprendente para nuestros catálogos. Eso no es habitual”, apuntó.
Por su parte el físico Javier Cruz Mena, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, quien fungió como moderador, comentó: “del lado de la biósfera hay que preguntarse si son reversibles las alteraciones a los ciclos de los ecosistemas, que ya habían empezado antes de la pandemia”.
Asimismo señaló Cruz Menda que desde la ecología, la pandemia era previsible, puesto que “la especie humana opera en un modelo económico lineal que extrae bienes y servicios del ecosistema; lo hace para producir y consumir en gran escala, con mucha prisa, sin ocuparse demasiado de lo que ocurre antes de la extracción ni después del uso del producto consumido”.
Apunta que el tal criterio de desarrollo exige alteraciones globales en el uso de suelo para la producción industrial, población en crecimiento explosivo, transporte y vivienda, entre otros.
En consecuencia muchas especies han perdido su hábitat natural, alterando así las interacciones normales de las especies y por tanto, aumentando el riesgo de enfermedades zoonóticas.
La hipótesis de que la pandemia era previsible fue sostenida por Francisco Estrada Porrúa, del Programa de Investigación en Cambio Climático, quien dijo que incluso se hicieron estimaciones económicas para determinar su impacto, solo les faltaba saber cuándo y cuál sería.
“No obstante, se subestimaron y ahora se habla de que perdimos alrededor de 20 años en cuanto a los objetivos del desarrollo sostenible”, señala en un comunicado de la UNAM.
Señaló que en este contexto, habrá mayores problemas en los campos de salud, agricultura o economía, incluso de manera simultánea.
El especialista señala que dichos impactos se resentirán en la seguridad alimentaria, el incremento de la pobreza, el uso del cambio de suelo y su relación con enfermedades zoonóticas.
De tal modo alertaron que el consumo humano está acabando con la biodiversidad, pues además la población ha crecido desmedidamente, aumentando con ello la demanda de recursos.
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