El gobierno del ex presidente mexicano Felipe Calderón (2006-2012) conocía bien los nexos de Genaro García Luna, su secretario de seguridad pública y hombre más cercano, con los cárteles de las drogas.
Durante años mantuvo una imagen pública de funcionario honesto, sin embargo, hay pruebas de que desde 2006 ya estaba asociado a los capos, y de que su guerra personal contra los cabecillas más peligrosos del crimen organizado —el Barbas, los Beltrán Leyva y la Barbie— era una estrategia para cimentar el poder del Cártel de Sinaloa, que en dos ocasiones le entregó maletines con hasta USD 5 millones, como detalla la orden de captura en su contra.
Así lo relata el periodista Francisco Cruz en su libro García Luna, el señor de la muerte, editado por Grupo Planeta México, quien otorgó un adelanto de la obra al portal SinEmbargo.
El autor del libro señala que durante años, García Luna mantuvo una imagen pública de funcionario honesto, sin embargo, vio en la publicidad, en el espionaje, en la calumnia y en la desaparición de documentos, sus mejores armas para encumbrarse y aniquilar a sus enemigos.
El libro aborda la vida del segundo hombre más poderoso en el sexenio de Felipe Calderón, desde su niñez, juventud y su vida adulta, hasta los cabos sueltos que ha dejado la narrativa oficial sobre la vida profesional de García Luna, quien hoy se encuentra preso en Nueva York, luego de que las autoridades de Estados Unidos lo detuvieron el pasado 10 de diciembre de 2019, acusándolo de tres cargos relacionados con el narcotráfico y uno más por mentir.
El poder de García Luna superó incluso al de las fuerzas armadas (Ejército y Marina). El autor recordó el pasaje de la toma de posesión de Felipe Calderón como presidente de la República. Aunque el Estado Mayor Presidencial otorgó la seguridad de Calderón a la Marina, quien a su vez, cedió de “forma dócil y obediente” el control a Genaro García Luna, quien “se había comprometido a doblegar, incluso por la fuerza, a los legisladores, diputados y senadores de oposición que desaprobaban la juramentación de su jefe Calderón”.
El adelanto que proporciona SinEmbargo se sitúa en el momento en el que García Luna, horrorizado, comprobaba lo que ya habían predicho las encuestas y el Centro Nacional de Inteligencia (Cisen): luego de 70 años en el poder, el PRI perdía las elecciones presidenciales del 2 de julio de 2000, a pesar de todos los artilugios de espionaje y desprestigio usados en contra del entonces candidato del PAN, Vicente Fox Quesada.
Francisco Cruz relata que a pesar de todo, García Luna y sus más cercanos colaboradores, (Luis Cárdenas Palomino y Wilfrido Robledo Madrid), le habían apostado a la permanencia del PRI, pero al ver que a pesar de sus esfuerzo para desacreditar al político guanajuatense, llegó la orden de desmantelar todas las oficinas de seguridad que sirvieron para espiar a políticos, empresarios y a otros personajes; bajo la instrucción de mandos superiores de la Policía Federal Preventiva (PFP). Fue así que desaparecieron archivos, documentos, grabaciones y cualquier otra prueba de espionaje.
Lo anterior -dice el autor- sería recordado por Tomás Borges, seudónimo que se dio a un ex agente de inteligencia del Cisen y de la PFP, quien en 2013 publicó Diario de un agente encubierto: la verdad sobre los errores y abusos de los responsables de la seguridad nacional en México.
Borges aseguró que por cuestiones de rango y seguridad, García Luna, se encargaría de desmontar y destruir los expedientes peligrosos, estratégicos o informes de alta clasificación —para consumo exclusivo de unos cuantos funcionarios y guardados con claves de secrecía— archivados en los sistemas informáticos de las oficinas centrales.
Pero hay dos versiones sobre esta situación: que García Luna cumplió cabalmente con la instrucción de desaparecer todo o que sustrajo y guardó ese archivo para posteriormente utilizarlo y “hacer doblar las manos de políticos como Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien abiertamente movía los hilos del PRI en la Cámara Baja del Congreso de la Unión”, señala el libro.
De acuerdo con el autor, Beltrones tuvo un encuentro con García Luna, que bien pudo ser semisecreto o confidencial de alto nivel y en el que se llegaron a acuerdos.
“La bancada del PRI en la Cámara de Diputados, que en un momento de la presidencia de Calderón había representado su mayor obstáculo, dio un giro interesante. Beltrones se convirtió en una especie de vicepresidente del régimen panista y a partir de entonces Calderón convirtió a García Luna, su secretario de Seguridad, en su mismísima sombra”, apunta el autor.
El periodista recordó que fue entonces cuando se hizo público que, en la casa de espionaje de Naucalpan, municipio del Estado de México, había conversaciones grabadas de Manlio Fabio Beltrones, así como de Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard Casaubón, Ricardo Monreal Ávila, Santiago Creel Miranda y Juan Camilo Mouriño Terrazo, quien era hasta ese momento, el hombre más cercano a Calderón.
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