Con todo y que prácticamente este año ha transcurrido bajo una movilidad limitada por el coronavirus, la violencia no da tregua en Guanajuato. Un conteo sobre atrocidades en la entidad, muestra que en la entidad se han registrado 40 casos de masacres.
Detrás de esa fría cifra se encuentra la crueldad criminal que impera en el estado. En el episodio más reciente, se registró un ataque al centro nocturno “La Cabaña del Toro”, en el municipio Jaral del Progreso (Guanajuato) que cobró la vida de 12 personas. Ocho hombres y cuatro mujeres.
Solo unas horas más tarde se reportó otro multihomicidio, en Salamanca. Tres taqueros, dos hombres y una mujer, fueron blanco de una embestida al llegar a su domicilio después de la venta del día.
Un día antes, el 26 de septiembre, el estado ya se había despertado de luto con el asesinato de cinco hombres baleados e incinerados en la comunidad de Santa Clara, en Acámbaro.
El 22 de septiembre, cinco personas fueron ejecutadas en la taquería “El Cuñado”, en la ciudad de Irapuato. Todavía se desconoce quiénes son los responsables.
Irapuato, en el centro de Guanajuato, es una de las zonas más golpeadas por la violencia y la disputa entre los cárteles Jalisco Nueva Generación y Santa Rosa de Lima.
En agosto, la oleada de masacres asomó al estado del Bajío a su pasado más oscuro. Pese a la detención del líder del Cártel de Santa Rosa de Lima, José Antonio Yépez, el “Marro”, el pasado 2 de agosto, Guanajuato contabilizó al menos 270 víctimas mortales, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Ese mes, los cuerpos de siete hombres fueron encontrados con disparos de arma de fuego sobre un pastizal localizado a un costado de la carretera La Ceja-El Fresno, en el municipio de Jerécuaro.
Dicho atentado tuvo lugar sólo dos días después que 26 internos del anexo “Recuperando mi vida”, en Irapuato (Guanajuato) fueran asesinados. De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Ciudadana del municipio, el anexo operaba de manera clandestina, pues no contaba con los permisos correspondientes. Trascendió que el lugar estaba relacionado con el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Una sobreviviente señaló que los sicarios que llegaron a atacar el anexo se identificaron como integrantes del Cártel de Santa Rosa de Lima.
La masacre motivó al gobernador del estado, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, quien se ha mantenido renuente a hablar de la inseguridad y la violencia que priva en la entidad desde el inicio del sexenio, dedicara tres tuits para condenar los hechos.
Los anexos de León, Silao, Abasolo y Romita también han sido blanco de la delincuencia. En algunas ocasiones, los agresores se han vengado porque los internos querían salirse del cártel al que pertenecían o como una forma de amedrentamiento por una organización criminal que quiere ponerlos a su servicio.
Otras veces el centro de rehabilitación es una fachada de lo que es en realidad una casa de seguridad de un cártel.
El 19 de junio, cuatro adultos y una niña de dos años de edad, todos integrantes de una familia, fueron asesinados dentro del domicilio de la Colonia Campo Amor, en el municipio de Celaya.
A 60 minutos de la ciudad cajetera, el reguero de cuerpos continuó. El 2 de mayo, cinco hombres y una mujer fueron asesinados al interior de una vivienda de la calle San Nicolás, colonia San Agustín, al oeste del municipio de Moroleón, al sur de Guanajuato.
El 6 de febrero, cuatro hombres y una mujer fueron asesinados afuera de una vivienda de la Colonia Bellavista, en el municipio de Irapuato.
Aunque se trata de un fenómeno advertido, las autoridades aún se preguntan quién está detrás de esas matanzas y por qué se mantiene la espiral de violencia.
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