Hace casi 13 años, Alfredo Beltrán Leyva, uno de los líderes del grupo que llevaba sus apellidos y que servía como el brazo armado del Cártel de Sinaloa que encabezaba Joaquín El Chapo Guzmán, fue detenido en su propio domicilio, en el mismo lugar que hoy en día se encuentra abandonado, sin rastros de lujos ni la vida de narcotraficante que vivió su dueño.
Se trata de una casa ubicada en el norte de la ciudad de Culiacán, el centro neurálgico del también llamado Cártel del Pacífico, en la avenida Teniente Juan de la Barrera norte, en la colonia Burócrata, Tierra Blanca. La urbe es la capital del estado de Sinaloa, en el noroeste de México.
Ahí, en el número 1970 (cuyas cifras doradas siguen en la entrada de la propiedad), fue detenido el prominente narcotraficante, que sirvió a la organización que encabezaron tanto Chapo Guzmán como Ismael El Mayo Zambada, quien sigue siendo la cabeza del cártel tras la caída de su socio.
Sin embargo, nada de aquellos días queda en la propiedad. La casa, discreta para los estándares de los más notorios narcotraficantes, se encuentra enclavada en un barrio de clase media alta, pero no más. De dos pisos y un discreto patio frontal, el lugar luce abandonado.
Así lo confirmó un youtuber cuyo canal lleva el nombre de Margarito Music Oficial, quien visitó la propiedad, pudo entrar en el lugar y filmar su interior a finales de agosto, de acuerdo con su publicación: la casa luce abandonada desde hace muchos años.
En la fachada todavía se conserva, si el observador se acerca lo suficiente y sabe qué busca, el mensaje que supuestamente una de las hijas de Beltrán Leyva realizó sobre el portón blanco. Con letras negras, la leyenda: “Te amo mucho, Mochomo. Tu niña que te ama”. La referencia es al apodo por el que se le conoce al capo.
Una vez adentro, se puede ver inmediatamente que, durante años, nadie ha procurado el sitio. La maleza se extiende hasta por encima del tamaño de un adulto promedio en el jardín frontal, las plantas descuidadas y las plantas se esparcieron sin control.
Además, la fachada se encuentra descuidada y descarapelada. No hay ventanas, no hay muebles ni restos de que ahí hubiera vivido un hombre que llegó a lo más alto en la cadena alimenticia de uno de los grupos del narcotráfico más prominentes de las últimas décadas.
Al interior, el lugar abandonado no muestra presencia de animales, pero las paredes de los cuartos también lucen tremendamente desgastadas. Los baños mostrados no cuentan ni siquiera con regadera y puede reconocérselos únicamente por las coladeras al interior de los cuartos.
En el sitio apenas quedan huellas cada vez menos distinguibles de vida humana: una camiseta sucia tirada en un cuarto, el esqueleto de clósets de madera, algunos cajones todavía colocados. Y silencio.
La detención en enero de 2008 de Alfredo Beltrán Leyva produjo la ruptura entre el clan familiar y el Cártel de Sinaloa. Los Beltrán Leyva acusaron al Chapo Guzmán y al Mayo Zambada de traición por supuestamente haber entregado a Alfredo a las autoridades.
El resultado de la ruptura entre las dos bandas criminales fue una violenta guerra entre ellas y el asesinato de miles de mexicanos, incluyendo políticos y numerosos policías. Curiosamente, tanto el Chapo como el Mochomo sufrieron destinos similares: ambos cumplen cadenas perpetuas en Estados Unidos por sus actividades en el narcotráfico.
Y es que en abril de 2017, un juez de la Corte del Distrito de Columbia, condenó a Beltrán Leyva a cadena perpetua por tráfico de drogas, además de una multa de más de USD 529 millones, la cifra de beneficios que obtuvo del tráfico de al menos 27,9 toneladas de droga entre los años 2000 y 2012, según cálculos del magistrado.
Chapo Guzmán, por su parte, fue condenado en julio de 2019 por un juez de la Corte federal de Brooklyn, en Nueva York, y cumple se sentencia de cadena perpetua en una prisión de máxima seguridad en una celda minúscula, sin contacto con otros y con apenas unos minutos de luz natural al día.
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