El gobierno federal tiene listos seis restos óseos para ser enviados a la Universidad de Innsbruck, en Austria, y que se determine si corresponden a alguno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos entre el 26 y 27 de septiembre del 2014.
Este próximo sábado se cumplirán seis años del crimen cometido en Iguala, Guerrero.
El 20 de octubre de 2015, en el río San Juan, fueron encontrados los restos óseos de Alexander Mora Venancio y Joshivani Guerrero: dos de los normalistas de Ayotzinapa que desaparecieron la noche del 26 de septiembre de 2014.
El Equipo Argentino de Antropología Forense, EAAF, que se hallaba realizando peritajes en el lugar, cuestionó la procedencia de la bolsa de la que se extrajeron los restos. La antropóloga Mercedes Doretti, integrante del EAAF, relató que cuando su equipo llegó al río, personal de la Fiscalía General de la República, (entonces PGR) había abierto una bolsa “que supuestamente acababa de encontrar”, y ya tenía distribuidos los restos sobre una lona.
Doretti dejó muy en claro ese día que no sabía cual había sido el origen de aquella bolsa. También se extraño porque uno de los fragmentos encontrados era más grande que el resto, incluso que los otros fragmentos hallados en el basurero de Cocula, donde según la PGR habían sido incinerados los 43 estudiantes desaparecidos.
Tiempo después la Universidad de Innsbruck informó que los restos correspondían con total certeza al alumno Alexander Mora Venancio. Del otro estudiante se dijo que la correspondencia no podía ser calificada de manera cien por ciento concluyente.
La famosa “verdad histórica” postuló que los alumnos habían sido secuestrados, asesinados y calcinados por un grupo criminal en el basurero de Cocula. De hecho se aseguró que más tarde las cenizas habían sido tiradas en bolsas en las aguas del río San Juan.
Sin embargo, luego se descubrió que la PGR, en su prisa por cerrar el caso, dejo fuera varios puntos cruciales, por ejemplo, la llegada del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, que a partir de lo dicho por Doretti, y después de una visita al basurero de 20 minutos, realizada por un supuesto experto, determinó que ahí no había ocurrido nunca un evento de fuego.
El EAAF admitió más tarde que ahí habían sido incinerados al menos 19 cuerpos; la CNDH que al menos 21.
A ello también se añadió la resolución absurda de un juez de Reynosa, Tamaulipas, que tuvo como consecuencia la liberación de más de 70 delincuentes, algunos de los cuales ahora son testigos colaboradores de quienes pretenden construir la “verdad alterna” de aquella noche.
A pesar de que durante seis años se cuestionaron los hallazgos iniciales, a la fecha no se ha logrado modificar de manera sustancial los hallazgos iniciales, no de la PGR, sino de quien realizó las primeras detenciones y obtuvo las primeras versiones de lo ocurrido: la Fiscalía de Guerrero.
Todo se construyó a partir de una bolsa. En el expediente oficial del caso Iguala existe, sin embargo, un documento en el que la CNDH informa que “el resto óseo recuperado en el río San Juan, que a la postre, según su correspondencia genética con las muestras de sus familiares, fue útil para identificar a Alexander Mora Venancio, no fue hallado dentro de la bolsa recuperada en el propio río, sino incrustada en las paredes de la ribera del río”.
Esta precisión se encuentra en un documento citado por el periodista Héctor de Mauleón y que da respuesta al “Posicionamiento de la PGR Respecto al Cumplimiento de las Observaciones y Propuestas Planteadas en los Reportes Preliminares de la CNDH en el caso Iguala”, el cual fue incorporado al expediente del caso desde octubre de 2016.
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