Chihuahua es la entidad federativa más grande de todo México: más de un quinto de sus 25,000 hectáreas son bosques, la mayoría con pinos de un tipo que son cosechados en altas cantidades en el país.
La mitad de las áreas boscosas está en la Sierra Tarahumara, una cadena de montañas ubicada en la parte suroeste del estado, y hogar a una gran población de indígenas conocidos como Tarahumaras, además de ser un preciado punto de paso en el mundo del narcotráfico.
Un reportaje de InSight Crime, publicado este viernes 18 de septiembre, señaló cómo la explotación forestal en la zona es común y cada vez más se superpone con el tráfico de drogas. En el 2018, el medio viajó a Delicias, un pueblo 100 kilómetros al sur de la ciudad de Chihuahua, para visitar a Cruz Soto y su esposa María.
Ambos vivían en una casa “humilde” en las afueras del poblado. Sin embargo, no era su casa: habían sido obligados a abandonar su rancho a unos 500 kilómetros al oeste, a punta de pistola. La tala ilícita de madera es la principal preocupación de varias comunidades indígenas en la Sierra Tarahumara, reportó una encuesta llevada a cabo en febrero de 2018 por la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (COEPI).
Las causas más fuertes de la deforestación, señaló la encuesta, son la corrupción, el crimen organizado, la sobreexplotación de bosques y permisos legales de tala, además de una falta de supervisión de las autoridades competentes.
“Los criminales han entrado al negocio de la madera”, dijo el director de desarrollo forestal de Chihuahua, Refugio Luna García, a medios locales en septiembre de 2019.
Por muchos años, Chihuahua ha sido un territorio principal para el negocio de las drogas en México. La esquina suroeste del estado es parte de lo que es conocido como el Triángulo Dorado: el área de cultivo de droga más grande en todo el país.
El clima y otras condiciones se han prestado para un cultivo amplio de la amapola de heroína y marihuana en la entidad. Chihuahua también es de alto valor para los grupos del narcotráfico por su gran tamaño, terreno inhóspito, y múltiples carreteras y cruce fronterizo con Estados Unidos.
Ciudad Juárez, al norte del estado, es un punto central de drogas y ha sido el escenario de sangrientos brotes de violencia durante la década pasada debido a la lucha de grupos criminales por el control de esta región vital.
Cruz Soto, de acuerdo con InSight Crime, es un hombre alto, fuerte, y guapo, de tez oscura y una mirada clara. Señaló que los problemas en su familia se volvieron mortales cuando en julio de 2014 su hermano, el ejidatario, fue secuestrado y asesinado por un grupo criminal.
No contó muchos detalles sobre el homicidio, pero sí dijo que el grupo criminal formaba parte del Cártel de Sinaloa, el cual, mencionó, estaba más interesado en deshacerse del bosque que explotarlo.
“Están involucrados en todo –– tala ilegal, minería, ganadería”, contó Cruz, quien también agregó que los narcotraficantes cortan los árboles para hacer espacio para las plantaciones de amapola, materia prima de la heroína.
El grupo criminal se ha asentado en el área, declaró. Cruz los describe como hombres de varias edades que visten chalecos antibalas y portan armas de fuego automáticas y pistolas. “Están muy bien armados, my bien equipados”, enfatizó. “Simplemente se deshacen de personas que están en su camino”.
“Han asesinado familias enteras”, agregó María, su esposa.
Un año después de ser entrevistado por InSight Crime, Cruz regresó al pueblo de Témoris para recibir un subsidio que el gobierno daba a familias como la suya por sus actividades agrícolas. Al día siguiente, hombres armados, que venían en una Hummer y un Jeep, se lo llevaron en uno de los vehículos. Cinco días después, su cuerpo fue encontrado en el costado de una carretera de la zona.
La violencia en Chihuahua no es nueva pero ha incrementado significativamente desde que el ex presidente Felipe Calderón anunció su guerra contra las drogas cuando tomó posesión en diciembre de 2006. Los homicidios se han triplicado de 593 en 2006 a 1,578 en 2017, y a más de 1,700 en el 2018. En mayo de 2018, la tasa de homicidios para el estado era la más alta en todo el país: 71 por cada 100,000.
Perpetrada por facciones criminales en guerra, la violencia no solamente es común sino también despiadada. Ciudad Juárez, donde ocurren un quinto de todos los homicidios de la entidad federativa, recibe la mayor atención. Sin embargo, otras partes de Chihuahua son igual de violentas.
En noviembre de 2019, un grupo criminal emboscó a miembros de una familia mormona de alto perfil con lazos comerciales prominentes en México y conexiones con Estados Unidos. El ataque ocurrió en la frontera de Chihuahua con Sonora: tres mujeres y seis menores de edad de la familia LeBarón murieron.
La convergencia de la tala ilegal y el narcotráfico ha agregado otra capa a la lucha. Los municipios más afectados por la explotación forestal en Chihuahua están en el sur y oeste del estado: Maguarichi, Guerrero, Uruachi, Ocampo, y Madera, además de Guadalupe y Calvo y Bocoyna, de acuerdo con la Agencia de Investigación Criminal. Esas áreas, señaló InSight Crime, también son algunas de las más violentas.
Bocoyna está donde Creel, la capital no oficial de la Sierra Tarahumara, está ubicada, y marca una línea entre el territorio de dos organizaciones criminales grandes y en una lucha por este punto de acceso: La Línea, que trabaja para el Cártel de Juárez, y Gente Nueva, que trabaja para el Cártel de Sinaloa. El conflicto entre ambos grupos ha sido relacionado con la lucha por el control de la industria de tala ilícita de madera y las rutas para el tráfico de drogas que atraviesan el estado.
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