Las palabras del entonces presidente de Chile Salvador Allende, el primer socialista en ganar unas elecciones democráticas en América Latina hace 50 años, sonaron, como casi siempre, a un presagio doloroso. “Yo sé, por lo que he vivido, que México ha sido y será —gracias por ello— amigo de mi patria”, expresó en diciembre de 1972. Y así fue.
Allende finalizó con aquella frase un histórico discurso en la Universidad de Guadalajara. Dos años después de las elecciones que provocaron un terremoto político en el continente y que lo llevaron a La Moneda, donde despacha el mandatario chileno de turno, Allende fue recibido por el presidente Luis Echeverría en territorio mexicano.
Para entonces, Allende ya era una figura vital para América Latina y un peligro para los intereses de Estados Unidos, en una época donde la Guerra Fría con la Unión Soviética se encontraba aún en el centro de la vida cotidiana.
Aquel discurso en México, el cual Allende calificó como el mejor de su vida de acuerdo con la versión del legendario periodista mexicano Julio Scherer García, selló una visita en un momento complejo de su mandato. “Estamos bloqueados económicamente (…) no tenemos cómo comprar alimentos y nos faltan medicamentos, y para derrotar a los que así proceden, sólo cabe que los pueblos entiendan quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos”, expresó aquel día.
Menos de un año después, Allende fue víctima de la ola de dictaduras que han afectado como epidemia a América Latina. El pueblo chileno sufrirían el golpe de estado orquestrado por Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973 y quien se mantendría en el poder hasta 1990.
Apenas este 4 de septiembre de 2020 se conmemoraron 50 años del triunfo de Allende en las elecciones. Este mes es para los chilenos la representación más fiel, y por ello la más atroz, de las dos caras de la moneda, que giró en contra de cientos de chilenos aquel día en que Allende les habló por la radio.
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Allende se despediría así de la presidencia y de su vida. El mandatario se disparó antes de ser capturado por las fuerzas pinochetistas (esta es la versión más aceptada de su causa de muerte) y el país tardaría lustros en volver a la vida democrática. “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”, aseguró durante su último discurso.
Aquel 11 de septiembre, mientras el golpe se llevaba a cabo, y a lo largo de los siguientes meses, comenzaron los operativos para que cientos de chilenos pudieran escapar de su patria. Los simpatizantes de Allende que no lo lograron fueron capturados, torturados y en algunos casos desaparecidos.
Entre las familias que pudieron salvarse estuvo la de Allende. Y la participación de México, aquel “amigo de la patria chilena”, fue vital. Era el 15 de septiembre de 1973. El primer grupo de personas que se asilaron políticamente incluía a Hortensia Bussi, la viuda del caído mandatario, y sus dos hijas, Carmen Paz e Isabel.
En el vuelo desde Santiago de Chile a la capital mexicana, viajaron seis ciudadanos chilenos, incluidas las mujeres. “Despegó 1:28 hora local con 21 niños, 18 mujeres y 20 hombres”, indica el itinerario del vuelo que llevó a quienes serían los primeros exiliados chilenos a México.
La familia de Allende, así como muchos otros chilenos, recibieron el apoyo vital de la Embajada de México en Chile, encabezada entonces por un hombre que se volvería popular por su labor incesante para conseguir que cientos de ciudadanos pudieran mantenerse con vida: Gonzalo Martínez Corbalá.
“Fueron más de 700 personas las que, entre 1973 y 1974, vivieron en la Embajada y en la Residencia de México en Chile, en algunos casos durante varios meses. Las personas que residieron en los inmuebles mexicanos se suman a los aproximadamente 3,000 asilados chilenos que se calcula llegaron a México durante la dictadura de Pinochet", detalló la Cancillería mexicana.
Martínez Corbalá acompañó personalmente a la familia de Allende en su viaje a México. “No escatimó esfuerzos por proteger al mayor número de personas posible. Recuerda en sus memorias: ‘no se le negó la entrada a nadie’, concretando así uno de los capítulos de mayor solidaridad de la diplomacia mexicana”, recordó la Cancillería tras la muerte del ex funcionario en 2017.
El relato concuerda con las palabras de Gilda Waldan Mitnick, investigadora chilena que se instaló en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la universidad mexicana más grande y reconocida. “Después del golpe de Estado en Chile en 1973, que fue de una violencia inesperada e inusitada, el gobierno mexicano fue muy generoso”, contó la mujer al sitio oficial UNAM Global en 2018.
"Martínez Corbalá, ayudó a salvar a mucha gente en peligro, e incluso intentó que Pablo Neruda, ya muy enfermo, viajara a México, lo cual no se logró. Las puertas de la Embajada estuvieron abiertas para salvar muchas vidas”, recordó la académica.
México fue entonces, como décadas atrás lo había sido para el exilio español tras el golpe de estado de Francisco Franco contra la Segunda República, y como lo sería durante varios años, un refugio para ciudadanos sudamericanos que huían de la tragedia de sus propios países.
Isabel Allende Bussi, la hija del presidente Allende, volvería a Chile en 1989, unos meses antes de la caída de Pinochet, donde ha desarrollado una brillante carrera parlamentaria que sigue vigente a día de hoy. Fue presidenta tanto de la Cámara de Diputados como del Senado chileno. Apenas en 2018 fue elegida nuevamente como senadora.
“Cómo traducir lo que hemos recibido en generosa entrega y como aporte solidario a nuestro pueblo en la dura lucha en que está empeñado", comenzó Salvador Allende su discurso en Guadalajara en aquel lejano 1972. “Yo, más que otros, sé perfectamente bien que esta actitud del pueblo de México nace de su propia historia”, agregó.
A 50 años de su triunfo, y a 47 del golpe de estado que lo llevó a quitarse la vida, la sombra de Allende se proyecta todavía por el continente de una forma u otra. Y en México también, donde, de acuerdo con el escritor uruguayo Eduardo Galeano, incluso un pueblo de la sierra del estado de Nayarit lleva su nombre.
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