El “Z-50”, “L-50” o “El Talibán”. Bajo mil alias distintos, la sombra de Iván Velázquez Caballero, uno de los principales líderes del cártel de Los Zetas, ha acompañado a los mexicanos desde que inició su carrera criminal, en el 2007, primero de la mano de Miguel Ángel Treviño Morales, el “Z-40”, hasta su liderazgo frente al grupo criminal Los Talibanes.
Ese año, Treviño Morales, fundador de Los Zetas, le dio a Velázquez Caballero el numerario “Z-50” y lo nombró representante de la organización criminal en Zacatecas, donde acuñó su apodo por su afición a decapitar enemigos usando machetes y explosivos, al igual que los extremistas islámicos, ha afirmado Óscar Balderas en un reporte recogido por el medio emeequis.
Iván Velázquez Caballero fue sanguinario, pero breve. La organización de Los Zetas fue formada por desertores de las Fuerzas Armadas de México, como brazo armado del Cártel del Golfo, pero en 2010 se separó del mismo y desde entonces protagonizó algunos de los episodios más cruentos de la violencia vinculada al narco en el país.
De acuerdo con informes de inteligencia, una facción disidente de Los Zetas encabezada por Velázquez Caballero se reintegró al Cártel del Golfo. Según los documentos, el “Z-50” acusó a Miguel Ángel Treviño Morales de traición por haber entregado a las autoridades a varios líderes regionales de Los Zetas.
Velázquez Caballero anunció su descontento con el “Z-40” desde finales de 2011 a través de una serie de narcomantas colocadas en varias ciudades del noreste del país y videos difundidos en redes sociales.
Al siguiente año, Los Zetas le pidieron al capo recoger un cargamento en San Luis Potosí, donde ya lo esperaban marinos asesorados por la DEA, según relata Balderas. En el lugar, Iván Velázquez fue arrestado en un operativo sin disparos; cayó con drogas, granadas, armas largas y 20,000 pesos.
En el 2013 fue entregado a Estados Unidos por narcotráfico, y en 2017 un juez en Laredo, Texas (EEUU), lo sentenció a 30 años en prisión. En México le esperan cargos para permanecer en una celda hasta 200 años más.
A pesar de eso, el “Talibán” siempre ha estado presente en el país. Para que nadie lo olvidara, antes de caer dejó un heredero al frente del cártel de los Talibanes, un grupo criminal del que nadie habla, pero que sigue vivo.
A pesar de su existencia, y su relación con los delitos de venta de droga extorsión, secuestro, trata de personas y ejecuciones, en las entidades de Zacatecas, San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León, Estado de México y Quintana Roo — donde en 2017 su presencia fue identificada por la entonces Procuraduría General de la República— las autoridades reducían su existencia a una mera célula delictiva.
De acuerdo con Óscar Balderas, hasta hace seis meses aproximadamente los gobiernos federal y estatal los reconocieron como un verdadero peligro. En los documentos, en poder del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, aparece el nombre del líder de Los Talibanes: Raúl Velázquez Caballero, el “Talibancito”, hijo de Iván Velázquez, heredero de su reino de sangre.
El pasado 5 de septiembre, en redes sociales circuló un video en el que se identifica a un sicario de los Talibanes disparar sin piedad a un sujeto, que se desploma por los balazos recibidos. El asesino dispara una ráfaga y huye en un automóvil que maneja otra persona. La grabación dura apenas 22 segundos.
A esa matanza le sucedieron otra de un joven descuartizado y los restos de un hombre metidos en una maleta.
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