El barrio bravo de Tepito es conocido por ser uno de los lugares donde el culto a la Santa Muerte es recurrente y arrastra un pasado enigmático.
Según diversos investigadores, éste se remonta a 1795, cuando los indígenas adoraban un esqueleto en un poblado del centro de México. Sin embargo, también podría tener sus antecedentes en el período virreinal, se buscaba desde la Colonia evangelizar a devotos y conversos para que tuvieran una “buena muerte”.
En esa época se podían ver grandes esculturas con la imagen esquelética que salían en procesión el Viernes Santo. De estas grandes esculturas se conservan al menos tres en el país: la Santa Muerte de Yanhuitlán, que es visitada en el ex convento dominico de esa localidad oaxaqueña; y las conocidas como San Bernardo y San Pascual Bailón, en Tepatepec, Hidalgo, y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, respectivamente, refirió Katia.
“En la época colonial, la Iglesia católica vio como una herejía esta veneración hacia la imagen esquelética de la muerte. De acuerdo con documentos inquisitoriales de los siglos XVII y XVIII que pude consultar, las represalias no iban dirigidas a la gente involucrada, sino a la acción en sí, incluso en 1797 se arrasó una capilla en el pueblo de San Luis de la Paz, donde se ejercía este culto”, señaló la antropóloga Katia Perdigón durante une entrevista para el INAH.
Para el siglo XIX, los seguidores lograron separar sus ideologías y hubo algunos que decidieron seguir preparándose para el “bien morir” y continuaron adorando la imagen de la muerte.
“Así surgió una iconografía totalmente distinta, por ejemplo, las danzas macabras y la representación del Triunfo de la Muerte se convirtieron en otra cosa, de tal manera que son retomadas para realizar la burla política, esto lo comenzó el caricaturista Gabriel Vicente Gahona (‘Picheta’) en el sureste, y años más tarde lo hizo José Guadalupe Posada, con la imagen de La Catrina”.
Sin embargo, hay una lectura que indica que la Santa Muerte se popularizó en la década del dos mil, como un rasgo más de la narco-cultura que copó el país una vez que se desató la guerra ídem.
El periodista Diego Osorno indica en su libro La Guerra de los Zetas que unos de los primeros altares dedicados a la Santa Muerte en el norte del país se encontró en la casa de un capo del Cártel del Golfo, Gilberto García Mena, “el June”, cuando fue detenido en un pueblito llamado Guardados de Abajo, en Tamaulipas, en el año 2002. También detalló que decenas de altares dedicados a la Santa Muerte a lo largo de la Ribereña —200 kilómetros de carretera que se extienden paralelos a la frontera con Estados Unidos— fueron destruidos como parte de la estrategia de Felipe Calderón contra el narco. Ellos fortalecieron el vínculo entre la Santa y el crimen organizado.
Hace algunos días el ciudadano estadounidense Phillip Blair encontró la fama de una manera peculiar. El hombre fue el protagonista del video donde, en su rol de predicador, lanzó frases contra la Santa Muerte en el barrio de Tepito, en la capital mexicana.
“Ahora, en México se me busca para matarme, el fruto de esta religión no es bueno”, aseguró Blair en una entrevista concedida al diario El Universal de México. “Nos oponemos al fruto de la religión de la Santa Muerte. Amamos a todos y no estamos en contra de nadie”, aseguró.
El hombre, fundador y director de Torch of Christ Ministries, una organización comprometida “con la visión “con la visión de llevar la luz de Cristo a todos los lugares oscuros”, de acuerdo con su propia página web, fue duramente criticado la semana pasada por el video que publicó en su cuenta sobre su visita a Tepito.
“No necesitan a la Santa Muerte”, pregonó a todo pulmón justo frente a un altar dedicado a este culto en el barrio de Tepito, antes de que lo lugareños lo corrieran entre amenazas.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: