En la conferencia de prensa semanal de la Organización Mundial de la Salud, el director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias, Mike Ryan, describió un panorama de subrepresentación grave de la crisis sanitaria por Covid-19 en México.
De acuerdo con el testimonio del oficial de la OMS, el hecho de que el porcentaje de positividad en las pruebas realizadas sea tan alto como lo es en el país significa que la estrategia de control de la pandemia no está realizando suficientes pruebas de detección de la enfermedad. En México, prácticamente el 50 por ciento de las pruebas realizadas son positivas.
El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, explicó en mayo que sólo harían pruebas a los pacientes que llegaran al hospital con síntomas graves. Es normal, entonces, que haya tantas pruebas positivas. El problema es que la estrategia de testear sólo a los pacientes con síntomas graves implica que no hay suficiente rastreo de personas con infección asintomática.
Ryan describió un radio de 3 pruebas por cada 100 mil personas en México, lo contrastó con el radio estadounidense de 150 pruebas por cada 100 mil. Para aclarar el impacto estadístico sirve un ejercicio mental. Si hay dos habitaciones con 100 mil personas en las que hay un número desconocido de contagios, la habitación que sólo realiza pruebas a 3 personas definitivamente tendrá menos resultados positivos que la que realiza 150. El máximo de contagios detectables en la primera habitación es 3, en la segunda es 150. Una de las dos habitaciones está gravemente subrepresentada.
En un hilo de Twitter, la periodista independiente Shannon Young describió cómo el gobierno federal redujo el número de pruebas realizadas al mismo tiempo que las cifras de contagios alcanzaron uno de sus “picos”, lo cual tuvo como resultado una disminución en la cifra total de contagios.
El doctor Arturo Erdely, profesor de actuaría en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, documenta cada semana las variaciones en las pruebas realizadas por entidad. En las últimas semanas algunas entidades como Nayarit, Oaxaca, Veracruz y Yucatán redujeron la cantidad de pruebas en el momento en el que el porcentaje de positividad comenzó a incrementar.
La disminución en el número de pruebas puede ser un error estratégico, un indicador de la insuficiencia en el gasto dedicado al combate de la pandemia o una acción deliberada. Independientemente de la razón, el resultado es la reducción en la información epidemiológica disponible y un incremento en la opacidad de la situación real de la crisis.
Al principio de la pandemia, López-Gatell dijo que el modelo centinela era suficiente para conocer de forma adecuada el desarrollo real del número de contagios. Su modelo está basado en observar a los pacientes graves y, a partir de información estable del virus, como su número reproductivo básico (conocido como R0), aproximar su avance real en la población.
El problema con el modelo centinela es que no ofrece certezas, sólo estimaciones. Si la única información que la administración puede usar con seguridad son las cifras de ingresos y decesos hospitalarios, todas sus estrategias estarán enfocadas en combatir la enfermedad que dibujen esos datos. Pero éstos no contemplan factores sociales como los contagios asintomáticos o la gran cantidad de personas que no va al hospital cuando presenta síntomas.
Además de la recomendación sobre la cantidad de pruebas, Mike Ryan también observó que la proporción de contagios y decesos es mucho mayor en localidades de escasos recursos que en poblaciones con mejor capacidad económica. ”Gente que vive en zonas pobres tienen casi el doble de probabilidad de morir por el Covid”, explicó.
Esto también habla de una opacidad en la estrategia de atención a regiones vulnerables y otra realidad social que el combate de la pandemia ignora.
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