César Carrillo Leyva, alias el “Cesarín”, abatido el pasado 13 de agosto, encontró en su última morada el suelo del panteón Jardines del Humaya, en Culiacán, Sinaloa.
El hijo del temido capo mexicano y fundador del Cártel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, el “Señor de los Cielos” —que murió de un paro cardiaco mientras se recuperaba de una liposucción y una cirugía facial, en 1997— fue asesinado por dos sujetos, en un domicilio de la avenida Virgo entre las calles Constelación y Zapata de la colonia Alfonso G. Calderón, municipio de Navolato. El cuerpo perforado por los proyectiles quedó tendido al interior de la cochera.
Este domingo, una antigua carroza negra y un cortejo formado por al menos 30 vehículos llevaron el cuerpo hasta la Hacienda de San Aurora, en la comunidad de El Guamichilito (Sinaloa), donde se celebró un discreto funeral que agolpó a decenas de personas que despidieron a el “Cesarín”.
En el lugar, propiedad de su familia, colgaba una fotografía del joven vestido con un atuendo negro.
Terminado el funeral, continuó la ceremonia, esta vez en la capilla donde descansan los restos de su padre.
La escena para honrar a uno de los capos del clan Cártel de Juárez finalizó en el panteón Jardines del Humaya, en el que se encuentran los restos de Ignacio Coronel Villarreal (1954-2010) y Arturo Beltrán Leyva, el “Barbas” (1961-2009). El sitio, todo el tiempo estuvo resguardado por hombres armados.
El mafioso, fallecido con 37 años, siempre logró escapar a la justicia y nunca fue condenado, aunque tuvo que dar explicaciones varias veces. La última, en 2018, al ser detenido en las dunas de Altata, Sinaloa, mientras se encontraba en compañía de una mujer. En aquella ocasión portaba una credencial falsa y las autoridades lo liberaron al no encontrarle cargos.
A diferencia de otros cabecillas del grupo criminal, — como su tío, Rodolfo Carrillo Fuentes, el “Niño de Oro”, asesinado por el Cártel de Sinaloa en una plaza de Culiacán en 2005, y su hermano Vicente Carrillo Leyva, el “Ingeniero”, quien fue detenido en la Ciudad de México en 2009 y liberado en 2018 tras cumplir 9 años en prisión—, César Carrillo se manejaba con perfil bajo.
Su nombre salió a la luz en 2011 en narcomantas firmadas por el Nuevo Cártel de Juárez, que fueron colocadas en varias zonas del estado de Chihuahua, y en las que se mencionaba que él y su hermano Juan Carrillo habían asumido el control de la organización.
Su muerte se suma a la de otros líderes de dicha estirpe, que en la década de los 90 tuvo su mejor momento con el ascenso de Amado quien, según un perfil elaborado por la DEA, era un asesino a sangre fría, que torturaba, mutilaba o mataba como táctica de negocios.
Según medios locales, la ejecución de César Carrillo Leyva se realizó presuntamente por órdenes de los “Chapitos”, quienes mantienen una lucha encarnizada con el Cártel de Juárez por el control de Chihuahua.
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