En pleno siglo XXI, Sinaloa preserva gran parte de su pasado bajo tierra, sin embargo, en las últimas décadas se ha avanzado en la caracterización de varios sitios prehispánicos e históricos, brindando así un panorama de su devenir, algo prácticamente desconocido hace un siglo cuando iniciaron los estudios arqueológicos en la región, sostuvo el arqueólogo Joel Santos Ramírez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El investigador inició el ciclo de videoconferencias organizado por el Centro INAH Sinaloa, a propósito de su 25° aniversario, con un recuento sobre los trabajos arqueológicos en el estado. Tales labores despuntaron, propiamente, en el siglo XX, pues la interpretación de fuentes documentales y una publicación de 1894 sobre los petrograbados de Las labradas, escrita por el irlandés O. H. Howarth, constituían hasta entonces las únicas referencias a su pasado.
Un breve artículo de Alfonso Toro, en los Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, fechado en 1925, representa el primer testimonio de una excavación en territorio sinaloense. En él, quien fuera director de ese recinto, relata que con motivo de la construcción del Canal Rosales, en la costa de Culiacán, se encontraron restos arqueológicos, “tales como vasos, ollas de barro conteniendo huesos humanos, etc.”.
Un aspecto interesante del texto, subrayó el doctor Santos, es el señalamiento de Alfonso Toro acerca de que Sinaloa “puede considerarse enteramente virgen, pues si se exceptúan algunos objetos de barro de escaso interés, parecidos —por su técnica— unos a los de los indios Pueblos, y otros a la cerámica teotihuacana, nada conocemos de esa región”.
El arranque de las exploraciones formales en Sinaloa, a inicios de los años 30, se debe a misiones de instituciones estadunidenses. Los geógrafos Carl Sauer y Donald Brand, de la Universidad de California en Berkeley, emprendieron la primera prospección arqueológica en la entidad, con la finalidad de comprender las interacciones culturales entre el noroeste de México y suroeste de la Unión Americana.
Santos precisó que este territorio —el cual abarca poco más de 58,000 km², constituidos por la estrecha planicie costera y la abrupta pendiente de la Sierra Madre Occidental— ha sido reconocido como un espacio importante para investigar la expansión septentrional de las tradiciones de Mesoamérica/Occidente de México y la extensión austral de las tradiciones asociadas con el suroeste de Estados Unidos.
Asimismo, la interacción de ambas regiones es un tema que ha desempeñado desde siempre un papel importante en las discusiones sobre las transformaciones sociales, políticas y económicas de las sociedades prehispánicas del suroeste/norte y el desarrollo de la frontera norte mesoamericana.
En conferencia vía remota, difundida en el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, el especialista del Centro INAH Sinaloa abundó que la misión de Sauer y Brand se benefició con la colaboración de la antropóloga Isabel Kelly (quien devino en arqueóloga) para excavar el sitio Aguaruto, en Culiacán, a mediados de la década de los 30.
Pocos años más tarde, entre 1937 y 1939, Gordon Ekholm excavó el montículo funerario El Ombligo, en Guasave, donde se registraron cerca de 200 entierros, los cuales incluían inhumaciones extendidas, restos de enterramientos secundarios desarticulados, y entierros secundarios en ollas de gran tamaño.
En opinión de Santos Ramírez, responsable de proyectos arqueológicos como Las Labradas, La Flor del Océano, Cerro La Máscara y las Misiones jesuitas, además de partícipe en sinnúmero de rescates arqueológicos, aún falta afinar la cronología prehispánica del estado. No obstante, la tecnología cerámica ha permitido establecer cuatro tradiciones regionales: Aztatlán, Huatabampo, Serrana/Río Sonora y Tacuchamona, siendo las dos primeras las más representadas, abarcando así un desarrollo de dos milenios, al menos del año 200 a.C. al 1532 d.C.
Retomando lo dicho por colegas como John Carpenter y Guadalupe Sánchez Miranda, el investigador comentó que los estudios en Sinaloa han comprobado la existencia de un desarrollo cultural local. Mientras que la tradición de Aztatlán puede identificarse como el desenvolvimiento más al norte de las sociedades mesoamericanas; las tradiciones Huatabampo y Río Sonora manifiestan el límite de la extensión sureña de las tradiciones del noroccidente de México y el suroeste de Estados Unidos.
Con lapsos de escasa labor arqueológica entre los años 50 y 60, con la fundación en 1973 del Centro Regional del Noroeste, en Hermosillo, Sonora, comenzó una mayor presencia por parte del INAH, la cual se reafirmó hace 25 años con el establecimiento de su representación estatal, recordó el experto:
“En Sinaloa no sólo se ha tratado de desarrollar una arqueología institucional, hacer una investigación seria con pocos recursos, sino también formar profesionistas y equipos interdisciplinarios. Ya sea en rescates o en proyectos de investigación de carácter regional, siempre hemos contado con la participación de estudiantes de arqueología y de otras disciplinas, venidos de diversas instituciones.
“Por ejemplo, en el sitio de Chametla (de los más explorados en la breve historia de la arqueología en Sinaloa) llevamos a cabo importantes descubrimientos entre 2014 y 2016, donde inauguramos el uso de vuelos de dron fotogramétrico, lo cual nos reportó más datos de los que a simple vista se pueden encontrar”.
Los vacíos de la arqueología en Sinaloa, solo podrán llenarse con estudios sistemáticos que, además, requieren de la precisión que otorgan las nuevas tecnologías, herramientas que se han integrado en lo posible. Gracias a ello, concluyó Joel Santos, se han podido registrar hallazgos como los del sitio La Flor del Océano, en la desembocadura del arroyo Chicayota (al norte de Mazatlán), donde se encontraron 60 puntas de proyectil las cuales, con más de 4,000 años de antigüedad, representan las evidencias más antiguas de presencia humana en la región.
La siguiente conferencia se efectuará este 17 de agosto, a las 19:00 horas (hora del centro), a través del canal de INAH TV en YouTube, a cargo del doctor Servando Rojo Quintero, director del Centro INAH Sinaloa, quien expondrá el tema “Los asentamientos humanos en Sinaloa del siglo XVII al XIX”.
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