El término narcoestado es una definición de carácter político/económico que se aplica cuando las instituciones del Estado están íntimamente relacionadas con el fenómeno del narcotráfico. Esto sucede cuando los principales líderes políticos o funcionarios públicos de alto perfil ejercen sus funciones en favor del trasiego ilegal de drogas para recibir algún tipo de beneficio.
Este término se comenzó a acuñar junto con la implementación de la palabra “cártel” para referirse a las organizaciones criminales encargadas de contrabandear drogas durante la década de 1980.
De hecho, la palabra cártel también tiene sus inicios en términos político/económicos, pues se refiere a una cofradía entre empresarios o productores del mismo sector, cuyo fin es reducir o eliminar la competencia en un determinado mercado.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es un ejemplo de lo que es un cártel en términos económicos; sin embargo, la debilidad de un gobierno ante una organización criminal dedicada a la producción, distribución y venta de drogas , así como la infiltración de sus máximos líderes en el gobierno, obligó a cambiar el lenguaje y el cómo nos referimos a ellos.
De tal modo que, la generación de los conceptos narcoestado y cártel trascendieron el imaginario social para dimensionar que no es lo mismo una pandilla o un grupo de contrabandistas que un cártel como el de Medellín; sin embargo, no existe ninguna institución u organismo que establezca criterios para definir qué es un narcoestado.
A pesar de esto, el término se usa en el discurso político y mediático con base en la situación de un país, y está, en ocasiones, influido por intereses electorales.
El antes y el después de esta alteración en el lenguaje es responsabilidad de Pablo Escobar, fundador y líder del Cártel de Medellín, quien logró convertirse en representante de esa demarcación ante el Congreso colombiano en 1982.
Este fenómeno no es exclusivo de Colombia o de la región de América Latina. Asia, Europa y África también tienen ejemplos de narcoestado en Afganistán, Kosovo y Guinea-Bissau, respectivamente.
Paul Rexton Kan, autor de Cartels at War, The Global Challenge of Militias and Paramilitary Violence, Drugs and Contemporary Warfare y Drug Intoxicated Irregular Fighters: Complications, Dangers, and Responses, estratificó en cinco niveles el narcoestado. Éstos dependerán de que tan enquistado estén los cárteles el el gobierno y de su necesidad para la funcionalidad de ambos. Los niveles son incipiente, en desarrollo, serio, crítico y avanzado.
En México, por ejemplo, existen algunos políticos que ya se refieren a la república como narcoestado, o al menos que así lo fue durante el régimen del abanderado por el Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón. Tal como lo señaló el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien refirió, basado en la presunta complicidad de Genaro García Luna, Luis Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño García con el Cártel de Sinaloa.
Cabe rescatar que los tres ex funcionarios federales eran los responsables de la estrategia nacional contra el narcotráfico en México durante el sexenio calderonista y, actualmente, están acusados en la corte federal de Estados Unidos de Brooklyn, por los mismos cargos con los que se procesó a Joaquín el “Chapo” Guzmán, ex líder del Cártel de Sinaloa.
“Pensaba que no era correcto clasificar de esa manera al Estado mexicano, pero luego, con todo esto que está saliendo a relucir, pues sí se puede hablar de un narcoestado porque estaba tomado el Gobierno. Quienes tenían a su cargo combatir a la delincuencia estaban al servicio de la delincuencia”, declaró López Obrador durante la conferencia matutina de este lunes 10 de agosto.
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