El líder del Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL), José Antonio Yépez Ortiz alias el “Marro”, dedicado principalmente al robo al combustible conocido como “huachicoleo” y la extorsión, se había convertido en uno de los objetivos principales del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El domingo fue detenido en un operativo implementado por autoridades estatales y federales.
El periodista especializado en temas del narcotráfico, Héctor de Mauleón, relató en su columna en el diario El Universal, los últimos momentos previo a la captura del “Marro”.
De Mauleón señaló que durante el operativo, tres de los hombres de Yépez Ortiz se quedaron rezagados para servirle de escudo y pudiera escapar. Uno de ellos era Saulo Sergio “N”, quien abrió fuego contra los agentes de la Agencia de Investigación Criminal de Guanajuato que habían entrado a la finca en donde se escondía el líder del CRSL, en el poblado de Franco Tavera, municipio de Juventino Rosas.
El “Marro” corrió al lado de su jefe de seguridad, Raúl Alberto “N”, alias “El Diente” hacia un terreno baldío ubicado al fondo de la finca. Al llegar a la barda que separa los dos predios, “El Diente” dejó que Yépez Ortiz brincara hacia el otro lado, para que pudiera escapar.
Sin embargo, señala el periodista, Yépez no llegó muy lejos ya que fue interceptado a unos metros de la barda.
“Se acabó”, le dijeron antes de esposarlo. El líder del Cártel de Santa Rosa de Lima tenía los ojos desorbitados por la adrenalina. Los agentes que participaron en su captura aseguran que en su rostro se veían la ira y la frustración. Lo describen como un hombre visceral, impulsivo.
Lo primero que preguntó, mientras lo llevaban de vuelta a la propiedad, fue quién lo había vendido: “Como que no podía creer lo que estaba ocurriendo”.
El periodista destacó el contraste de la finca en la que fue detenido el “Marro” (rodeada de establecimientos comerciales, y vecino de una Telesecundaria) con la famosa “Casa de las albercas” la cual contaba con siete albercas construidas en distintos niveles y separadas por árboles, palmeras y áreas verdes. En esos días, señaló de Mauleón, el Cártel de Santa Rosa obtenía del robo de hidrocarburos cifras de hasta 30 millones de pesos diarios.
Ahora, el líder de ese grupo se refugiaba en una modesta propiedad en la que solo había una caballeriza, algunas jaulas con gallos de pelea (se los acababan de llevar), una camioneta, un par de motos y dos pequeños cuartos de ladrillo con muebles rústicos, ropa revuelta, una televisión, y retratos de familia en las paredes. Ahí pasó el “Marro” sus últimas horas en libertad.
Héctor de Mauleón relató que durante la madrugada del operativo, la Sedena trazó un amplio perímetro alrededor de la finca y estableció filtros en la carretera Juventino Rosas-Celaya. Durante cosa de seis horas, ningún vehículo pudo transitar por el lugar.
Cerca de veinte agentes de la AIC ingresaron en el refugio del Marro. Primero forzaron la reja principal, protegida solo con una cadena. Más adelante había un segundo portón, pintado de verde.
Cuando lo forzaron, recibieron el primer y único disparo del escolta de Yépez. Alguien repelió el ataque, dejando a Saulo lesionado.
“Vimos a varios hombres corriendo hacia el fondo, tres se retrasaron para servirle al Marro de muro, pero no pudieron hacer nada. Mientras algunos de nosotros los sometían, otros fuimos por los otros dos. Al Diente lo agarramos antes de que saltara hacia el baldío de junto; al Marro, cuando acababa de brincar”, relata uno de los agentes.
El Marro iba vestido con una sudadera gris, un pantalón de mezclilla y botas tácticas de color caqui.
“Nos ahorró el trabajo de vestirlo, porque lo urgente era sacarlo de ahí antes de que su gente viniera a rescatarlo”.
Un helicóptero lo sacó de ahí. Había ocurrido el diálogo que pronto se viralizó:
—¿Cómo te llamas?
—José Antonio Yépez Ortiz.
—¿Cuántos años tienes?
—Cuarenta cumplí…
—¿Cuándo naciste?
—El 23 de julio del 80…
Después, según los agentes, El Marro dijo dos cosas: que sin él, su grupo iba “a irse abajo”, así como que todo tenía un principio y un fin, y que este, precisamente, era el suyo.
Y es que según especialistas, la organización del Cártel de Santa Rosa de Lima es propiamente una banda criminal jerárquica que resentirá con fuerza la ausencia de su líder y es poco probable que prevalezca.
En los últimos cuatro años sus guerras y sus vendettas habían dejado casi 10 mil muertos en Guanajuato.
Al ejecutar la orden de cateo, los agentes encontraron, bajo un montículo de comida para animal, una especie de aljibe. Ahí se hallaba una empresaria cuyo secuestro era negociado por el grupo.
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