Su elegante caminar era una delicia para las cámaras instaladas en el Área protegida de Yaxchilán, en Chiapas, donde conviven alrededor de 115 jaguares y es que Pac-man no era cualquier felino: su juventud y una mancha lo hacían muy peculiar.
El último registro que las cámaras tienen de él corresponde a enero de 2019, justo el mes en el que posteriormente fue asesinado por cazadores furtivos. La manera en la que este felino de 55 kilos de músculo reveló que sus asesinos querían algo más que exhibirlo como un trofeo de caza.
Este fue el primer caso visible en México que podría relacionarse a una red de tráfico de jaguares que opera entre China y Centroamérica.
Una investigación del periodista Alejandro Mendoza Rocha para Diálogo Chino, publicó cómo Pac-man fue cruelmente asesinado, despojado de colmillos, garras, cabeza y genitales, piezas que en el mercado pueden alcanzar un precio de entre USD 10,000 a 20,000. Casos similares ya se habían visto en Bolivia y Perú donde investigaciones permitieron concluir que este tipo de crímenes estaban relacionados con la mafia china, ya que estas partes se venden principalmente en el mercado asiático.
“Pac-man da la señal de banderazo del comercio ilegal chino en búsqueda del jaguar en territorio mexicano. Estamos viendo este comercio ilegal en todo el continente (americano)… Evidentemente es el crimen organizado”, señaló a la publicación Rodrigo Medellín, cuyo Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estudia a los jaguares en la Selva Lacandona. Uno de los ejemplares a los que le hacían seguimiento era Pac-man.
La Agencia de Investigación Ambiental (EIA por sus siglas en inglés) publicó en un informe este año que la medicina tradicional china es involuntariamente responsable de este tipo de actos, un ejemplo de ello es que 24 compañías farmacéuticas incluían huesos de leopardo, como ingrediente en sus medicinas tradicionales.
De acuerdo con la investigación Illegal trade in wild cats and its link to Chinese‐led development in Central and South America, que por primera vez sistematiza el tráfico desde 19 países de Sur y Centroamérica a China, destaca que la mayoría de las piezas de jaguar decomisadas fueron colmillos; el 34 % de los informes estaban vinculados con China.
Agrega que los países que combinan inversión privada china, altos niveles de corrupción y bajo ingreso de sus habitantes, las incautaciones de piezas de jaguar son de 10 a 50 veces mayores que en el resto de las naciones.
“No es la primera vez que el tráfico chino acecha a la fauna mexicana. La ruta México-China lleva al menos dos décadas consolidándose con especies que son, sobre todo, marinas, entre ellas la totoaba (Totoaba macdonaldi), el pepino de mar, el caballito de mar y el tiburón, según informes oficiales de la Profepa. Por ello, Medellín considera que urge legislar para que se considere como “delito grave” el matar a un jaguar; una bandera que asumió la Profepa durante la Conferencia Regional de Alto Nivel de las Américas sobre el Comercio ilegal de Vida Silvestre, celebrada en Perú, en octubre de 2019″, alerta Diálogo Chino.
“Me preocuparía mucho que, en un país como México, en donde no es clara la reducción de la ilegalidad y el crimen organizado, empezara a crearse un mercado redituable para las partes de jaguar, porque ya vimos lo que sucedió con la totoaba y la vaquita marina (…) Se nos puede salir de las manos”, señala María José Villanueva, directora de conservación de WWF-México.
Los pocos restos que los cazadores dejaron de Pac-man fueron encontrados cubiertos de lodo en las cercanías del Río Usumacinta. Le faltaba la cabeza, las patas, la cola y los genitales. Sólo era un torso con piel.
Las autoridades responsables no interpusieron denuncia alguna, según la publicación, ante la Fiscalía General de la República (FGR), a pesar de que se trata de una especie en peligro de extinción en México. Se buscó la versión de la Profepa, no se obtuvo respuesta hasta el cierre de edición.
De acuerdo con el artículo 420 del Código Penal Federal: cazar, traficar, capturar, poseer y transportar especies de flora y fauna silvestre, consideradas endémicas, amenazadas o en peligro de extinción, amerita una pena de uno a nueve años de prisión.
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