Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera supo ser, a principios del Siglo XXI, el narcotraficante más poderoso de México, uno de los más buscados del mundo y a su vez uno de los más elusivos: a pesar de ser capturado en un par de ocasiones, el líder del Cártel de Sinaloa consiguió escapar.
Sin embargo, su última captura en 2016 y su posterior extradición a los Estados Unidos en enero de 2017, donde comenzó uno de los juicios más seguidos en el mundo del crimen organizado a nivel global, desembocó en la sentencia a cadena perpetua en julio de 2019.
Ahora, Guzmán Loera, que en su momento el principal objetivo de casi todas las agencias de seguridad estadounidenses y mexicanas, es un hombre aislado en una pequeña celda, donde recibe visitas esporádicas, un contacto mínimo con el mundo exterior y casi nulo con sus compañeros de prisión.
Y es que El Chapo come y se baña en su celda y tenía tres horas al día al aire libre, pero que ese tiempo le ha sido restringido por la pandemia a al menos un tercio de tiempo. Así lo reveló a la cadena CNN Mariel Colón, abogada del narcotraficante.
Además, las únicas personas que pueden visitarlo son sus hijas. Sin embargo, al menos las más chicas, que procreó con Emma Coronel, no viven en Colorado, el estado donde se encuentra la la Penitenciaría Administrativa de Máxima Seguridad, mejor conocida por sus siglas en inglés de ADX, o como el “Alcatraz de las Rocosas”.
Sus llamadas telefónicas, además, están tan restringidas como su tiempo al aire libre: puede realizar solamente dos al mes, socialmente, de 15 minutos. Usualmente, lo hace con su hermana Bernarda y con su madre Consuelo o con las menores, por lo que tiene que decidir dejar fuera a alguien de sus familiares durante ese mes.
Las visitas han sido en ocasiones muy especiales. En diciembre de 2019, el primero que atravesó ya en la cárcel estadounidense, El Chapo tuvo un regalo especial: la esperada visita de sus hijas más pequeñas, las mellizas Emalí Guadalupe y María Joaquina, quienes lo visitaron por primera vez.
“Para las niñas tiene que haber sido duro no poder abrazar a su papá, porque la visita fue a través de un cristal. También para él que está detrás de este vidrio el no poder acercarse a ellas debió ser difícil”, detalló Colón en su momento. El día del padre, a finales del junio pasado, lo vivió solo, aunque con recuerdos de otros de sus hijos en redes sociales.
Ahora mismo, por la pandemia de COVID-19, todas las visitas al complejo penitenciario están suspendidas.
Las condiciones en las que vive el ex capo, quien durante sus estancias en las cárceles mexicanas tuvo una mejor vida gracias a la corrupción que envuelve a las instituciones mexicanas el mundo del narco, le han repercutido en su estado de salud, “se ve mucho más flaco, un poco más apagado”, dijeron sus defensores en septiembre de 2019. De acuerdo con ellos, su visión disminuyó considerablemente.
“En un mes y medio empeoró bastante su vista, no es que esté ciego, pero ve borroso. No puede leer. Necesita lentes (…) No había podido atenderse porque no habla inglés y no pudo pedir un oculista hasta que yo fui”, expresó Colón.
Pero Guzmán Loera no pasa todo el tiempo meditando sobre su época como el líder del Cártel del Pacífico. “(El Chapo está) ayudando, trabajando en el papeleo desde su celda” aseguró otro de sus abogados, Jeffrey Lichtman, quien comentó sobre el juicio que “era Estados Unidos tratando de demostrar al mundo lo especial y justo que era su sistema. “Realmente pienso que falló”, aseguró. El defensor asegura que el juicio no fue justo.
Sin embargo, el narcotraficante no planea quedarse mucho tiempo más en la prisión “supermax” de Colorado. El equipo jurídico de Guzmán apelará sentencia en su contra, para lo cual tiene de plazo hasta el 21 de agosto. Un primer intento por apelar la decisión del juez se dio a los cinco días de que el mexicano fue sentenciado, pero el juez Brian Cogan la rechazó casi inmediatamente.
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