Este 2020 ha sido un año difícil para Quintana Roo. A pesar de los esfuerzos de las autoridades por reactivar la economía desde el mes de junio, la pandemia del COVID-19, las manchas de sargazo, la llegada de tierra del Sahara, o la amenaza de formación de ciclones tropicales, impiden reanimar al sector turístico. Y ahora, una nueva eventualidad se ha sumado a la lista.
Desde el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la experta Luisa Falcón Álvarez alertó acerca de los daños que la ocupación turística y los desechos de la agricultura están causando a la Laguna de Bacalar, ubicada al sur de la entidad.
“Es un tesoro del planeta que no hemos sabido cuidar, el turismo desordenado y la falta de tratamiento de aguas residuales están acabando con el arrecife bacteriano de agua dulce más grande del mundo”, expresó la científica.
Rodeadas por un selvático paraje verde, las aguas cristalinas de la Laguna de Bacalar se han convertido en un reclamo para los turistas que huyen en los meses de primavera y verano del sargazo que arriba a las playas de otros destinos de Quintana Roo, como Cancún, Tulum o Playa del Carmen.
Cada vez más instagramers, youtubers, viajeros y amantes de la naturaleza desean visitar la mágica postal, que parece traída de un lugar de ensueño. Su arena blanca, y sus distintos gradientes de profundidad, le conceden hasta siete tonalidades de azul, motivo por el que también se la conoce como laguna de los siete colores.
Aunque durante años fue un rincón del México desconocido, ahora su fama es internacional, hasta el punto de que en los últimos tres años, -y antes de la irrupción del COVID-19″, la ocupación hotelera rebasó cada mes el 85%. Y de sólo unas decenas de visitantes anuales, se pasó a más de 140,000.
“Se improvisaron hoteles y aparecieron servicios de la noche a la mañana, inadecuados y sin regulación”, denunció Falcón Álvarez.
Esto influyó en el cambio de tonalidad de la laguna, donde los azules se están transformando en verdes y cafés. También son factores de esta degradación los basureros a cielo abierto, los fertilizantes utilizados en cultivos cercanos, el aumento de residuos por la basura que dejan tras su paso los turistas, y los asentamientos humanos no planificados, sin que exista un tratamiento correcto de aguas residuales.
“El problema se agudiza porque esta laguna es parte de la cuenca hidrológica, que constituye un corredor transversal costero de flujo de aguas superficiales y subterráneas que conecta al Caribe con otros cuerpos de agua, y ahora se vierten grandes cantidades de nitrógeno y fósforo que favorecen el crecimiento del plancton, lo que ha derivado en el cambio de coloración”, informó Falcón Álvarez.
El equipo de la investigadora de la UNAM ha trabajado durante más de 15 años en la zona. Su misión es revisar el estado de salud de las microbianas que residen desde hace nueve mil años en la laguna. Y es que el lugar, alberga el arrecife de bacterias de agua dulce más grande del mundo.
“No trabajamos con calidad del agua, sino con ecología microbiana, y nos llamó la atención que en una Semana Santa hubo tal cantidad de visitas, que las lanchas se estacionaron sobre los microbialitos (que se forman por acción de las bacterias), rompiendo su parte viva”, detalló la experta.
También ocurrió en el área del Canal Pirata, donde en 15 años desapareció el arrecife de microbialitos por las lanchas y el movimiento de la gente. Ahora es sólo una barrera de sedimentos.
Ante los daños que diversos factores han provocado en la laguna, y por tratarse de un rincón único en el mundo, el equipo trabaja junto a la Secretaría del Medio Ambiente para determinar qué zonas deberían cerrarse al público, cuáles deberían ser consideradas núcleo de conservación, en dónde debería restringirse el acceso y cuáles se consideran perdidas.
En opinión de la investigadora, no se trata de que el progreso económico y la conservación de los espacios se peleen, pero sí se debe reconocer que existen ecosistemas que son fundamentales y valiosos, y deben ser protegidos por su biodiversidad, por producir oxígeno, por filtrar el agua o capturar carbono, entre otros beneficios.
Para ella, la pandemia por COVID-19 es una muestra clara de lo que puede ocurrir si no cuidamos el planeta, ya que si el medio ambiente se enferma, los humanos estaremos en contacto con millones de virus, la mayoría inofensivos pero otros quizás, no.
“Alguno no lo será tanto y un ejemplo es la pandemia por SARS-CoV-2, que se asocia al tráfico ilegal de especies silvestres. Debemos aprender que no estamos separados de la salud de las comunidades ni de los ecosistemas, y que la mejor vacuna es la conservación y el desarrollo sostenible”, sentenció.
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