La lógica de la guerra que libran hoy los cárteles de la droga contra el gobierno federal los ha empujado a implementar extrañas estrategias. Uno de esos pasos es la práctica de la “subcontratación” de los servicios especializados que prestan gatilleros con los que han establecido una relación mutua.
Hay al menos tres factores que contribuyen a que la relación intermitente entre criminales y cárteles se convierta en una alianza duradera. El principal es la protección o reducción de riesgos de las propias organizaciones criminales. Al operar con sicarios semiautónomos, las dirigencias de los grupos delictivos reducen la probabilidad de que sus organizaciones sean penetradas por informantes gubernamentales o de otros cárteles.
También, cuando los gatilleros son arrestados por las autoridades, no pueden proporcionarles información sobre el modus operandi de la organización criminal.
Un segundo factor son las ventajas logísticas, informativas y de eficacia operativa. Los criminales se localizan en varios puntos del país y cada uno de ellos conoce en detalle el espacio que habita. Su colaboración suprime varios costos de transacción en los que incurren los grupos criminales al movilizar sus fuerzas, permite que las acciones encomendadas se realicen velozmente y aumenta los flujos informativos hacia la cúpula del cártel desde varios puntos del país.
El tercer componente es de carácter económico: los cárteles de las drogas ahorran recursos. La subcontratación de hombres para realizar determinadas tareas resulta más barata que mantener un abultado grupo de sicarios.
El más claro ejemplo de subcontratación ocurrió recientemente en el atentado contra el jefe de la policía de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, el pasado 26 de junio.
Ese día, García Harfuch sobrevivió a un atentado cometido a las 06:35 horas. El vehículo en el que viajaba fue emboscado en Lomas de Chapultepec, una de las zonas más exclusivas de la capital del país.
Según informaron las autoridades los criminales atravesaron una camioneta para interceptar el paso al funcionario, que recibió tres impactos de bala en la rodilla, el hombro y la clavícula.García Harfuch fue reportado fuera de peligro tras la agresión cometida por 28 sicarios y que dejó 19 detenidos, entre ellos el supuesto autor intelectual, José Armando “N”, alias “El Vaca”.
Este hombre es responsable, según los informes de inteligencia, de enrolar pistoleros al Cártel Jalisco Nueva Generación y entrenarlos para ejecuciones. La FGJCDMX señaló que “El Vaca” habría reclutado a los sicarios que atacaron al jefe policíaco, bajo la promesa de pagarles 100,000 pesos, darles un seguro de vida y hacerse cargo de su familia en caso de ser asesinados o detenidos.
El cometido de los criminales debía ser tener cubierta toda la ruta desde el Poniente hasta el Centro de la ciudad, por la que pasaría la camioneta del mando y su convoy de resguardo.
El atentado se organizó mediante cuatro células con siete sicarios cada una, quienes una semana antes del crimen recibieron un entrenamiento exprés para el uso de armas de alto calibre Barret .50.
Ha trascendido que los seis vehículos que usaron en el ataque portaban placas falsas, igual que los documentos encontrados en los cateos a las bodegas e inmuebles que sirvieron de base de operación del Cártel Jalisco Nueva Generación, entre ellos tarjetas de circulación y licencias de conducir.
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