Cuando la Secretaría de Turismo de Quintana Roo anunció en marzo que no recibirían viajeros en Semana Santa, la noticia fue en shock.
En uno de los períodos vacacionales de máxima afluencia y ocupación hotelera, el destino más internacional del Caribe mexicano se blindaría para impedir una propagación mayor del COVID-19. Cancún, Tulum, Morelos, Holbox, Isla Mujeres, Bacalar, Playa del Carmen, Cozumel... Todos sus enclaves cerrarían sin excepciones, para evitar el destino fatal que ya habían sufrido potencias turísticas de países como EEUU, España o Italia.
Por ese entonces, agosto quedaba muy lejos aún. Al pensar en el verano, todo parecía indicar que la pandemia ya habría remitido para la temporada estival. Sin embargo, a punto de entrar en julio, la situación en Quintana Roo parece haberse recrudecido. Ya no sólo preocupa la incidencia del coronavirus, sino que han surgido nuevos factores y fenómenos que ensombrecen aún más el panorama.
La temporada de huracanes, la llegada del sargazo, las restricciones en los viajes, y la incertidumbre a la hora de reservar, se han unido al aumento de casos de coronavirus en el país y a las dudas sobre los cambios en los semáforos de alerta epidemiológica, terminando de sembrar el miedo de los potenciales viajeros.
El semáforo de la incertidumbre
Con el fin de favorecer su actividad económica, Quintana Roo se adelantó a principios de junio a los designios federales, y lanzó un Semáforo de Riesgo Epidemiológico propio, a nivel estatal.
Aunque gran parte de la entidad permaneció en color rojo, se concedió a los municipios del norte la luz naranja. El 8 de junio, Benito Juárez -donde se ubica Cancún-, Tulum, Solidaridad, Cozumel, Puerto Morelos, Lázaro Cárdenas e Isla Mujeres lograron el ámbar, y reactivaron parte importante de su actividad turística.
Las empresas de transporte, los restaurantes, museos y sitios históricos, las operadoras de buceo, los parques acuáticos y temáticos, los balnearios, los resorts y alojamientos hoteleros reabrieron sus puertas para recibir a un 30% de su aforo total. Sin embargo, su mayor atractivo aún continúa cerrado al público. Y es que las playas de agua turquesa de Quintana Roo permanecen clausuradas.
“Al cero por ciento siguen vetadas, prohibidas, las siguientes actividades: playas y parques públicos, servicios artísticos, culturales y deportivos; gimnasios y clubes deportivos; bares, discotecas, centros nocturnos y casinos; actividades sociales y convenciones”, explicó el 7 de junio el gobernador del estado, Carlos Joaquín González.
El pasado 22 de junio, el jefe del ejecutivo estatal anunció que las localidades del sur dejarían el rojo y se unirían al semáforo naranja.
“Todo el Estado de encuentra en color naranja en el Semáforo Estatal. NO estamos fuera de peligro. Es VITAL seguir las medidas sanitarias y únicamente salir a las actividades permitidas”, escribió en Twitter, resaltando que las playas seguían cerradas al público.
Dos semanas después, el panorama continúa igual, pero la desconfianza es mayor. Además de no haber una fecha clara para la reapertura de playas, existe el miedo de retroceder de nuevo a semáforo rojo, circunstancias que afectan a las reservaciones. En municipios como Benito Juárez, donde se encuentra Cancún, preparan protocolos sanitarios para evitar una propagación mayor del COVID-19. Y es que este concentra el 70% de los contagios totales de la entidad y el 76% de las defunciones.
A pesar de los esfuerzos por reanimar el sector, se espera que para este verano la ocupación hotelera no supere el 30% en Quintana Roo, según estimaciones del secretario de Turismo, Miguel Torruco. Y la incertidumbre que recae sobre julio no ayuda a mejorar la situación.
Una temporada de huracanes más activa de lo normal
Si el golpe del COVID-19 no era adversidad suficiente, la Temporada de Ciclones Tropicales en 2020 será “más activa de lo normal” en el Atlántico Norte, de acuerdo a la previsión de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
“El pronóstico para la cuenca del Atlántico es de 15 a 19 fenómenos hidrometeorológicos”, informó el 14 de junio el organismo.
Del total de eventos, alrededor de unos ocho o diez serían tormentas tropicales, y otros nueve podrían convertirse en huracanes: entre ellos, cuatro ganarían fuerza y escalarían en la escala Saffir-Simpson a las categorías más altas, es decir, 3, 4 y 5.
Mientras que las tormentas tropicales Arthur y Bertha se adelantaron al calendario y se dirigieron hacia la costa este de EEUU, el tercer evento de la temporada, Cristobal, azotó al sureste de México y provocó severas inundaciones y numerosas pérdidas materiales. Y Playa del Carmen, en Quintana Roo, fue una de las zonas más afectadas.
Dolly se convirtió en el cuarto fenómeno registrado en el Atlántico durante el 2020, y avanzó sin causar graves daños. Si se restan los fenómenos ya producidos, se resuelve que todavía podrían darse antes del 30 de noviembre 15 ciclones tropicales, que llevarían los siguientes nombres: Edouard, Fay, Gonzalo, Hanna, Isaias, Josephine, Kyle, Laura, Marco, Nana, Omar, Paulette, Rene, Sally y Teddy.
Se acumulan las montañas de sargazo
Los huracanes no son el único problema que arrastra consigo el Atlántico y que amenazan a Quintana Roo. Como cada año, el sargazo ha hecho su aparición frente a la costa de la entidad. En lugares como Playa del Carmen, las orillas ya se encuentran infectadas de esta macroalga de color marrón y olor fétido. Y parece que se trata sólo del principio.
La Secretaría de Marina Armada de México (Semar) advirtió que durante los próximos tres meses llegarán acumulaciones masivas de sargazo a la costa Quintana Roo. Según las previsiones basadas en su monitoreo, las playas más afectadas serían las de Solidaridad -donde se encuentra Playa del Carmen-, Cozumel, Tulum y Othón P. Blanco.
Aunque se han invertido 195 millones 634 mil pesos para combatir el sargazo, y las acciones de la Semar resultan efectivas, este sigue recalando en las costas de forma incontenible.
La imagen en el extranjero
A pesar del escaso número de pruebas que se han realizado en México, el número de contagios continúa escalando, y con un total de 231,770 casos, la República ya ocupa el puesto número 11 en el ránking mundial, sin que la curva epidemiológica muestre una clara tendencia a la baja.
Estas cifras afectan a la imagen del país en el extranjero. Si el embajador de EEUU en la República, Christopher Landau, recomendó hace unas semanas a sus connacionales no hacer turismo en México, recientemente la Unión Europea lanzó una restricción de viaje e incluyó a tierra azteca entre los lugares considerados “no seguros”.
La incidencia del COVID-19 en el país; las imágenes que circulan de las playas infectadas de sargazo; la mayor actividad tropical y la incertidumbre que rodea a los viajes en este momento de pandemia, hacen de este verano el más difícil que ha tenido que afrontar Quintana Roo. Sin contar episodios puntuales como el polvo del Sahara que afectó hace una semana a la región.
Sin embargo, y a pesar de los tiempos que aprietan, los esfuerzos no pueden menguar. Y eso sólo se conseguirá si se respetan las medidas de protección individual -como el uso de cubrebocas, la sana distancia y el lavado frecuente de manos-, y se cumplen las recomendaciones sanitarias; de forma que se reme en una misma dirección para lograr que la pandemia remita en México.
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