Agustín Carstens, director del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), señaló que la contingencia por la crisis sanitaria del COVID-19 en México, se presentará una variación económica de largo plazo que tendrá una repercusión en la economía familiar de millones de personas.
Y es que el ex presidente del Banco de México (Banxico) explicó que por la parálisis de casi todos los sectores industriales en el mundo, un gran número de empresas empezaron a tener dificultades de liquidez y autonomía para pagar sus créditos, de tal razón que se genera una serie de afectaciones que culminan en el detrimento de la capacidad adquisitiva de los empleados de menor rango.
“Un aspecto importante: el golpe a la solvencia todavía no se ha dejado notar del todo. En esta fase, se espera que sean las autoridades fiscales las que asuman el trabajo pesado. Es posible que aumenten las insolvencias de empresas y que las familias atraviesen dificultades. Cuando esto ocurra, probablemente con el desencadenante de las discontinuidades (cliff effects) que se producirán cuando las primeras medidas de apoyo fiscal se agoten y las moratorias de pago finalicen, los bancos se encontrarán en el ojo del huracán”, afirmó Carstens durante su participación en la Asamblea General Anual del Banco celebrada en Basilea, Suiza.
Las dificultades que presenta el COVID-19 no sólo se materializan en el sector Salud, pues parte de la estrategia para el combate a esta enfermedad consiste en atender las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), misma autoridad sanitaria que sugirió el aislamiento social para evitar brotes descontrolados de la enfermedad. En consecuencia, los centros de trabajo dejaron de estar en operación para contribuir a la táctica que prioriza la salud humana.
Con el pasar del tiempo y de la naturaleza de la pandemia, la reactivación económica sería parte de la normalización de actividades; sin embargo, el director del BIS (Bank for International Settlements) no se mostró tan optimista, o al menos no en el corto y mediano plazo, pues en esta cadena de reestructuración, el último eslabón, los empleados, serán los últimos en ver mejorada su condición económica.
Por este motivo, señaló que el fenómeno provocado por el SARS-CoV-2 no está próximo a desaparecer y que las políticas financieras de cada nación deben de reformarse para garantizar, en la medida de lo posible, la estabilidad económica para sus habitantes.
Si bien la economía global parece estar recuperándose, queda mucho por hacer. El virus está lejos de ser erradicado, y muchos países, especialmente los más débiles, todavía están en la fase inicial de la lucha [...] La política monetaria por sí sola no puede ofrecer una mayor sostenibilidad y crecimiento económico en el contexto de precios y estabilidad financiera. Es necesario contar con políticas fiscales y estructurales favorables al crecimiento
En conclusión, el ex secretario de Hacienda afirmó que esto es una oportunidad para que los gobiernos implementen nuevas políticas que incentiven la inversión sostenible.
“La cooperación global continuará siendo esencial, particularmente en la provisión de inyecciones de liquidez a gran escala. También se requiere la cooperación internacional para abordar problemas a más largo plazo tales como el costo de los pagos transfronterizos y para abordar el aumento de los riesgos en el sistema financiero mundial”, sostuvo.
Para conseguir dicho objetivo, reconoció que los bancos centrales tienen un papel primordial para coadyuvar en la generación de un entorno armónico entre la crisis por COVID-19.
“Los bancos centrales han suministrado a la economía mundial un oxígeno muy necesario, que ha permitido que sobrevivan empresas y se conserven empleos que, sin estas medidas, se habrían perdido durante el confinamiento. Aunque parece que la economía global se está recuperando, todavía queda mucho por hacer”, admitió.
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