La emergencia sanitaria por COVID-19 ocasionó la suspensión de clases presenciales y, en el caso de la educación básica, el ciclo escolar continúo con lecciones en línea.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) implementó desde el 19 de abril el programa Aprende en Casa, en el que integró información en una plataforma en línea y también la replicó en radio y televisión.
Los cambios que experimentaron los niños y niñas ante el contexto impactará en su aprendizaje, particularmente, para aquello menores que en sus casas no hay conexión a internet y sus padres no cuentan con los conocimientos o disponibilidad de tiempo para acompañarlos en el proceso de aprendizaje.
Lo anterior se indica en el reporte nacional Mitigando el impacto de COVID-19 sobre los aprendizajes, elaborado por Xaber, organización civil que promueve evidencias científicas para políticas educativas.
El estudio pone atención a la población de un riesgo alto, aproximadamente 10 millones de niños, y hace un llamado al Estado para poner atención en este sector cuando las clases se regularicen.
“Es bueno tener un programa de educación a distancia, es loable, aplaudible, es recomendable, pero no es suficiente”, dijo Rafael de Hoyos, economista Principal de la Unidad de Educación para América Latina y el Caribe del Banco Mundial y cofundador de Xaber.
La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información de los Hogares de 2018 elaborada por Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indicó que 50.9% de los hogares en el país están conectados a internet, en tanto que 45.4% cuentan con una computadora.
Rafael de Hoyos puntualizó: “No discuto la calidad y contenidos de Aprende en Casa, pero aunque sea el mejor del mundo, esos 10 millones de chavos en educación básica no se están beneficiando, porque no tiene las condiciones mínimas, y tenemos que empezar a pensar desde ya en políticas compensatorias”.
Para calcular el impacto de la pandemia en la educación básica en el estudio Pronosticando el bienestar individual a través de resultados de evaluaciones (Predicting individual wellbeing through test scores), De Hoyos usó bases de datos de las evaluaciones como ENLACE y PLANEA.
En el estudio se ejemplifica que “en educación primaria, una reducción de 10 días de clases está asociada con una disminución de 4 puntos en los resultados de matemáticas y español, medidos por la extinta prueba estandarizada ENLACE”.
Los alumnos perdieron alrededor de 60 días efectivos de clase, esto podría reducir en alrededor de 24 puntos. La SEP suspendió las clases presenciales el pasado 20 de marzo.
Si se aplicara la prueba, se registraría un descenso significativo, con un puntaje de 481. Cabe señalar que se registró un incremento de tres puntos del 2015 al 2018, al pasar de 500 a 503 puntos y para este la estimación era de 505 unidades.
“Estos 24 puntos es más de lo que los niños aprenden en un año lectivo en promedio. Así de grande es el impacto”, precisó De Hoyos.
<mark class="hl_orange"><b>Consecuencias a futuro</b></mark>
Entre las consecuencias para los alumnos, en el estudio se puntualiza que en la presente generación que concluyó la primaria disminuirá la tasa de graduación cuando concluyan la secundaria, pasará de 88.8 a 85.8%. También existirán efectos colaterales cuando concluyan la preparatoria.
El impacto real dependerá de las condiciones a las que se enfrenta cada alumno en su casa y por ello, los clasifica de la siguiente forma: riesgo alto, medio alto, medio bajo y bajo.
“Los más afectados serán los niños y jóvenes en hogares en donde no hay un dispositivo con acceso a internet, con padres de baja escolaridad y poca disponibilidad de tiempo para guiar el proceso de enseñanza”, se menciona en el documento.
La población que está clasificada como “alto riesgo” representa el 40% de los 25 millones de estudiantes de educación básica en el país.
En el caso de entidades del norte la proporción disminuye a 32.5% en promedio.
Mientras que el sector denominado de “bajo riesgo” son aquello que no tuvieron problemas para hacer la migración en el modelo educativo, ya que son alumnos que cuentan con acceso a internet y los padres cuentan con el tiempo para ayudar a sus hijos, lo que representa el 16 por ciento.
Los alumnos que se encuentran en la clasificación de “riesgo medio”, representan el 40% y son los que cuentan con acceso a internet, pero los padres no cuentan con las habilidades o escolaridad suficiente y los de “riesgo medio” que son los que no cuentan un dispositivo con acceso a internet, con 3.6 por ciento.
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