Anualmente son emitidas a la atmósfera unas 1,000 millones de toneladas de polvo provenientes de las zonas áridas y semiáridas del norte de África, las partículas son arrastradas por las corrientes de viento a lo largo de 7,000 kilómetros hasta llegar a América, este fenómeno meteorológico se conoce como polvos del desierto del Sahara.
El Sahara se ubica al norte del continente africano y las tormentas de arena producidas en este lugar provocan que las cantidades de polvo se eleven hasta 7 kilómetros, pero es durante el verano y a principios de otoño cuando una masa de aire muy seca se forma sobre este desierto, el más grande del mundo, esta es la Capa de Aire del Sahara (SAL, por sus siglas en inglés).
Según la Comisión Nacional del Agua, el SAL llega a tener una extensión horizontal de 4,000 a 5,000 kilómetros, tamaño superior a la superficie continental de Estados Unidos.
Las corrientes de viento hacen que los polvos del Sahara, de tamaño inferior a 100 micras, se desplacen sobre el Oceáno Atlántico y lleguen hasta la zona del mar Caribe y el Golfo de México, donde este año se prevé que arriben el 26 de junio, según una proyección compartida por Alberto Hernández Unzón, meteorólogo y ex coordinador del Servicio Meteorológico Nacional.
Hasta las 19:00 horas de este 17 de junio, una imagen satelital, compartida por Hernández Unzón, mostraba la propagación del polvo del Sahara cercana al litoral del Golfo mexicano en los estados de Veracruz y Tamaulipas.
“Para el 26 de junio llegada al litoral del Golfo de México del polvo del Sahara”, publicó el ingeniero geofísico, egresado del Instituto Politécnico Nacional, en su cuenta de Twitter a las 20:45 horas de este miércoles.
En 2019, estos polvos llegaron hasta Monterrey y Yucatán. En lo que va de 2020, los polvos saharianos paralizaron las comunicaciones aéreas en las Islas Canarias (cercanas a España) en febrero pasado, y para mayo reciente arribaron a la Guajira, demarcación local de Colombia, aunque también han llegado a regiones de centroamérica.
En otros años, los polvos saharianos han avanzado hasta el sudeste de Estados Unidos, incluso, a la selva amazónica, en sudamérica.
Cuando estos polvos logran alcanzar áreas pobladas de Europa y América, “pueden provocar la aparición de alergias y crisis asmáticas en muchas personas, sobre todo aquellas que ya sufrían problemas respiratorios o de inmunodepresión. Muchas veces se refieren casos de ‘gripes’ persistentes o alergias sin causa aparente que pueden haber sido provocadas por el contacto con partículas de origen biológico presentes en estas brumas”, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud.
Por ello este organismo internacional recomienda que la población afectada con “enfermedades respiratorias crónicas (EPOC, asma), adultos mayores, mujeres embarazadas y niños deben usar protectores respiratorios, tales como mascarillas o un pañuelo de tela húmedo para cubrir nariz y boca”, así como usar gafas.
Si se presenta sensación de cuerpos extraños en los ojos, deben lavarse con abundante agua, de preferencia que sea potable o hervida y, antes de iniciar ese procedimiento, asearse muy bien las manos. También recomiendan cubrir las fuentes de almacenamiento de agua como pozos, estanques o tambos.
Cabe destacar que las medidas de protección son similares a las recomendables para evitar el contagio del coronavirus.
“La inhalación de partículas de polvo cuando el tiempo es cálido y seco puede dañar las mucosas de la nariz y la garganta, proporcionando condiciones favorables para una infección bacteriana. Además, el óxido de hierro que contienen las partículas de polvo puede incrementar el riesgo de infección”, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Además, el polvo puede favorecer la transmisión de la fiebre del valle (que llega a ser mortal) en el suroeste de los Estados Unidos y el norte de México al transportar las esporas del hongo Coccidioides.
La OMM refiere que “un 40% de los aerosoles de la troposfera (capa inferior de la atmósfera de la Tierra) son partículas de polvo provenientes de la erosión eólica, especialmente de África septentrional, la península arábiga, Asia central y la China”.
El especialista del IPN refiere que el SAL inhibe el desarrollo de ciclones tropicales, pues “el aire seco también puede causar fuertes ráfagas si se mezcla con una tormenta eléctrica que pueda formarse”.
Sin embargo, los depósitos de polvo en la superficie también son una fuente de micronutrientes para el ecosistema continental y marino, por lo que aquellas partículas provenientes del Sahara podrían fertilizar el bosque lluvioso del Amazonas, pues el hierro y el fósforo que transporta favorecen la producción de biomasa marina en zonas de los océanos donde escasean esos elementos, según consigna la agencia EFE.
Y para la agricultura, el polvo puede reducir el rendimiento de los cultivos y la actividad fotosintética, también se pierde tejido vegetal y se incrementa la erosión del suelo, según un reporte de la misma agencia.
Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, en 2014, las partículas de polvo causaron unas 400,000 muertes prematuras por enfermedad cardiopulmonar en la población de más de 30 años de edad.
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