Cuando recordamos las Copas Mundiales de Fútbol muchas imágenes de la Selección Mexicana se nos vienen a la cabeza, sobre todo las de sus figuras en cada edición: Manuel Negrete en México 86, Jorge Campos en Estados Unidos 94; Luis Hernández en Francia 98, Jared Borgetti en Corea-Japón 2002 o Guillermo Ochoa en Brasil 2014, por mencionar algunos.
En cambio, muy pocos recuerdan aquellos futbolistas mexicanos que pudieron ser las estrellas de un Mundial y no lo fueron por una trágica lesión. Tal es el caso de Alberto Onofre, que en 1970, con sólo 22 años de edad, era no únicamente el mejor jugador de las Chivas de Guadalajara, sino también el mariscal del equipo nacional.
Incluso, Juan Villoro, uno de los mejores escritores de fútbol, lo definió como un extraordinario centrocampista que tuvo la inteligencia de Cuauhtémoc Blanco y el elegante golpeo de balón de Benjamin Galindo.
Sin embargo, la afición mexicana no pudo disfrutar de su calidad en el campo de juego, en lo que pudo haber sido el escenario más importante en su carrera: el Mundial de México 1970.
Y es que un día lluvioso de hace 50 años, Onofre sufrió una fractura de tibia y peroné después de resbalar y tener un fuerte choque con el defensa cruzazulino Juan Manuel Alejándrez, a diez minutos de que terminara el entrenamiento y a cuatro días antes de que México debutara como anfitrión del Mundial ante escuadra de la Unión Soviética.
Con 73 años de edad, Alberto recuerda ese crujir de sus huesos, como si hubiera sido ayer, aunque para él ya no hay frustración y menos dolor. Así lo confesó en una entrevista que publicó este miércoles el diario Excélsior:
Todavía no entiendo por qué me cambié de tachones, cuando estábamos a unos minutos de terminar el entrenamiento. Comenzó a llover y traía calzado de seis tacos, no me acomodaba (...) No sé qué fue peor, si el dolor de los huesos rotos o el entender que ahí se acabó todo para mí
Tras el incidente una ambulancia con escolta llevó al herido del Centro de Capacitación, que se ubicaba a un costado del estadio Azteca, al hospital. En el quirófano quisieron ponerle una bata, pero el jugador pidió que lo operaran como estaba, con el uniforme de la Selección.
Horas más tarde, los periodistas deportivos informaron lo que lamentablemente se esperaba: “México se queda sin su número 10”, lo que significaba que era el momento de ponerse a rezar:
Ahí se asomaron los seleccionados y cuerpo técnico. El Güero Cárdenas (DT de la Selección Mexicana) trataba de darme ánimos, que a lo mejor me alcanzaba el tiempo para jugar un partido, que los muchachos me dedicarían el partido inaugural ante los soviéticos. Mis huesos tenían otros planes
Ningún jugador o directivo le firmó el yeso que le pusieron a Onofre tras la intervención quirúrgica (fueron dos). De hecho, los que pasaron más tiempo con el mediocampista frustrado fueron sus amigos, el boxeador “Púas” Olivares y el cómico “Clavillazo”.
El partido entre México y la Unión Soviética llegó y su frustración aumentó, pues el tapatío ya se miraba en la inauguración, ya sentía puesto el uniforme, cantando el Himno Nacional Mexicano.
El partido inaugural lo miré desde el palco de la Federación Mexicana de Futbol, lejos de los vestidores y las indicaciones del entrenador (su lugar lo tomó el atlantista Marcos Rivas). Después me fui a mi casa en el barrio Del Fresno, con mis papás. Miraba los juegos de México en mi recámara, a veces con la familia, en ocasiones solo
La Copa Mundial de México 1970 terminó con Brasil levantando la copa, pero para Onofre seguía la pesadilla, pues tuvo que permanecer nueve meses enyesado y un año más para recuperarse: “Tardé dos años para volver a jugar con las Chivas, pero el equipo andaba por debajo del nivel acostumbrado y no tardé en retirarme”.
A medio siglo de la tragedia, Onofre sabe que dicho torneo era su catapulta para el fútbol europeo, pues antes de su lesión consiguió llevar a México al oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá:
No sólo era titular, era el armador del equipo, la esperanza de México, pues. Todo marchaba de maravilla; incluso un amigo español de apellido Zavala me decía que acabando el Mundial de México 70 me buscaría acomodo en el balompié de su país
Si bien la fractura cambió su historia, Alberto Onofre ya cerró esa herida, pues hoy en día vive para sus hijos y nietos. El exjugador se mudó a Salinas de la Cruz, en el sur de Guadalajara y se hizo cargo del taller de su papá (tornero), negocio que le ha permitido subsistir.
No obstante, hasta hace pocos años se daba todavía el gusto de irse a cascarear con veteranos de la capital jalisciense.
Nos reuníamos con el Coco (Rodríguez), Nacho (Calderón), (Javier) Valdivia y otros para jugar un rato. Ahora sólo nos juntamos para platicar, pues mis rodillas ya no me permiten pegarle al balón
Y sobre Juan Manuel Alejándrez, con quien tuvo el dramático accidente, Onofre sabe que el también tapatío no tuvo la culpa de aquel choque en el entrenamiento: “Aunque nunca se me acercó para pedirme disculpa alguna. Aquella vez yo sí le dije que no se preocupara”.
Alejándrez murió en 2007 y poco se habló de él. Llegaron a jugar en las cascaritas de los veteranos y charlaron de muchas cosas, pero de aquella tarde del choque en el Centro de Capacitación, hace 50 años, nunca se volvió a decir palabra alguna.
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