Las trabajadoras sexuales han tenido que adaptarse a la crisis sanitaria por el COVID-19, desde dormir en la calle, hasta pedirles a sus pocos clientes que se desinfecten las manos y no les den besos, a fin de evitar ser contagiadas.
La pandemia, que ha azotado al mundo y ha cobrado la vida de miles de personas, ha obligado a todas las naciones a tomar medidas estrictas de distanciamiento social para mitigar el contagio del SARS-CoV-2.
Dichas prácticas no sólo han mantenido a las personas en confinamiento, sino que ha obligado a encontrar nuevas formas de relacionarse manteniendo una sana distancia.
Las prostitutas no han sido la excepción. Para poder trabajar y ganar dinero, ellas tienen que tener contacto físico con otras personas. Por ello han tenido que adaptarse para seguir llevando el sustento a casa sin contagiarse de coronavirus.
Trabajadoras sexuales sobreviven a la crisis sanitaria
Luego de que las autoridades sanitarias ordenaron la Jornada Nacional de Sana Distancia, miles de comercios tuvieron que cerrar: tal es el caso de los hoteles, lugares en donde muchas de las prostitutas trabajan e incluso viven.
Algunas de ellas se han apoyado de amigas y amigos que les dejan quedarse en sus casas, y otras menos afortunadas han pasado algunas noches en la calle, con el riesgo de ser atacadas sexualmente.
Tal es el caso de Laura González, de 61 años, que fue entrevista por Animal Político, quien señaló que, tras el cierre de hoteles por la pandemia y la falta de clientes, difícilmente puede pagar su alojamiento. En algunas ocasiones ha tenido que dormir en la calle y, gracias a una amiga, puede quedarse bajo un techo, aunque desconoce hasta cuándo podrá hacerlo.
“No tengo miedo a la enfermedad, tengo más miedo a quedar sin nada. No tengo casa. Si tuviese un hogar pues allá me iba mientras dura esto”, dijo.
Pese a que no pueden acceder a programas como el Seguro de Desempleo para recibir apoyos económicos de 2,600 pesos mensuales, han tratado de sobrevivir con dos apoyos: el del Gobierno con tarjetas únicas y el de organizaciones civiles.
“Nos están dejando literal en la calle, nos convirtieron en gente de la calle cuando no lo éramos. Tenemos una semana viviendo en la calle cuando vivíamos en los hoteles”, dijo Marina Rojano, quien ha sido trabajadora sexual por 24 años.
Otra mujer, Jazmin Carrillo, dijo que se vio sorprendida cuando dos hombres intentaron quitarle los pantalones mientras estaba dormía.
“Como pude me defendí y les grité a las demás”, dijo Carrillo.
Las prostitución también se adapta al COVID-19
Además de las medidas sanitarias, las trabajadoras sexuales han tenido que encontrar una nueva forma de adaptar su trabajo de contacto físico. Aunque podrían contagiarse de COVID-19, tienen que seguir saliendo en busca de clientes para ganar dinero, ya que no han recibido el apoyo que esperaban de casas de acogida y de las propias autoridades.
Ya que es riesgoso estar cerca de otra persona y ellas no tienen más opciones, ahora tienen que solicitarles a sus pocos clientes que usen gel antibacterial y que no las abracen o besen para evitar contagiarse.
Así lo relatan unas trabajadoras sexuales del municipio de Valle de Chalco, quienes aseguran que sus ganancias han disminuido drásticamente, y que pese a la prevalencia de enfermarse coronavirus, salen a las calles.
“Tratamos de no tener casi contacto al hablar con el chico, tratamos de no saludar, incluso antes de trabajar pues desinfectarnos con el gel”, dijo una mujer transgénero llamada Ángela.
Ella señala que además se lava continuamente las manos y carga con un gel antibacterial. A sus clientes les pide higiene, aunque algunos le aseguran que el virus no existe.
Según datos del gobierno, se estima que hay alrededor de 7,000 prostitutas en la Ciudad de México.
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