Un extraño mal que afectó a cientos de niñas llevó la atención hacía un internado de Valle de Chalco, en el Estado de México, donde la mayoría de las alumnas pertenecen a familias campesinas, indígenas o de bajos recursos.
Todo empezó en octubre 2006, cuando dos de las niñas empezaron a presentar atrofia muscular y mareos, después fueron 200 y para abril de 2007 ya eran 600 las menores que presentaban estos síntomas dentro del internado llamado “Villa de las niñas”, dirigido por la congregación religiosa de Corea del Sur “Hermanas de María”, un grupo católico al que entonces la agencia AFP señaló por aplicar una estricta disciplina en la que destacan sólo dos salidas al año para las jóvenes y la prohibición de responder correspondencia.
“Me empezaron a doler mis pies y a la hora de pararme ya no pude levantarme y fue cuando ya no pude caminar”, señaló a Tv Azteca, Soledad Montiel Romero, una de las internas afectada.
Tras realizarles numerosas pruebas clínicas, médicos del Hospital Infantil de México y de la secretaría de Salud concluyeron que el padecimiento era producto de lo que comúnmente se conoce como “histeria de masas”, pero después se diagnosticó como padecimiento sicogénico de la marcha, un trastorno sicológico común entre niños y adolescentes emocionalmente vulnerables y que se presenta en sitios de alta concentración.
La extraña epidemia, que se dio a conocer en la prensa con los testimonios de algunas de las afectadas y de cinco maestros que fueron despedidos en medio de acusaciones de que las niñas eran alimentadas con comida podrida y agua contaminada, desaparecía en cuanto las niñas salían del internado, lo que generó acusaciones de maltrato contra las religiosas, aunque anatómicamente las menores no presentaban ningún daño.
“Los médicos que han hecho análisis dicen que es una imitación entre ellas, es psicológico, finalmente lo que nos impresiona mucho, nos impacta mucho, es que sí sufren en no caminar, entonces los padres están espantados, están perdiendo la razón porque están muy enojados y molestos por ver a sus hijas así”, dijo a la AFP Margie Cheong, la religiosa que dirigía el colegio, quien entonces negó las acusaciones de los maestros.
Un elemento que enfureció a las familias de las menores fue el uso de remedios naturistas y de medicina oriental para tratar algunos padecimientos.
Una joven, enferma de cáncer, denunció en la cadena Televisa que durante meses un médico coreano, llamado por las religiosas, le quemó su cuello para tratar de eliminar unos nódulos que se le palpaban en la garganta.
“Sí, fue una técnica que tuvimos con unas 10 niñas a fin de apoyarles cuando no encontramos otros métodos con los médicos de aquí, para ayudarles con terapia oriental, pero no es para tratarles mal”, reconoció Cheong, “pero sí me arrepiento de practicar esto porque la cultura es totalmente diferente”.
En internado contaba con 3,900 alumnas, de las cuales, 3,000 estaban sanas, 600 enfermas y 300 que habían abandonado la institución.
“Las niñas no aceptan que están imitando, inconscientemente imitan y lesionan sus articulaciones, eso les impide caminar bien", insistió la directora.
Los médicos rechazaron que el padecimiento se haya debido a maltrato o una situación similar en el internado, sin embargo, una vez pasado el escándalo, ex alumnas continuaron con sus denuncias en contra del internado.
El 21 de junio de 2007, el diario La Jornada publicó los testimonios de Rafaela Alejandro, de 17 años, y Agustina Solís, de 18, quienes habían abandonado el internado en el mes de marzo tras no poder caminar.
Una vez fuera de la institución, denunciaron que eran obligadas a cumplir con largas jornadas de trabajo maquilando prendas de vestir, sobre todo ropa deportiva y de bebé, toallas, artículos deportivos, tarjetas, bordados, tejidos y diademas.
Relataron que las alumnas mayores, sobre todo las que estudiaban la carrera de técnica supervisora en industria del vestido, tenían que trabajar todos los días en el taller de costura, algunas veces hasta la madrugada, para cumplir con la faena que se asigna a cada una, y no recibían gratificación, con el argumento de que lo recaudado por la venta de todo lo que ahí se maquilaba es para mantener el internado.
También narraron que no se les permitía hablar por teléfono y que las cartas que recibían eran leídas por las religiosas.
El misterio de lo que sucedió será llevado al cine por Issa López, quién anunció en su cuenta de Twitter que pronto iniciará el rodaje de la cinta, basada en un artículo periodístico de Daniel Hernández que destapó el caso y servirá como base para el guión.
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