En estos momentos donde imperan las emociones en vez de la razón, juzgar los argumentos y las estrategias de comunicación por sus méritos, sea el bando que los haya presentado, se ha vuelto un acto valiente y, según los públicos, hasta temerario. Pero ahí voy…
Como muchos, creo que las decisiones que está tomando el gobierno en temas como la economía y el desarrollo son, en su gran, parte, desacertadas y llevarán a un mayor empobrecimiento. También temo que, en este proceso de empobrecimiento y asilamiento, perdamos libertades públicas y la democracia caiga en el deterioro. Pero al mismo tiempo reconozco que el país no volverá a ser el mismo que era en 2018, toda vez que el sistema no fue capaz de escuchar y resolver reclamos válidos en temas como la corrupción, la desigualdad económica y la seguridad pública. Ante el hartazgo, la apuesta debe ser por la calibración cuando la inercia apunta al deterioro.
Por lo anterior, veo con preocupación que la autoproclamada oposición está perdida: cuando no se limita a reaccionar ante cada noticia, espera debajo de las piedras para medrar de cualquier error del gobierno. Ignoran que, si desean recuperar la credibilidad del votante, deben iniciar con la autocrítica y revisar discursos: sólo así podrán posicionar una alternativa atractiva frente a un discurso que, hoy por hoy, domina las emociones.
Mientras tanto, Movimiento Regeneración Nacional (Morena) sigue ocupando el imaginario. El pasado lunes 18 el presidente nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, publicó un comunicado donde hablaba sobre el retraso que genera la desigualdad extrema y la dificultad para combatir la pobreza. A partir de ahí, habló de la que considera mala distribución de la riqueza y urgió a tener datos confiables para diseñar políticas públicas adecuadas. De esa forma, propuso una reforma constitucional para dotar al Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) de mayores facultades para diseñar una metodología más adecuada para conocer las verdaderas dimensiones de la desigualdad en México.
En lugar de abrir el debate, los llamados opositores reaccionaron como costumbre: muchos intentaron relacionar al INEGI con la Gestapo, otros contestaron con tecnicismos que nadie entiende, y abundaron los memes e insultos. Pero nadie supo atender el mensaje emotivo: combate a la desigualdad. De esa forma, el spin era predecible: quienes se quejan de la propuesta de Morena sólo están defendiendo sus mal habidos privilegios.
No importa que por la tarde el coordinador del grupo parlamentario de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, se haya desentendido o que al día siguiente el propio López Obrador haya hecho lo mismo: las declaraciones de Ramírez Cuellar tuvieron un éxito contundente, toda vez que puso sobre la mesa el tema de la desigualdad como causa de los problemas nacionales y la redistribución de la riqueza como bandera de cara a 2021. Y eso sonó como música para los oídos de muchos. El que de verdad lleguen a presentar una propuesta sólida es otra discusión.
Además, la táctica estaba más que cantada, toda vez que resulta imposible impulsar una reforma constitucional con éxito a un año de las elecciones, además de reconocer que Morena no tiene la mayoría calificada en el Senado para su aprobación. Pero mientras la oposición entiende esto y cree que se trataba de un globo sonda más, se implantó una nueva idea en el imaginario.
Una vez más, mis respetos por Alfonso Ramírez Cuéllar. La oposición tiene mucho por aprenderle.
*Politólogo
Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio