La capacidad corruptora del narco depende de los recursos económicos de los que dispone. Ese ha sido su ariete con el que ha infiltrado a las más altas esferas de la política y de los cuerpos de seguridad, incluidas las policías y el Ejército.
Esta misma semana surgió un video que exhibe esa declaración. Sucedió en el estado de Sonora, donde nueve presuntos miembros del Cártel de Sinaloa, entre ellos cinco supuestos ex militares del Ejército mexicano, fueron detenidos por elementos de la Sedena y Guardia Nacional.
En las imágenes se observa el momento en que los efectivos desmantelan el campo de entrenamiento. Uno de ellos le pregunta a un implicado la Infantería a la que pertenece: “60 Batallón de Infantería de Ciudad Obregón”, responde. También, en las escenas se aprecia el momento en que los ex militares, vestidos con ropa táctica, son reconocidos por sus compañeros.
Los implicados de las fuerzas armadas se encontraban con cuatro civiles, supuestamente pertenecientes a la organización criminal de Ismael “El Mayo” Zambada. A diferencia de los militares, éstos no portaban ningún uniforme. En el sitio se observan dos camionetas tipo pick up.
La práctica de militares al servicio del narcotráfico tiene sus orígenes desde los Zetas, acción que los colocó como uno de los grupos criminales más violentos y sanguinarios que se hayan conocido nunca.
Creado a finales de los años noventa, el cártel se formó con soldados desertores el ejército mexicano y de la policía federal.
La información oficial señala que en 1997 un teniente desertor del ejército, de nombre Arturo Guzmán Decena, fue el encargado de reclutar a militares de élite para el Cártel del Golfo que encabezaban Juan García Abrego y Osiel Cárdenas Guillén.
En su formación participaron 14 ex militares, a quienes llamaron el “grupo de los 14” o los Zetas primera generación. Progresivamente se fueron sumando más elementos hasta llegar a 67.
El pasado militar de algunos de sus líderes estuvo comprobado. En 2003 la Procuraduría General de la República (PGR) tenía ubicados a los 31 integrantes fundadores, de los cuales cinco habían alcanzado en el Ejército el grado de teniente, cuatro de subteniente, tres de sargento, y tres de cabo, mientras que el resto no habían pasado de ser soldados razos.
El cártel aplicó la táctica de la propagación del terror civil. A mayor salvajismo, más miedo entre la población, más sometimiento de las autoridades y más silencio en los medios. Ellos fueron los primeros en recurrir a métodos como la decapitación, el desmembramiento de cuerpos o el “guisaso”, que consistía en disolver los cadáveres en ácido o derretirlos en contenedores de aceite.
Tres de los episodios que más han quedado marcados en la piel de México fueron autoría de esta organización: el asesinato de 72 migrantes en Tamaulipas (2010), la desaparición masiva de personas en la comunidad de Allende (2011), y la masacre de inocentes en el Casino Royale (2011).
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