Antes de que la actual pandemia de coronavirus nos orillara a tomar medidas estrictas de confinamiento, el turismo en México ya sufría una declive progresiva por los altos niveles de violencia que se habían ido registrando con cierta regularidad en destinos importantes como la Riviera Maya. La suma de estos dos factores podría conducir al país a un escenario cada vez más difícil de revertir.
En lo que va del año ya fueron asesinados al menos 3 políticos en la región. El 6 de abril, Obed Durón Gómez, alcalde de Mahahual, un importante y conocido destino turístico, fue asesinado a tiros mientras revisaba un filtro sanitario que había mandado poner en la zona para detener la propagación del coronavirus. Los responsables viajaban en un Jetta (Volkswagen) blanco.
Las autoridades no han podido dar con los responsables, sin embargo, se sabe que poco antes de morir el alcalde había recibido amenazas del crimen organizado que pretendía intimidarlo para que levantara la cuarentena, porque con ella se había obstaculizado el flujo de drogas que pasa por todo el continente de sur a norte.
En enero, Luis Alfredo Flores Manzanilla, coordinador local del Partido del Trabajo, fue asesinado en la famosa ciudad turística de Tulum. Y luego, en febrero, Román Guzmán González, exdiputado del Partido de la Revolución Democrática, fue asesinado en su finca en las afueras de Bacalar, un balneario cerca de la frontera con Belice.
Con sus extensas franjas de costas en el Caribe, la Riviera Maya es una escala importante en el tránsito de las drogas hacia el norte, en dirección a Estados Unidos, según el portal especializado Insight Crime. El 27 de enero, la zona fue escenario de un dramático enfrentamiento entre las fuerzas gubernamentales y narcotraficantes por un “naracovuelo” que aterrizó en la carretera en las afueras de Chetumal. Un soldado murió, tres resultaron heridos (entre ellos un general de alto rango) y dos traficantes fueron arrestados.
Al día siguiente, otra narcoavioneta fue obligada a aterrizar cerca de Mahahual. La nave transportaba cocaína por valor de USD 9 millones y provenía de Salta, Argentina. Según informes de los medios de comunicación, entre enero y agosto de 2019, el Ministerio de Defensa de México detectó más de 100 vuelos de este tipo en el estado de Quintana Roo, que ocupa una gran parte de la Riviera Maya.
El número de turistas que visitan Cancún anualmente disminuyó por primera vez en siete años en 2019 debido a la delincuencia. El Aeropuerto de esta ciudad es el que recibe la mayor variedad de aerolíneas extranjeras de todo el país y 7 de cada 10 pasajeros que atiende son internacionales. Ese año el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró 71 asesinatos en Quintana Roo, 31 casos más que un año antes.
Y ahora, en medio de una situación sin precedentes, los turistas estacionales de México han desaparecido debido a la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, es probable que la ausencia de turistas haya tomado recursos policiales del crimen organizado para dedicarlos a hacer cumplir el confinamiento. Todo México enfrenta el avance de la pandemia, y Quintana Roo tiene una tasa de contagio muy superior a la mayor parte del país. Y el crimen organizado no parece respetar la cuarentena. Desde que comenzó el confinamiento, han continuado los decomisos de drogas y los ataques piratas en mar abierto. Se dice que incluso se desarticuló toda una célula del CJNG, según el fiscal general de Quintana Roo, Óscar Montes de Oca Rosales.
Si bien la situación en la Riviera Maya aún no está al mismo nivel de gravedad como en Los Cabos o Acapulco, corre un alto riesgo de sumarse a la lista de los destinos turísticos que ya fueron subyugados por la violencia y el crimen organizado. La idea de que la violencia puede afectar a los residentes, pero que los turistas rara vez se ven afectados, y que se repite tanto en las guías turísticas como en los centros de pensamiento, va perdiendo más fuerza que nunca.
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