Guillermo M. Mallén, académico del departamento de Ingeniería Química, Industrial y de Alimentos e Investigador en Historia de la Ciencia de la Universidad Iberoamericana, a través de un estudio en relación al contexto marcado por la pandemia de coronavirus, enfatiza un tema que de manera general ronda las mesas de cada casa, cada calle y cada rincón del mundo: ¿Cuándo acabará esta pandemia?
Para el académico, la respuesta es corta: durará para siempre, pues conforme a la definición de epidemia, lo que tendremos serán temporadas anuales de COVID-19 sin que se vea un final a estas temporadas. Mallén acota que epidemias tenemos pocas, pandemias, es decir, epidemias que abarcan varios países o virtualmente todo el mundo, son contadas.
Cuando la mayoría se cuestiona el por qué de una pandemia como la COVID-19 ante la existencia de una infinidad de agentes patógenos, la razón reside en que un enfermo contagia a más de una persona en el tiempo que padece la enfermedad, lo que constituye un crecimiento exponencial de casos. Aún cuando el primer enfermo sanara, tendríamos dos enfermos que contagiarían a cuatro personas. Estas cuatro personas contagiarían a ocho personas y luego a 16, 32, 64, 128, 256, etc.
“Si, en promedio, cada enfermo contagiara a menos de una persona, la epidemia iría bajando. Así, por ejemplo, si partimos de 100 enfermos que contagian en promedio sólo a 0.9 personas, tendríamos primero a 90 contagiados, luego a 81, después a 73, 66, 59, 53, etc. El número de enfermos continuaría bajando gradualmente. Tardaría bastante tiempo en llegar a un sólo paciente, pero llegaría”, señala el académico de la Ibero.
Sin embargo, Guillermo Mallén apunta que el factor de disminución de los casos, juega un alto costo político para las administraciones en turno, especialmente cuando las medidas a tomar no son agradables para la población y ello puede repercutirles en votos. Aunque la credibilidad en el gobierno es un ingrediente necesario para el control de la epidemia, hecho que complica aún más la situación para México, cuando desde hace décadas su población desconfía de todo lo que dicen o hacen los políticos en el poder.
Incluso, Mallén hace una observación muy inteligente que apela también al pasado para comprender al presente y es que en la lucha política mexicana del siglo XXI, simplemente se ataca a los otros sin base o prueba alguna. Este comportamiento no es nuevo ni tampoco es un invento mexicano. Basta con recordar el caso del macartismo de 1950 en los EEUU. Bastaba con acusar a alguien de comunista, sin ninguna prueba, para destruir su vida profesional, su prestigio o sus negocios. “En el México de hoy los neoliberales y los conservadores han reemplazado a los comunistas. Al igual que la sociedad norteamericana de los años 50, la mexicana está fuertemente polarizada y eso contamina cualquier acción”, comenta el Doctor Mallén.
En el caso actual del país, el académico subraya la delgada línea que existe entre la capacidad de implementar medidas de control, incluso cuando se cuenta con un subsecretario de salud como el Dr. López-Gatell, de frente a un gobierno que se ve limitado por una población que generalizadamente no cree en el orden ni en la ley.
Cuando la suspensión de clases se tomó como vacaciones y las familias partieron a las playas, el comportamiento de los mexicanos y la capacidad de implementación de medidas quedan en total desbalance. La epidemia, conforme a la perspectiva del especialista en Historia de la Ciencia, se puede poner mucho peor si la sociedad en general no percibe la importancia del sacrificio necesario para llevar a cabo las medidas.
Son demasiados los mexicanos que creen una serie de mitos y siguen sin ver la consecuencia de sus actos. Hay factores éticos que no han llegado a la mayoría de la población. Así, muchos jóvenes ven a la COVID-19 como un resfriado fuerte y nada más y no hacen caso de las medidas propuestas por el gobierno. No toman en cuenta que, si bien para ellos en lo personal no tiene una consecuencia grave, su conducta irreflexiva puede hacer que se contagien adultos mayores o con alguna condición como diabetes o hipertensión, que les puede costar la vida con facilidad.
Guillermo Mallén concluye que a pesar de que contamos con un director de lujo para combatir la epidemia, el desprecio por el orden y las leyes, tan común entre los mexicanos, la pésima preparación de la población, derivada de muchas décadas de irresponsabilidad de la SEP, y factores político-electorales dificultan el control de la epidemia.
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