Liliana Ortiz, empresaria del estado de Aguascalientes, fue una de las primeras contagiadas por el COVID-19 que hizo pública su historia. Desde una cama de hospital advertía a la gente en sus redes sociales que el coronavirus no era un juego sino un tema real.
Contrajo el virus COVID-19 el 11 de marzo cuando acudió a un evento deportivo organizado por la escuela de su hija en el estado de Querétaro al que asistieron unas 90,000 personas. Nunca imaginó que horas después su vida cambiaría de manera radical.
Aún con un poco de dificultades para hablar, Liliana dialogó vía telefónica con Infobae México sobre cómo fueron esos días de incertidumbre en los que casi se da por vencida, de cómo encontró “un ángel” entre el personal médico y cómo ha sido el regreso al hogar.
Durante los 12 días que estuvo internada pasó por todo tipo de experiencias, pero lo que más recuerda es la soledad.
“Yo les decía que por favor me mandaran a mi casa porque estás sola, no hay nadie de tu familia, no tienes contacto con nadie. Yo fui la primer paciente que llegó, pero después empezaron a llegar más y no es que los enfermeros y enfermeras tengan todo el tiempo para estar ahí contigo. Es bien triste estar así, no sabes qué hora es ni cómo estás ni si tu familia sabe algo de ti ni cómo están ellos, me tenían medio dopada para no estar angustiada, me daban crisis de angustia”, expresó.
En esa etapa existen lagunas ya que durante los seis días que permaneció intubada no recuerda muy bien lo que pasaba alrededor, sólo que a veces venían a su cabeza escenas en las que soñaba o se veía con su hermano Jaime. “Siempre hemos sido muy unidos, estábamos en la casa donde crecimos, con su perrita, como que estábamos jugando. Él estaba con unas botas que usaba de chiquito, como de vaquero, recuerdo que estaba en ese lugar donde fui muy feliz y ahí me quería quedar. Luego veía a mis hijos”, contó.
Recuerda que le hicieron toda una serie de estudios que además de revelar que presentaba falta de oxigenación, los médicos se dieron cuenta que uno de los pulmones tenía una hemorragia y el otro estaba colapsado y a partir de entonces no recuerda nada. "Sólo que estaba muy asustada, quería respirar”, reveló.
Uno de los momentos más difíciles para Lily, como la empezaron a llamar los doctores, fue cuando llegó el momento de extubarla.
“Me preguntaban si podían quitarme el tubo y podía hacer yo el esfuerzo de respirar, la extubación fue traumática y dolorosa, física y emocionalmente, porque es un tubo enorme el que te meten en la tráquea y salió muchísimo líquido como flema, una fuente espantosa, y no podía respirar, me costó como dos horas hacer el esfuerzo de respirar sola, sentía que me estaba ahogando, me ponían muchísimas cosas: nebulizaciones, me inyectaban una cosa, me inyectaban otra, los doctores decían que me iban a volver a intubar, pero decía ‘no no, necesito estar bien, pero al mismo tiempo sentía que no iba a poder’”.
En ese momento Lily estuvo a punto de darse por vencida, recordó que volteó y le dijo a una de las enfermeras “me quiero morir”, pero entonces, la mujer le respondió de manera determinante: “No te puedes morir porque si te mueres, tu cuerpo no se lo van a entregar a tus papás ni a tus hijos. Los que se mueren aquí adentro los mandan a una fosa común, no vas a tener un velorio ni se van a poder despedir de ti”, y entonces la empresaria casada y con tres hijos decidió seguir dando la batalla.
Vinieron a su cabeza fechas importantes que se celebraban esos días como el cumpleaños de uno de sus hijos, el 26 de marzo, y su aniversario de bodas el 30 de marzo. "Dije: ‘puede ser que en estos días yo me muera y quede marcado, tengo que poder y me pude reponer’”, aseguró con emoción.
Un ángel en la oscuridad
Durante el tiempo de hospitalización, Lily conoció a una persona que todos los días la ayudaba a levantar el ánimo: un enfermero al que siempre veía “vestido como extraterrestre” -como le dice a los trajes especiales usados por el personal médico- de quien sólo conocía los ojos que podía ver a través de los goggles.
Algunas veces le llevaba mensajes de voz que su familia le enviaba a través de teléfono celular.
“Me decía cosas que pueden parecer muy tontas porque estaba con cara de muerta en vida y él llegaba y me decía ‘mira qué bonita amaneciste hoy, échale ganas para que nos vayamos a bailar y para que cantes que todo mundo dice que cantas muy bonito’”, recordó.
“Un día estaba llore y llore y me dijo si tienes ganas de llorar, llora, lo que estás pasando no está nada fácil… cuando me extubaron él estaba al lado de mí, me agarró la mano y me decía ‘sí puede, sí puedes tus hijos te necesitan, nos tenemos que ir a bailar’”.
El regreso a casa
La empresaria se considera ahora afortunada porque síntomas que normalmente la gente tarda seis semanas en superar, ella lo hizo en siete días, por lo que agradeció tanto al personal médico como a las personas que sin conocerla estuvieron atentas a su caso.
El 2 de abril abandonó el hospital en medio de aplausos por parte del personal médico, pero todavía faltaba una etapa difícil: vivir en aislamiento durante 14 días en su casa.
Aunque estaba con su familia, no podía convivir con ellos ni los podía abrazar, estaba encerrada en el cuarto de su hija, la comida se la dejaban en la puerta y después ella depositaba en el mismo lugar los trastes sucios.
“Era horrible estar aquí. Con mis hijos Aurora y Luis Daniel -sus hijos menores-, de pronto hacíamos videollamadas estando en casa, el mayor tiene parálisis cerebral y él nada más lloraba y me gritaba, ‘mami, mami’ y con él lloraba y me daba más tristeza porque sentía que él no entendía que estaba aquí y me partía el alma que pensara o que sintiera que no quería estar con él”, expresó.
El martes, Lily finalmente pudo salir del cuarto en el que estaba encerrada en su propia casa, después de todo lo que pasó pudo abrazar a sus hijos, a su marido y dormir en su cama.
Para ella la vida no será la misma ya que antes de ser contagiada de COVID-19 era una empresaria enfocada completamente en su carrera para tratar de que su franquicia se consolidara, pero ahora, señala, las cosas van a ser distintas.
“Quiero disfrutar otras cosas, viajar más y estresarme menos por cosas que no están en mi control, preocuparme menos por el dinero, por lograr un estatus que cuando me muera a quién le va a importar si logré o no logré la casa de mis sueños. Entendí que la vida se va en un suspiro y a lo mejor lo que lograste económica o profesionalmente se va contigo y lo que pudiste haber dejado como legado en tus hijos es por lo que te recuerdan… La vida te pone lecciones bien difíciles para ponerte en tu lugar a veces te pone lecciones muy dolorosas, pero de algo tienes que aprender”, expresó.
Liliana compartió su experiencia para que la gente tome conciencia de que el problema del coronavirus es real y que tome todas las precauciones que sea necesario.
“Esto es real, de verdad no le deseo a nadie que le toque esto porque es un infierno lo que se vive, que hagan casos de las medidas de precaución, que hagan la cuarentena, tomen la distancia, salgan solo a lo que tienen que salir, sé que esto tiene que pasar pero mientras pasa tengan todos los cuidados porque es un realidad y está horrible… ojalá que mi testimonio pueda servir para que mucha gente entienda que la vida con coronavirus allá adentro no está nada padre”, expresó.
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