El sector empresarial se mostró decepcionado por el plan económico de AMLO para enfrentar la crisis económica que se avecina a causa de la pandemia mundial de COVID-19, pues demostró que el presidente no entiende la complejidad ni la magnitud del problema que se avecina.
La estrategia principal del presidente Andrés Manuel López Obrador es repetir lo que ya se estaba haciendo antes: construir sus tres proyectos estrella, seguir inyectando recursos a PEMEX, entregar los apoyos para las clientelas de sus programas sociales, y contratar miles de policías, militares y personal médico.
Los esperados apoyos a los empresarios y trabajadores fueron limitados: 1) otorgar 500 mil millones de créditos de 25 mil pesos en promedio a las empresas familiares del sector formal y otros tantos a las del sector informal; 2) devolución del IVA en pocos días; 3) incentivar la compra de vivienda con créditos a los trabajadores; y 4) presentar pronto su plan de inversión en infraestructura (que ha sido retrasado varias veces) para reactivar la industria de la construcción.
Los empresarios criticaron estas medidas por insuficientes, y están pronosticando que en 2020 se perderán al menos 1 millón de empleos formales y el PIB caerá entre 7 y 10%. AMLO duda que eso pase, tal vez porque cree en el pensamiento mágico, o tal vez porque está apostando a que la epidemia será muy breve y que la economía volverá a su ritmo habitual de inmediato, como si la pausa hubiera sido un estornudo.
Para entender la decisión de AMLO debemos recordar que una de las banderas históricas de él y sus correligionarios ha sido criticar la manera en la que se han hecho rescates económicos en el pasado. El FOBAPROA es su gran trauma y lo ven como el mayor símbolo de la corrupción neoliberal, porque hubo empresarios que se enriquecieron impunemente, y se subsidió con dinero público la irresponsabilidad de la banca en el manejo de su cartera de crédito.
Su queja es perfectamente válida y todos podemos estar de acuerdo con que aquello fue una solución costosa y mal implementada para un problema evitable. Sin embargo, cuando dice que ese rescate nunca debió pasar, la 4T se está permitiendo una ceguera selectiva: por un lado, deciden ignorar que aquel rescate era necesario, porque muchísimos mexicanos habrían perdido sus ahorros e hipotecas si no se hubiera hecho.
Por otro lado, también deciden ignorar que después de la crisis se reformaron las leyes que regulan a los bancos y se creó al IPAB, justo para que ya no vuelvan a ser irresponsables y para que, en caso de una nueva crisis, el ahorro de los ciudadanos pueda protegerse sin volver a necesitar otro rescate gigante. Gracias a eso, en la crisis mundial de 2008 ningún banco mexicano se contaminó y la sorteamos bien.
Cuando AMLO nos dice “Ya rompimos el molde que se usaba para aplicar las llamadas medidas contra cíclicas que solo profundizaban más la desigualdad y propiciaban la corrupción en beneficio de unos cuantos” nos revela que está leyendo la crisis actual en la misma clave que la del 95. Eso es un error, porque nunca hay dos crisis iguales. Ésta tiene causas diferentes y requiere soluciones diferentes.
El problema que se está gestando ahora es que las empresas tuvieron que detener sus actividades por una emergencia pública, lo que las dejó sin poder generar dinero. Sin embargo, al mismo tiempo tienen que seguir cubriendo sus gastos, especialmente los que se refieren a salarios, deuda e impuestos. Es decir, el problema de esta crisis se llama liquidez.
¿Qué pueden hacer las empresas que no tienen dinero ahorrado para esta crisis?
Una solución es correr a sus empleados o suspenderlos sin sueldo. Esa es una medida que nadie desea, porque implica dejar desamparada a la clase trabajadora en medio de una crisis donde ellos también necesitan liquidez para comer y pagar sus gastos. También es problemática, porque abre la puerta a litigios laborales.
Otra solución es endeudarse. Esta es una solución que no está abierta para la mayoría de las empresas, porque son muy pequeñas como para que alguien les preste. Las que sí pueden hacerlo, se enfrentarán a la incertidumbre de cuánto va a durar la cuarentena y a si su negocio retomará el ritmo habitual una vez que ésta pase. Es una mala idea endeudarse mucho o por un periodo largo sin la certeza de que se va a poder pagar.
Una tercera opción es dejar de pagar sus deudas a proveedores y bancos. Pero eso puede tener efectos terribles de contaminar las cadenas de producción y poner en riesgo a los bancos. También daña la reputación y el historial crediticio de las empresas y les puede hacer más difícil hacer negocios o conseguir financiamiento para expandir su negocio en el futuro. Dejar de pagar impuestos al gobierno es impensable, pues es un delito.
¿Qué pasa si no pueden hacer ninguna de estas cosas? Las empresas quiebran. Los empleados pierden definitivamente su empleo. Los proveedores no reciben sus pagos. La cartera vencida de los bancos aumenta (y eso tiene consecuencias sobre los intereses y el resto del mercado de crédito). El gobierno no recauda impuestos y no puede pagar sus obligaciones. Y, en general, la economía cae en una depresión de la que nos tomaría años salir sin una intervención del gobierno.
Por eso, los empresarios le piden apoyos al gobierno para no caer en insolvencia, tales como posponer el cobro de impuestos, subsidiar una parte del salario de los trabajadores, o garantizar todos los préstamos para que los bancos abran la llave del crédito.
Sin embargo, AMLO escucha esas peticiones como si le dijeran “queremos dinero para enriquecernos a costa de endeudar a los mexicanos” o “repite la fórmula de socializar las pérdidas de unos cuantos”.
¿Qué es lo trágico de que piense así? Que AMLO no entiende que no todos los empresarios son iguales. Es cierto que las grandes empresas nacionales y trasnacionales pueden sobrevivir la crisis. AMLO tiene razón en no apoyarlas. (Dejemos de lado la nota de que les acaba de exentar una millonada de impuestos a las televisoras regalándoles los tiempos del estado).
Pero resto de las empresas micro, pequeñas y medianas (que sostienen a 7 de cada 10 empleos) tienen menos resistencia a problemas de liquidez y con mayor probabilidad de quebrar. Esas son son las que necesitan el apoyo del gobierno. No es justo que por prejuicio o malicia se les trate igual que a los grandes capitalistas.
*Politólogo y consultor independiente
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