La gente de todos los países usa un conjunto de frases que creen que solo aplican a ellos y no al resto del mundo. Por ejemplo, la creencia de que si Kafka hubiese sido su paisano, sería recordado como un escritor costumbrista. He escuchado al menos de tres nacionalidades distintas la anécdota según la cual se había hecho una medición del estado más corrupto, quedando ellos en segundo lugar porque ofrecieron soborno.
Dado lo anterior, puedo apostar lo que sea si todos ofrecen dos soluciones para los problemas de sus respectivos países. La lógica: que baje alguna deidad o los alienígenas para cambiar nuestra mentalidad. Y la fantasiosa: que todo mundo se ponga a pensar por sí mismo, trabaje, piense por los demás y sea responsable.
Justo así me siento sobre la situación política: mientras México está en la Fase 2 de la crisis por la pandemia de coronavirus, entraremos en una severa crisis económica provocada por malas decisiones de un gobierno que prefirió invertir en elefantes blancos como la refinería de Dos Bocas, se peleó con el sector privado, depauperizó las estructuras administrativas a nombre de una “austeridad republicana”, generó desabasto en medicinas y equipo médico, luce ausente en los eventos donde debería mostrar liderazgo mientras vive de gira, y parece que sólo sabe abonar al ambiente de polarización cuando se requiere unidad.
Aunque hay poco espacio para ser cotidianamente racional sabiendo que AMLO ha mantenido sus mismos discursos y actitudes a lo largo de tres décadas, quiero ser fantasioso en términos del refrán y hacer una lista de tres deseos para que cambien las cosas, desde la perspectiva del presidente López Obrador.
Primer deseo: sabiendo que ha tejido una carrera política sólida a partir de la victimización, que asuma responsabilidades sobre su encargo ahora que logró lo que tanto deseaba.
Segundo deseo: que descubra la diferencia entre giras y gobernanza, para reconstruir las estructuras administrativas, saber delegar y planear, saber que un experto no es quien le dice “lo que usted diga, señor presidente” y reasignar gastos y prioridades.
Tercer deseo: que, como consecuencia de lo anterior, se descubra como líder de todos los mexicanos y no sólo de quienes él distingue como “pueblo bueno”. Urge reconstruir los lazos de fraternidad para volver a generar confianza entre nosotros y quienes deseen invertir en México.
Además, y firme en la más estricta fantasía, quiero abusar del genio que me pueda estar leyendo y pedir otros tres deseos, sin los cuales los primeros serían pensamiento mágico:
Cuarto deseo: que la oposición descubra lo triste e ineficaz que es medrar de los errores del presidente, de tal forma que construya un discurso alternativo. Naturalmente, eso no lo puede hacer si antes no hay algo de autocrítica, pues al final son corresponsables por omisión y negligencia de la situación en la que caímos.
Quinto deseo: que se acaben de retirar nuestras rebasadas vacas sagradas, quienes ya sólo pueden hablar del deber ser y defender un estado de cosas que se volvió inviable, dejando paso a pensadores que medien, lean mejor el cambio en los tiempos y ayuden a construir nuevos discursos.
Sexto deseo: que el sector privado descubra que, para salir de esta situación, hay que ceder en cuanto a disolución de reglas oligopólicas y discursos que los hacen ver como los explotadores que el populismo dice que son. Sólo así podrán, por ejemplo, negociar otras reglas que puedan favorecer la inversión.
Espero al punto en que, abandonados al más crudo realismo, tengamos que esperar a que llegue un OVNI.
*Politólogo
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